Por: Ricardo A. Martínez Espinosa*
De las primeras cosas que hice al llegar a vivir a Aguascalientes el año pasado fue comprarme una bicicleta. Mi presupuesto no era muy grande, así que me fui a una de las cadenas de supermercados a buscar una económica. De ahí, visité un taller de bicicletas, algo que nunca había visto en mi vida y que me hizo pensar que la ciudad verdaderamente estaba preparándose para ver a la bicicleta como medio de transporte y no sólo como hobby de algunos.
Comparada con otras ciudades, la cultura vial de Aguascalientes es impresionante. Los autobuses y el resto de los que manejan automóviles respetan al ciclista, o al menos están acostumbrados a verlos andar. A diferencia de otras ciudades donde se va jugando la vida en cada esquina, aquí los carros se detienen, dan el paso, mantienen una distancia entre la bicicleta y su carro. Habrá excepciones, pero no he visto tantas como para cambiar mi opinión.
La avenida Gómez Morín o la Alameda, el tercer anillo que conecta López Mateos con Juan Pablo Segundo o la misma Línea Verde que llevan a lo largo de la ciudad por carriles exclusivos, mantienen la esperanza para esta ciudad. Los recientes gobiernos le han apostado a la bicicleta, pero más allá de algunas zonas que acabo de mencionar, hace falta una concepción integral del sistema. Los carriles no están conectados, y acabándose, uno se enfrenta a la misma disyuntiva ¿ocupar carriles de automóviles, o subirse a la banqueta? A pesar de la buena cultura vial de la ciudad, los ciclistas siguen poniendo en riesgo su integridad al tener que sortear autos que se incorporan a las avenidas o en cruceros donde la vuelta a la derecha es continua.
Esta ciudad tiene un problema grave con su parque vehicular y la pobre sincronización de sus semáforos, y es ahí donde un sistema integral para bicicletas puede ayudar. Fuera de los anillos, donde se ha hecho un esfuerzo para que los semáforos mantengan una mínima coherencia con los flujos de automóviles, en la mayoría de los cruceros uno se encuentra con semáforos en rojo justo después de haber estado en otro dos cuadras atrás. La mayoría de las calles en el centro son muy pequeñas para mantener dos carriles, además de los que se usan para estacionarse. Si a esto se le suma que se han incorporado una cantidad importante de automóviles en los últimos años, la fórmula es perfecta para el colapso. Creo no ser el primero en notar que la espera en algunos cruceros puede llegar a los cinco minutos, sólo para ser recibidos por un crucero igual de saturado unos metros más adelante. Aguascalientes no cuenta con un libramiento que permita que los automóviles que van de paso no entren a la ciudad. Desde la perspectiva de desarrollo urbano, se ha perdido ese encanto inicial que era el diseño circular, y que permitiría un flujo constante y un acortamiento de distancias.
Los gobiernos han apostado por los pasos a desnivel, lo cual está comprobado ser una solución de muy corto plazo y que, a menos que se apueste por pasos por debajo del suelo, éstos afectan seriamente la calidad de vida de los negocios y casas que terminan atrapados en estas estructuras.
La ciudad tiene un clima inmejorable y una orografía que permite que hasta los improvisados como yo podamos ir y venir en la ciudad sin necesitar una condición física envidiable. El problema del tráfico va creciendo. Antes que seguir apostando por inversiones millonarias que sólo continúan la veneración al auto, Aguascalientes se encuentra en un momento en que podría convertirse en una referencia internacional para el uso de bicicleta como un medio de transporte y no sólo de paseo. La ciudad cuenta aún con una cultura vial sólida y con muy buenos proyectos ciclistas que podrían conectarse para hacer un sistema integral. Ésta no es sólo una apuesta por los ciclistas, sino por una mejor calidad de vida para todos.
*Coordinador de la Licenciatura en Gobierno y Finanzas Públicas del CIDE Región Centro en Aguascalientes
Foto: Gilberto Barrón




