Mientras el congreso local da vueltas buscándose la cola para distraer y abordar directamente una demanda social, el acceso al derecho de la diversidad sexual al matrimonio igualitario, la iglesia católica y sus curitas salen pronto a murmurar su indignación sobre la forma en que el pecado ha ganado lugar entre la sociedad y principalmente entre los jóvenes cooptados por la moda y la postmodernidad.
Los curitas de tan mala fama señalan que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, porque así lo dicta su pensamiento mágico, además porque ese acto tiene como único fin la procreación.
Esos que se visten de sotana, que presumen de pulcritud, que les encanta salir y criticar y levantar el dedo para prender el fuego en distintas hogueras, consideran además que el papel de las mujeres es quedarse en casa, atender a los esposos, a las hijas e hijos, saciar las demandas del señor y su iglesia, y después, mucho después, pensar si es que les queda tiempo y vida en ellas mismas.
Pues sí, ésos son quienes se oponen al matrimonio igualitario. Lo curioso es que la iglesia católica y sus curitas salgan a darse latigazos en la espalda, salgan dispuestos a crucificar a quienes tenemos otra idea de matrimonio, de vida, de sexualidad y fundamentalmente de placer.
Porque lo que no se dice casi nunca de la sexualidad no heterosexual, no reproductiva, es lo inmensamente placentera que es, lo que casi nunca se cita es que la sexualidad que se ejerce libre de culpa, libre de violencia y libre de obediencia nos hace inmensamente felices.
Algunas veces he pensado que para el clero la homosexualidad es un privilegio sólo para los buenos amantes, y desde luego como privilegio es algo a lo que no todas las personas que así lo deseen, que así lo sueñen, puedan tener acceso.
¿Será por eso que los curitas siguen oponiéndose a que la homosexualidad sea vista como algo común? ¿será que quieren seguir gozando secretamente de ese privilegio de ejercer su sexualidad como moneda de cambio para la entrada al cielo, para recibir al señor? Suena a las palabras de Marcial Maciel, sacerdote pederasta protegido durante años por esa institución religiosa que hoy sigue adjudicándose la buena moral.
Según algunas denuncias recientes, ya le tronó otro caso horrible a la iglesia católica, un sacerdote en San Luis Potosí, Eduardo Córdoba Bautista, quien ha sido denunciado por una de sus tantas víctimas de abuso sexual, y mire usted la idea de dios que propaga después de los abusos: “Si en algún momento dudas de la existencia de Dios, piensa en el significado de esto que te acabo de hacer: es cuando alguien te posee, y yo a ti te he poseído como ninguna otra persona podrá hacerlo”.
La periodista e investigadora Sanjuana Martínez da lugar a un largo artículo sobre este vergonzoso e indignante caso de otro sacerdote más que abusaba de jóvenes. La iglesia católica se desploma y no ahora, sino desde hace algunas décadas se ha venido derrumbando, se sostiene de un pilar igual de corrupto que ella: la política, los partidos políticos que la encubren, sólo así ha logrado mantener su poder y su injerencia en los asuntos del Estado. Nada más de esa forma logra seguir viviendo con el presupuesto de un país como México, donde más de la mitad de su población vive en pobreza.
A la iglesia católica le encanta vivir de los privilegios, es un legado que siempre ha reclamado: comer y beber bien, tener los mejores autos, los mejores bancos, las mejores ciudades, los retablos de oro que visten sus construcciones, el arte sacro que guarda bajo llave; en sí ha sido una institución construida sobre el despojo y el abuso de pueblos enteros, por eso es que mientras con un dedo señala la homosexualidad, con su capa protege a quienes la ejercen dentro de sus muros. Sigue peleando por el privilegio del placer.
Como les decía, el sacerdote que hoy abre un nuevo escándalo, Eduardo Córdova Bautista, es consejero ciudadano de transparencia y vigilancia para las adquisiciones y contratación de obra pública del gobernador de San Luis Potosí emanado del PRI, Fernando Toranzo Fernández. Sólo en esta mancuerna se puede entender cómo los curitas han conservado sus privilegios por tanto tiempo, cómo siguen viviendo del erario público.
Respecto al matrimonio igualitario se han levantado otras voces, entre ellas la del gobernador Carlos Lozano de la Torre, una voz más desafortunada que manda a quienes deseen contraer matrimonio reconocido por el estado, que se vayan a Zacatecas porque allá eso sí se permite y que les da hasta para el pasaje. Además de hablar desde la ignorancia, desde la tradicional violencia masculina machista, su voz se escucha bastante incapaz para gobernar a favor de toda la población.
Esas compañías de sotana no le hacen nada bien a la política, lo ridiculizan como gobernador, juzgue usted si no es así; mientras el presidente priista de México, Enrique Peña Nieto, oficializa el día nacional de lucha contra la homofobía en una de sus casas chicas, el gobernador sale con una declaración de rostro homofóbico. Triste que siga el juego de la obediencia perfecta a los curitas; por cierto, vaya a ver la película con ese nombre y luego diga si los curitas deben seguir hablando del pecado, del castigo, la lujuria y abstinencia, con tanta fornicación desatada entre sus paredes.
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