A punto de despegar la última hoja del calendario del 2014, es coincidente y necesaria la renovación de propósitos, la enmienda de los desaciertos y la definición de nuevas metas. Siempre he creído que es de biennacidos reconocer las fallas y hacer lo propio para la reivindicación.
La autoevaluación y la reflexión crítica son prácticas que nos hacen ser mejores profesionistas pero sobre todo mejores personas. A partir de ahí, podremos fortalecer nuestros hogares, ser parte de una sociedad más participativa y dar vigencia a gobiernos realmente honestos.
Concluye un año marcado con distintos matices pero con la misma constante: una sociedad con mayor nivel de pobreza y una clase política con ascendente riqueza.
Aun y cuando trato de buscar el punto que provoque un desequilibrio en la balanza, con tal de creer que todo va bien y que nos irá mejor, me resultan abrumadoras las condiciones y los pronósticos que guardan las situaciones políticas, sociales y económicas de México.
Terminamos un año marcado por los costosos errores humanos a consecuencia de la aprobación de las llamadas reformas estructurales que, además de hipotecar el petróleo, contribuyen a la desaparición de la clase media para unificarla con la de millones de pobres.
Un 2014 donde los problemas de inseguridad y la corrupción tocaron fondo y aún permanecen en el estancamiento, esperando que sea el mismo pueblo que provoque el resurgimiento de un nuevo año que merece ser próspero y justo para todos.
La distracción por las fiestas decembrinas no ha logrado bajar la tensión sobre la falta de lógica y de resultados en los asuntos que se mantienen como asignaturas pendientes, entre los que se encuentran las desapariciones de personas y los considerados crímenes de Estado.
Yo no creo que la insurrección sea el recurso para lograr el orden y la paz pública. Estos tiempos del Estado fallido ameritan reconsiderar el que México transite por el plebiscito y el referendo.
Los mexicanos sabemos decidir pero también nos podemos equivocar. En las nuevas circunstancias que marca nuestra democracia deben existir esas alternativas para evitar más daños al bienestar de la sociedad.
Sólo estando como un pueblo dividido México no logrará superar todas esas crisis en las que nos encontramos inmersos por las políticas públicas autoritarias y que son dictadas por los cacicazgos que hoy se están apoderando del país.
El 2015 debe ser asumido como el año de la oportunidad para demostrar que es el pueblo el que posee el poder y lleva la voz para la conducción hacia mejores niveles de progreso.
A pesar de las leyes electorales y el dudoso proceder de los organismos que tienen que ver con los comicios, los ciudadanos debemos prepararnos para participar en una contienda donde hagamos valer y defender nuestra decisión.
Tenemos en la mira la conformación de un Congreso Federal que no se venda más a los propósitos del poder.
Los recientes sucesos de violencia y de corrupción que han profundizado la herida de los mexicanos, debe despertar una nueva conciencia en el pueblo para elegir conforme a la honestidad, capacidad y compromiso de las personas y no más por la belleza física, el monto de los vales de despensa o el rating de las telenovelas.
Sin duda, el marketing político de nuestro tiempo ha traído como consecuencia un alto costo a la evolución de México.
No podemos admitir más que la sabiduría que puede tener un pueblo, la sangre derramada en sus luchas por la igualdad y la democracia, se pierdan por quienes suman su complicidad para lograr el poder y el dinero.
Como mexicanos debemos tener claro que la participación libre y responsable en los procesos electorales son la alternativa para iniciar el verdadero cambio de México.
Debemos desterrar la compra de conciencias, la intimidación, el engaño y las prebendas políticas de los modelos supuestamente democráticos que han operado los partidos políticos de siempre.
Insisto, a partir de la unidad como sociedad y de una decisión razonada en los procesos electorales, podremos hacer que los años por venir sean mejor a los que, para bien o para mal, hemos cumplido.
Les deseo un año 2015 lleno de prosperidad.




