Nuestro mundo está en crisis, porque hemos decidido vivir en burbujas aisladas de egocentrismo, antropocentrismo, etnocentrismo, androcentrismo, ginecocentrismo, sexocentrismo, génerocentrismo. Mafias, bandas, cárteles, etc. Como una especie de siniestra fascinación por la separación de todos aquellos que por esas diversas razones no tenemos como iguales. El criterio de la diferencia es la verdadera medida con que discernimos la distancia entre seres humanos y establecemos como patrón de referencia su necesaria desigualdad que, además, juzgamos como deseable e ideal supremo por alcanzar.
Y, contra toda visión de mejora, seguimos tropezando con la misma piedra. Dígalo si no, la terca torpeza de nuestra pretendida posmodernidad que sigue ciegamente esquemas que están llevando el fenómeno de la desigualdad social a niveles exponenciales de segregación-exclusión de contingentes masivos de personas francamente excluidas del progreso y del bienestar, al que supuestamente estamos llamados por Derecho Humano, y si apuramos un poco, por Derecho Divino. Dijo San Pablo el apóstol: “Dii estis”, sois dioses, citando el Salmo 81, 6-8 (6 ego dixi dii estis et filii Excelsi omnes/ Yo he dicho sóis dioses y todos hijos del Altísimo. Biblia Vulgata Latina).
Hagamos memoria de cómo la pretendida pureza de la raza aria fundó la idea-fuerza de la ideología de aniquilación como fue el nazismo que, en el siglo XX, causó la segunda universal hecatombe o Gran Guerra, bautizada 2ª Guerra Mundial, con un pavoroso saldo de muertos cuya sola estadística causa horror instintivo a su enumeración: – URSS 29,000,000; Polonia 6.270.000; Alemania 5,690,000; Yugoslavia 1,660,000; Rumania 915,000; Hungría 800,000; Francia 595,000; Italia 533,000; Reino Unido 495,000; EEUU 413,000; Checoslovaquia 322,000; Países Bajos 249,000; Grecia 159,000; y Bélgica 99,000 cuyo coste humano total asciende a: 47’200,000 personas. Y solamente hablamos de la conflagración más extensa e intensiva de la historia moderna, sin contar todos los movimientos revolucionarios o de emancipación acaecidos en el mismo siglo, para dar paso a la configuración de países menos autocráticos, tendientes a la democracia como ideal organizacional de las naciones contemporáneas.
Basta evocar “la primavera árabe” para percatarnos de que este mismo exterminio continúa como ominoso signo de la fase inaugural del siglo XXI. Cito: “Entre noviembre de 2010 y junio de 2011 se activaron en la práctica totalidad de los países de Oriente Medio y Norte de África un conjunto de acciones colectivas, movimientos sociales, acampadas, ocupaciones de espacios públicos, etc., que en su conjunto recibieron el nombre de “primavera árabe”. En cada país las reacciones de los gobiernos y las acciones de los manifestantes han comprometido distintos niveles de conflicto. Sin embargo, comparten rasgos comunes tanto en los contextos como en los acontecimientos y las dinámicas. Nuestro objetivo en esta ponencia es aplicar este esquema conceptual al análisis de esas acciones colectivas. Reconociendo la diversidad de episodios que tuvieron lugar, planteamos la distinción de acontecimientos históricos ligados a procesos revolucionarios que han transformado las dinámicas políticas de algunos países de la región”. (XI Congreso Español de Sociología. Madrid, 10-12 de julio de 2013. GT 20. Movimientos Sociales, Acción Colectiva y Cambio Social, Revilla y Hovanyi).
No sin razón en consecuencia, muchos especialistas y expertos en conducta personal y social han llamado a este último siglo y el que estamos inaugurando como uno donde prevalece el narcisismo más aberrante, como estilo de personalidad en voga e ideal de desarrollo. El ideal de belleza masculino y femenino es el núcleo fascinante que se constituye en el nuevo núcleo “sagrado” (el “noumen”/ como intuición suprasensible de la mente y/o el Misterio), un auténtico tótem sagrado en el que quiere verse retratado el hombre y la mujer contemporáneos. Esta actitud profusamente premiada por el consumismo dominante global de un capitalismo avasallante, es base de otra ideología no menos perniciosa que el maniqueísmo que ha dominado siglos de historia hasta el presente, y que constituye al cinismo contemporáneo.
El reciente libro de Peter Sloterdijk Esferas refiere esta tendencia de la civilización contemporánea, afirmando: “En tiempos descascarados, sin orientación en el espacio, superados por el propio progreso, los modernos tuvieron que convertirse masivamente en seres humanos enloquecidos. La civilización técnica, y en especial sus aceleraciones durante el siglo XX, puede verse como el intento de ahogar en confort al testigo fundamental de Nietzsche, aquel trágico Diógenes. Poniendo a disposición de los individuos alimentos técnicos de una perfección inusitada, el mundo moderno quiere quitarles de la boca inquietas indagaciones acerca del lugar en el que viven o desde el que se precipitan constantemente al vacío. Con todo, fue precisamente a la Modernidad existencialista a la que se le revelaron los motivos por los cuales para los seres humanos es menos importante saber quiénes son que saber dónde están. Mientras la banalidad sella la inteligencia (…)”. (Peter Sloterdijk, ·Esferas I, Burbujas. Microsferología. Ediciones Siruela, S.A. 2003, 2014).
Si no me equivoco, el más arcaico y atávico de los individualismos tiene base en el etnocentrismo, como una especie de introversión de una comunidad humana hacia otra, con exclusión total de los que no pertenecen a ella. Con razón el pueblo hebreo antiguo, en la letra de sus normas y leyes de naturaleza teocéntrica, tenía en gran estima la actitud de un hombre sabio y justo respecto del hecho de acoger al extranjero, al pobre y a la viuda, personajes por excelencia de la vulnerabilidad humana. Por todo ello, el cambio de actitud fundamental hacia esos “otros” Yo’es, si los trato como son, autónomos, libres, independientes, dignos de respeto, dignos de creer en sus promesas, es lo que va a hacer la diferencia.
Hoy, que tantos odios y atavismos nos tienen entrampados en un culto narcisista y en medio de una esfera nauseabunda de cinismo, tenemos que trascenderlos para instalarnos en el verdadero espíritu de la Navidad, el signo de la paz para todo hombre y para toda nación. Que tenga usted, muy apreciado lector, una feliz Navidad en la paz revitalizadora de su hogar. franvier2013@gmail.com
