Comienzo esta colaboración deseando a quienes han tenido la delicadeza de admitir mis opiniones en sus páginas y a los que con su paciencia las han leído, una Feliz Navidad. Que el Señor les dé salud, tranquilidad y felicidad con su familia.
Entrando en tema, le comento que el decálogo que hizo público el presidente de la República, y con él la promesa de que la violencia y la inseguridad se abatirían, fue enviado al Congreso con la finalidad de que fuera debatido y en su caso se hicieran las reformas constitucionales necesarias para que entrara en vigor y se hicieran los cambios ofrecidos, o bien cambios a algunas leyes que serían modificadas, pues son facultades del Congreso del Unión.
Uno de los puntos de ese decálogo se refiere a la desaparición de las policías municipales, que de acuerdo a la información que dio el señor presidente son mil 800 y los municipios son dos mil 420. Con esto se reconoce que 620 municipios no tienen cuerpo de policías, con lo cual quedan inermes ante los grupos criminales. Pero en ninguna parte se habla de las causas que nos llevaron a que se tomara la decisión de desaparecer las policías municipales, que son las más cercanas a la sociedad y cuya misión es preventiva.
Creo que si no se analiza el por qué se llegó a este punto, es difícil que las medidas que se vayan a tomar sean las adecuadas y se resuelva el problema de la inseguridad. Uno de los problemas básicos fue que por décadas se abandonó la atención de estos cuerpos de seguridad y se llegó a usar como refugio de personal al que no se les encontraba acomodo en otra área; jamás se apoyó la capacitación ni se verificó el perfil de quienes ingresaban a este servicio y que realmente tuvieran la vocación.
Por otro lado, el pago a estos servidores públicos siempre fue el más bajo, se llegó a considerar que era un gasto y no una inversión. Con esto se dejó que los criminales encontraran a través del soborno un campo fértil y adecuado para neutralizar a este cuerpo de seguridad en la mayoría de los municipios. En cuanto al equipamiento de uniformes, botas, chalecos antibalas, cascos, etcétera, se convirtió en un ejercicio de corrupción en la compra de los mismos. Si no se daba “mordida” no se les compraba a los proveedores y lo peor es que se le compraba a los que tenían la calidad más baja y con esto ponían en riesgo la vida de los policías. En muchos casos, para que un policía pueda ascender de puesto necesita pagar “renta” mensual a sus superiores, ya sea para ser patrullero o un puesto administrativo mejor remunerado. Con esto se pierde lo más valioso en esta profesión, que es el respeto y la lealtad al cuerpo de seguridad, pues lo ven como un negocio de un grupo que se aprovecha de sus subalternos y no como un cuerpo de seguridad que se debe a la sociedad y que merece el respeto de la misma.
Cuando un policía cae en cumplimiento de su deber, normalmente se le hacen los honores correspondientes y se publicitan lo mismo, pero después nadie se preocupa por su familia, si la viuda recibió la casa pagada por el sacrificio de su esposo, su pensión vitalicia y las becas para que sus hijos estudien hasta una carrera profesional. Si lo analizamos nos llevaremos una decepción, pues en la mayoría de los casos no se les cumple con estas mínimas prerrogativas que están en ley. A lo mejor nosotros, los ciudadanos, no sabemos de estos casos, pero los compañeros de los caídos en cumplimiento de su deber sí lo saben y esto los desanima y pega en el ánimo de su desempeño diario.
Los salarios se comenzaron a revisar apenas del 2000 a la fecha y su atraso aún es muy importante, sin embargo, los criminales sí cumplen con las “cuotas”, y en muchos casos ya no es la cantidad, pues se impone la ley de “plata o plomo”. Es ingenuo pensar que los policías no se dan cuenta de los excesos que algunas administraciones municipales cometen en sus presupuestos en viajes, eventos sociales, “aviadores” con sueldos que jamás un policía podrá aspirar a ganar; todo esto ellos lo registran y se dan cuenta que no se evalúa su trabajo hasta que sucede un crimen o un evento que llaman de “alto impacto” y se pregunta la sociedad qué cuerpo de policía tenemos, o cuando un policía se desvía o comete un error, es satanizada toda la corporación y se pide la cabeza de todos los jefes, como si eso solucionara los problemas.
En su origen, las policías municipales se dedicaban a hacer cumplir el bando municipal de buen gobierno, el de seguridad y tránsito, y a prevenir la violencia en las colonias con los pandilleros. La misión de la policía municipal es de prevención y de repente se les encomendó que atacaran al crimen organizado y que persiguieran a los narcotraficantes. Todo esto con una clara desventaja en cuanto a armamento, información, entrenamiento y claramente cambiando, sin planificación, su naturaleza. Hoy estos policías cobran en el municipio pero se incorporan al Mando Único y hacen ambas funciones.
Creo que se ha hecho un esfuerzo muy fuerte en algunos estados, pero se debe de revisar y volver a un cuerpo de seguridad y con su esencia de prevención, buscando el cumplimiento del bando municipal y crear cuerpos de seguridad, como en todos los países especializados, en cada uno de los tipos de crímenes a perseguir y castigar.
Sólo basta preguntar a un policía municipal qué siente cuando detiene a un delincuente y lo ve en la calle a las pocas horas libre, porque hay abogados más listos que los ministerios públicos para liberarlos rápidamente. Esto desanima, y en el peor de los casos los delincuentes amenazan a los policías.
Hoy vemos los grandes errores que se han cometido, buscando remediar un mal generaron otro peor, al haber “oficializado” las policías comunitarias y las autodefensas lo único que lograron fue armar a grupos antagónicos por décadas, o a familias enfrentadas por años, que ahora pueden andar armados y cuando se encuentran se cobran los agravios y ahí están las consecuencias que ni un comisionado federal puede prever y menos controlar.
En todo esto mientras se ponen de acuerdo y le estudian, la sociedad se encuentra inerme, el Congreso de vacaciones y el Gobierno Federal haciendo reuniones de seguridad pública nacional, que nos llevan a nada, mientras nos anuncian que los secuestros subieron este año en un 30%.
Finalmente, debo decirles que el número de policías municipales debe ser de 430 mil, los estatales 125 mil y los federales 45 mil; más los elementos del Ejército mexicano, que ahora se han visto por lealtad involucrados en el tema de la seguridad, y los de la Armada de México, por lo que la fuerza de las policías municipales sigue siendo la más importante.
Espero, después de las vacaciones de nuestros legisladores, ver qué pasa, o qué no pasa.
