Alguna vez, en la universidad, nos hicieron tomar un test para saber cuántas horas de televisión habíamos visto en nuestra vida. Obviamente, en mi caso era una cantidad exagerada. Hubo quien dijo que igual era un desperdicio de tiempo o que qué bueno que no habían tenido el mismo resultado que aquellos que vieron una cantidad exagerada de imágenes en movimiento todas las tardes luego de la escuela. No lo considero tiempo perdido, ya que casi siempre estaba haciendo otra cosa. Vamos a lo personal: durante la primaria no tuve muchos amigos, si acaso uno verdadero. No era un tema que me interesara mucho, tampoco la intención es representarme como Paco, el niño que vive en las nubes pero es un aspecto de mi personalidad con el que he aprendido a vivir. Por equis o ye, he deducido que hoy en día es más fácil que un yo joven sea el tipo más platicador del patio de juegos. Digo, en un año donde ves a un escuincle random en la calle hablando de Jennifer Lawrence y su último ridículo en un programa de variedad nocturna.
Para algunos son los libros, otros el cine. No tenía muchas películas a la mano y la verdad no me gustaban todas las de Canal 5 (que eran las mismas del cable básico de Cinema Golden Choice, Platino, USA y Fox). Encontré un refugio en la televisión. En especial en las series. No les voy a negar que también veía Luz Clarita y Aventuras en el tiempo, pero la televisión me acompañaba todas las tardes y al final hay series que son específicas de una etapa de tu vida. Lo más lunático de este asunto es que hago memoria de que mucho tiempo, pre internet y especialmente pre redes sociales, no había con quien comentarlas. Buffy, 24 y Angel eran mi secundaria, a la par de que era un momento donde tenías que ver MTV, tampoco me hago pato en el que me dejé seducir por sus premios anuales y todos sus proto Kardashian. La prepa es Everwood, Gilmore Girls, The OC, Dead Like Me. En la uni no veía muchos programas de manera constante o entregada, si acaso House, Fringe y apenitas Arrested Development.
Ahora las series están de moda. Y escribir de series. Leer de, discutir. Todos las están viendo. Más que el advenimiento de una era dorada para la televisión, la cual la masa ignora que se terminó en 2013 con el fin de Breaking Bad, simplemente es una moda consumir televisión serializada en México. Nos llegó con 20 años de atraso el memo. Sí, lector poco avispado, tú veías Cheers cuando yo todavía no nacía pero hablo del gusto del gran público. Y está padre, igual un refinamiento de las audiencias (con este argumento me siento Alex Zúñiga y su niño que toca el violín en Plaza Patria, pero ustedes me entienden) sirve para exigir mejores contenidos en los medios a los que la mayoría de las audiencias tienen acceso: la televisión abierta. O YouTube, que es el caso de miles de adolescentes, pubertos y universitarios.
Sé que suena a que estoy hablando de filias religiosas o ideológicas, pero me da mucho gusto que un freak como yo en 2015, pero de 11 años, ahora puede hablar en el patio de recreo con alguien que también ve Arrow o Pretty Little Liars. Yo me acuerdo que el 90% de las personas en toda mi educación formal veían nada o les gustaba nada. Cero charla de cultura pop. 2015 suena genial en comparación.
Supongo que ser niño en 2015, un cabroncillo de gustos mamones, ha de estar genial porque con algo de cerebro puedes ver todas las películas y series del mundo hasta gratis. Pero no me quejaré tanto, porque la banda que ahorita tiene 37 años seguro se tuvo que chutar Siempre en Domingo en una horrenda simulación familiar de unidad, junto a sus papás en la sala cada fin de semana. Y aplaudirle a Julio Iglesias o Ana Gabriel. Qué horror.
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