El próximo domingo 23 de abril se conmemora el día del Libro. Esta fecha proclamada en 1995 por la Conferencia General de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como el Día Mundial del Libro y los Derechos de Autor. El fin de conmemorar a los libros es el de promover el hábito de la lectura y el de rendir homenaje a quienes a través de las letras nos han permitido crecer como especie en todos los ámbitos del desarrollo del ser.
En nuestro país, el tópico de la lectura es aún un asunto pendiente. Según datos de la Unesco, todavía en el año 2015 México ocupaba el penúltimo lugar en consumo de lectura de 108 países. Para ese año el mexicano leía el equivalente a menos de tres libros al año, cifra que para este año ya oscila los tres libros al año. El mexicano invierte tres horas a la semana en promedio a lectura extraescolar, en comparación con países como Alemania que lee de doce a catorce horas a la semana. Queremos gobiernos como el de Alemania pero no estamos dispuestos a leer como un alemán.
La Encuesta Nacional de Lectura arroja datos que reflejan un poco de la situación en la que nuestro país se encuentra en términos de lectura: 63.8 por ciento de la población afirma no tener ni por cerca el hábito de la lectura, y casi el 50 por ciento de los jóvenes afirma no haber visitado nunca una biblioteca.
El asunto cobra especial importancia cuando dichas cifras son comparadas con países del primer mundo en las que se lee más de catorce horas a la semana y más de quince libros al año. Los datos antes referidos son sin duda un llamado urgente a los ciudadanos de nuestro país a hacer un esfuerzo por abatir estos vergonzosos índices.
Gandhi, la franquicia de librerías con mayor presencia en el país ha impulsado diversas campañas orientadas a dar un giro a las estadísticas de lectura del mexicano, con propagandas provocativas e innovadoras a través de espectaculares, separadores de libros, membresías y hasta llaveros que buscan hacer de los libros un producto deseable para el consumidor. Esta estrategia ha dado más dividendos que cualquier política pública orientada a la promoción de la lectura entre las que no menciono ninguna por la evidente falta de visibilidad de las mismas.
Con la intención de provocar al lector, me permitiré hacer uso de este espacio para enumerar una serie de acciones de las que cualquiera podemos ser partícipes a efecto de mitigar las consecuencias que los datos mencionados líneas arriba pueden llegar a tener en el desarrollo de nuestro país.
Lea. La más obvia de las acciones que tenemos que empezar a realizar si queremos ser como Alemania o Finlandia (o cualquier otro país de primer mundo con el que nos comparamos a la hora de quejarnos de nuestros gobernantes) es leer y leer más. ¿Cuánto debemos leer? De entrada más que lo equivalente a más de tres libros por año. No es una meta inalcanzable, solo es necesario elegir temas de su interés, buscar un libro al respecto y leerlo. Simple.
Invite a leer. No hay nada que aleje más de la lectura a las personas que la soberbia intelectual de quienes presumen de su lectura. Se trata de hacer que alguien más lea por imitación. Regale un libro, platique de cómo un libro cambió su vida, pero no sea un revienta pelotas.
Permita leer. Ningún lector comenzó comprendiendo por completo a Sartre o comprendiendo todo el vocabulario de Cervantes. Una adolescente que inicia su vida lectora con libros para adolescentes no está llenándose de basura la cabeza, sino que está ejercitando un hábito para toda su vida.
Celebremos los libros, la lectura y las páginas que han marcado y seguirán marcando nuestras vidas.
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