Si es usted una persona que utiliza la bicicleta como vehículo de transporte, o le gusta hacer ciclismo como pasatiempo y deporte amateur los fines de semana, existe la posibilidad de que algún día se caiga y se fracture la clavícula que es la lesión más común en los ciclistas. Acudirá al médico traumatólogo quien le dirá que debe usar un vendaje en 8 o un cabestrillo diseñado especialmente para ese tipo de problema y que lo utilizará durante dos meses. Tiempo en el que tarda el hueso en soldar. Pero si es usted un ciclista profesional, compite defendiendo los colores de un equipo que le paga por hacerlo, entonces la cosa cambia. El Médico Deportivo lo meterá de inmediato al quirófano y le colocará un clavo que fije los segmentos del hueso. Unos cuantos días de reposo y a seguir compitiendo. Lo más probable es que al deportista nunca se le informe que con ello, la soldadura ósea no será la mejor y que su clavícula quedará frágil. Eso es lo de menos, lo importante es que vuelva a competir pronto porque para eso se le paga y el tiempo que esté sin rodar en la pista es dinero perdido. En el futbol todos hemos visto como el jugador recibe una patada, cae haciendo gestos de dolor, es retirado el campo y el médico encargado le aplica un nebulizador anestésico o le aplica una bolsa con hielo. En cuanto se desinflame o ceda el dolor, va de nuevo al campo porque es muy valioso. En el Mundial de 1970 en México el alemán Franz Beckenbauer jugó con el brazo en cabestrillo porque tenía la clavícula fracturada. En 2011 el juvenil Julio Gómez recibió un golpe en la cabeza que le produjo una herida. Se le colocó un vendaje y siguió jugando, anotó un gol y fue el héroe del partido. Pasó al profesionalismo y nunca destacó por sus muchas lesiones. Desde 1928 el Dr. Harrison Martland describió en los boxeadores el “Punch Drunk Syndome” que es el mal de la borrachera por golpes. Después de estudiar a varios pugilistas retirados que terminaban con serias lesiones cerebrales y que como es bien sabido siguen hasta la fecha. Sin contar aquellos que han perdido la vida en el ring, o poco después de la pelea. Para el año 2000 el neurocirujano americano-nigeriano Bennet Omalu estudió los graves trastornos del comportamiento en jugadores profesionales de futbol americano y describió la “Encefalopatía Traumática Crónica”, demostrada con estudios de resonancia magnética. El médico fue duramente criticado y descalificado por lo grandes consorcios deportivos porque iba en contra de uno de los negocios que produce ganancias estratosféricas mas grandes en un deporte profesional. Los pacientes entrevistados descubrieron toda una estructura de manejo no ético de los jugadores con inyecciones de anabólicos, esteroides, analgésicos opioides y muchas otras sustancias, que lesionan el organismo pero que de momento le permiten al jugador volver a la cancha y seguir recibiendo golpes. Los cascos y otras protecciones de este deporte se han ido modificando presuntamente para protegerlos, pero lo que se ha conseguido es que se golpeen más fuerte, porque no sienten tanto el impacto. Y todo esto ha sido indicado por los médicos deportivos. Asimismo los ya conocidos “dopajes” en el atletismo olímpico que les hacer perder medallas a los competidores, siempre son prescritas por médicos. Un atleta no sabe que sustancia inyectarse o ingerir, siempre es el médico de la asociación o club el que se lo indica. Por supuesto que en el deporte profesional, el dopaje y las evaluaciones no operan. En el profesionalismo todo se vale. Por ello es que el uso de estimulantes y drogas excitadores, tal vez no son precisamente indicadas por los médicos, pero sí toleradas. La Medicina Deportiva ética, responsable y digna, como debieran ser todas, es la que se practica en los clubes deportivos no profesionales y en las escuelas o gimnasios privados. Bien por el deporte amateur, entrenadores y médicos responsables y cuidadosos de la salud y la vida.




