Los marcianos llegaron ya,
y llegaron bailando ricachá.
Ricachá ricachá ricachá.
Así llaman en Marte al cha cha chá
Los marcianos llegaron ya – Tito Rodríguez
Esta semana, el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha divulgado grabaciones de objetos voladores registrados en 2004 y 2015, tomadas durante ejercicios de aviación, en los que se muestran presuntas naves de origen desconocido. Estas grabaciones datan de años atrás, pero se filtraron en internet, propiciando especulaciones sobre un posible origen extraterrestre de las naves. Por ello, el Pentágono las hizo públicas en el afán de mostrar los archivos completos, argumentando que los objetos voladores son de fabricación humana, por alguna nación que tiene la potencia tecnológica, todavía sin identificar. Con esto, el gobierno de Estados Unidos pretende zanjar las especulaciones sobre el origen extraterrestre de los objetos voladores no identificados.
Sin embargo, esto nos permite hacer un ejercicio hipotético y netamente especulativo sobre qué pasaría si una civilización extraterrestre, con mayor tecnología y poder bélico que nosotros, llegara a la tierra. Para hacer este ejercicio especulativo, podemos basarnos en nuestra propia historia: ¿Qué ha pasado cuando una civilización humana más desarrollada tecnológica y bélicamente ha contactado a otra civilización humana menos desarrollada tecnológica y bélicamente? Los escenarios posibles son:
Exterminio. Ha pasado, por ejemplo, con el etnocidio Chichimeca, o con la población aborigen australiana. El invasor no puede o no quiere negociar, y simplemente aplasta y extermina a la población con menos desarrollo técnico y bélico. De la población originaria no queda más rastro que vestigios arquitectónicos, objetos utilitarios, y algunos rasgos culturales de carácter referencial; los pocos sobrevivientes tardan algunas generaciones en extinguirse llevándose con ellos a su riqueza cultural.
Segregación. Del mismo modo que el Apartheid sudafricano, o la conformación de las reservaciones para los nativos americanos, la civilización más poderosa no extermina en su totalidad a la civilización ocupada, sino que la restringe en espacios destinados a su confinamiento, donde superviven algunos miembros que preservan su cultura, en condiciones marginales y sin acceso total a lo que ahora entendemos como Derechos Humanos.
Colonización. Quizá el proceso más conocido, en el que la civilización invasora extermina a un porcentaje sensible de la civilización ocupada, y a los supervivientes los “convierte” a la cultura del colonizador. Esto implica procesos de mezcla (si no genético, sí cultural) en los que el idioma, la religión, el arte, la gastronomía, la indumentaria, las formas de interacción social y de producción económica, y en general todo el entramado cultural que originalmente tenía la población invadida se va perdiendo, para adoptar los mismos procesos de la sociedad invasora. Así, hay dos escenarios: el de la conversión total por parte de los colonizados; o el del franco mestizaje, en el que los supervivientes adoptan la cultura invasora, pero mantienen elementos originarios de carácter puro o sincrético. En el escenario del mestizaje pueden ocurrir otros procesos, tales como el mantenimiento de la identidad a nivel subcultural por parte de los invadidos; la preservación contestataria de la identidad de los invadidos mediante expresiones de contracultura; o que los invasores tengan la impostura de realizar expresiones de apropiación cultural que originalmente habían pertenecido a la población colonizada, y que luego los invasores utilizan en exhibiciones esnobistas de ornato. Igualmente, en este escenario, nada garantiza la manutención de los derechos humanos para la población colonizada.
Integración. Quizá el menos común de los escenarios, pero igualmente probable. En éste, el invasor respeta la supervivencia del invadido, y no le impone ninguna hegemonía cultural, a cambio de que la población ocupada asuma la superioridad del invasor. Esto ocurrió, por ejemplo, en las campañas de conquista de Alejandro Magno, quien –como botón de muestra- al invadir Egipto, respetó a la casta faraónica, sus usos y costumbres socioculturales, a cambio de que él mismo fuera entronizado como faraón, asegurándose la obediencia del pueblo; igualmente, en la ocupación romana sobre Judea, el emperador (en vez de exterminar a los vencidos) les permitió que continuaran con su cultura, sus prácticas religiosas, y su modo de organización social, a cambio de obediencia política al imperio y la sujeción a un regente administrativo y militar. En este escenario persisten también los modelos de subcultura, contracultura, y apropiación cultural. en este escenario hay mejores perspectivas para la manutención de los derechos humanos de la población invadida, sin que eso sea garantía de nada.
Exploración. El menos posible, pero tal vez el más deseable de los escenarios. Aquí, la civilización más desarrollada en términos técnicos y bélicos se presenta no para ocupar ni invadir, sino sólo para mostrarse, hacerse visible, y explorar a la civilización más vulnerable con fines de estudio y de mayor comprensión de la vida en el cosmos, o con el objetivo temporal de acopiar recursos para luego retirarse. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con las actuales civilizaciones aborígenes en el Amazonas, pueblos que han permanecido sin contacto con la “civilización occidental” durante siglos, y a quienes la colonización de América no llegó a tocarles. Estas civilizaciones, actualmente existentes, han estado en riesgo, por ejemplo en Brasil, con los intentos evangelizadores; sin embargo, el consenso internacional se ha decantado por dejarles en paz y reservarles sus entornos naturales lo más posible. En este escenario, la vida de la civilización menos desarrollada permanece casi intocada y ocasionalmente se beneficia con los adelantos técnicos y culturales de la civilización visitante.
Así, en estos cuatro escenarios posibles en caso de una invasión extraterrestre, la suerte con la que podría correr la humanidad no sería tan distinta de la que otros pueblos de nuestra especie ya han padecido tenido antes. Esto no es para nada halagüeño ni tranquilizador, pero sirve para reflexionar cómo hemos construido nuestras actuales formas de coexistir y de habitar el mundo.
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