Quién soy yo para hablar de lo que puede ser o no normal
Quién eres tú para ser lo que nos gustaría ser a cualquiera
Quién garantiza el error para volvernos a equivocar
A dónde quieres llegar haciendo de lo estándar algo nuevo…
Lo tuyo no es normal – Fangoria
En conferencia de prensa, el titular del ejecutivo federal ha decretado la existencia de una “nueva normalidad”; es decir, el presidente le ha dado ese nombre a la estrategia de reinserción de lo que habíamos construido como cotidianidad nacional antes de la contingencia sanitaria.
En términos nominales, esta “nueva normalidad” nos espera en tres fases: la primera, a partir del 18 de mayo, implica el regreso a lo “cotidiano” en lo que el ejecutivo llamó “los municipios de la esperanza”; o sea, las más de doscientas localidades libres de contagios registrados, donde sus poblaciones retornarán a la escuela y al trabajo.
La segunda fase, del 18 al 31 de mayo, será de preparación para el regreso en el resto de las localidades del país, con protocolos de sanidad en espacios laborales y ampliación en lo que se ha dado en llamar “actividades esenciales”.
La tercera fase, a partir de junio en adelante, se constituye por un semáforo móvil aplicable a todo el país, cuya simbología de cuatro niveles alerta en rojo que sólo se ejercen actividades esenciales; en marrón, se suman algunas actividades no esenciales; en amarillo, se da la total apertura económica, con límites en el espacio público; y, finalmente, en verde, se ejercen todas las actividades.
En todos los niveles de este semáforo se mantiene la Sana Distancia y la recomendación de, en lo posible, quedarse en casa. Sin embargo, la nueva normalidad a la que nos vamos a enfrentar será, decididamente, distinta.
Para empezar, entre las “novedades normales”, regresaremos a un cotidiano en el que los militares tendrán a su cargo la seguridad pública, patrullarán las calles, y operarán como aparato de prevención del delito.
Otra “nueva normalidad” a la que nos habremos de acostumbrar, será a la cuesta económica. Como en las crisis de la segunda mitad del siglo pasado (muy de aquel PRI del que emanan el ejecutivo y su equipo), el crecimiento y el desarrollo estarán comprometidos, y las posibilidades de inversión pública se irán a proyectos faraónicos de cuestionable viabilidad.
También será “nuevo normal” el crecimiento delictivo, que incluso no se detuvo durante la contingencia, pero que, al reactivar la economía, volverá a florecer mediante crímenes no erradicados, tales como el secuestro, la extorsión, el cobro de piso, el robo en sus distintas formas. Este nuevo auge normal del crimen obedecerá a que, durante el impasse de la contingencia, no hubo trabajo de inteligencia policiaca para desarticular a las redes criminales.
Por otro lado, será normal salir poco de casa, planificar mejor los gastos, evitar las fugas de dinero, atenerse a la incapacidad de ahorro, modificar todos los hábitos de consumo, someterse a la precarización laboral a fin de mantener un empleo, limitar el contacto social o no censurar socialmente a quien lo haga.
También será “nuevo normal” el desarrollo creativo de las técnicas de enseñanza no presencial, y la posibilidad de que –en caso de nuevos brotes- haya irregularidad en los ciclos escolares. Esta parte de la contingencia tendrá un alto costo social al mediano y largo plazo, ya que –de por sí- el fracaso educativo nos ha erosionado bastante.
Otra de las cosas de la “nueva normalidad” que se pueden ver desde ya, y que va ligada al párrafo anterior, tiene que ver con el incremento de “tontos útiles” que operarán contra los procesos de ciudadanía y civilidad. Desde ahora mismo vemos poblaciones conspiracionistas, negacionistas, u hostiles con el personal médico y de salud. Esos “tontos útiles” serán el caldo de cultivo para lo que viene.
Viene, en la “nueva normalidad” el proceso de revocación de mandato, mismo que se verá gravemente afectado por la erosión de la ciudadanía crítica y participativa, por la militarización de la seguridad pública, y por la crisis económica. La historia ha sido especialmente didáctica para hacernos ver hacia qué modelos de ejercicio del poder se han orientado los países en situaciones similares.
Visto en un panorama general de carácter preliminar, la “nueva normalidad” no es muy distinta a una distopía. Y es, además, una “nueva normalidad” volátil: todo puede cambiar con un nuevo brote de contagios. Como fuese, esperemos que en esta nueva distopía, al menos, hayamos aprendido a lavarnos las manos y a comprar racionalmente el papel de baño.
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