He say I know you, you know me
One thing I can tell you is you got to be free.
Come together, right now, over me…
Come together – The Beatles
El pacto federal, como modelo de organización del poder, de la economía, de la administración, y de las fuerzas armadas, es una tradición política que nuestro país heredó del movimiento de independencia de Estados Unidos; y que consiste en la unión de varias entidades soberanas e independientes bajo un mismo pacto federal, ante el cual ceden una porción de soberanía para la construcción de una entidad nacional mayor.
Mucho se ha discutido sobre la aplicabilidad real de este modelo en la historia mexicana. Mientras que en Norteamérica el movimiento unificó en un pacto federado a 13 colonias distintas, cada una con cierta autonomía y una dinámica de poder propia; en México, el federalismo partió de una sola colonia única, subdividida en intendencias y provincias, que en conjunto unificado respondían al mismo poder virreinal.
A la caída del imperio de Iturbide, en los debates para definir si nuestro país podría ser una república centralista o federalista, se dieron respectivamente brillantes argumentos por parte de los entonces diputados Fray Servando Teresa de Mier y Miguel Ramos Arizpe. En esos debates se implicaba que el centralismo corría el riesgo de volverse autoritario, pero la que la federación debilitaba la cohesión política y administrativa de la nueva república.
Al paso de la historia, sobre todo en el porfiriato y en prácticamente todo el siglo XX, el federalismo como modelo de contrapesos entre las entidades y el poder federal, ha funcionado sólo nominalmente. El peso específico del poder ejecutivo de la federación ha absorbido mucha capacidad de decisión sobre la realidad nacional, y las entidades federativas han experimentado cada vez menos margen de autonomía. Esto se ha reflejado en dos aspectos básicos: la economía y las fuerzas armadas.
Respecto a las fuerzas armadas, gradualmente se han tendido políticas de operación policiaca (como el Mando Único) y militar (como la Guerra Contra el Narco de Calderón, o la Guardia Nacional de AMLO) que han erosionado la soberanía de las entidades en el tema del monopolio legítimo de la violencia pública, en aras de un control cada vez más centralizado en el tema de la operación táctica, estratégica, y de inteligencia, de los cuerpos armados a lo largo del país.
Respecto a la economía, la federación es la encargada de la recaudación mayoritaria; las entidades tienen poco margen de operación para recaudar e imponer tributación. Igualmente, los presupuestos de egresos de las entidades están supeditados a las participaciones federales que año con año se programan desde el poder federal. Esto ha derivado en una historia de cabildeo entre las entidades y la Federación que, con el tiempo, ha encumbrado a castas de la clase política que se han beneficiado con la intermediación en estos cabildeos.
Justamente a 200 años después de los debates que sostuvieron Teresa de Mier y Ramos Arizpe, los viejos temas de la cohesión nacional, del autoritarismo centralista, y del pacto federal, se vuelven a poner a discusión. Ahora, a dos siglos de las discusiones entre federalismo y centralismo, una tercera parte de las entidades del país cuestiona el autoritarismo centralista en el tema de la distribución presupuestal de la Federación ante un Poder Ejecutivo que en los hechos vulnera la soberanía de las entidades.
Los gobiernos de estas diez entidades coligadas en la llamada Alianza Federalista, pugnan por hacer válido el pacto federal, por ahora en el tema económico, y preparan una batalla legal ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación para hacer valer el peso de los estados federados en el poder omnímodo que ha representado la Federación, sobre todo en un contexto en el que el Poder Ejecutivo federal corre el riesgo de caer en el culto a la personalidad, en el blindaje a las voces críticas, y en la toma de decisiones unilaterales. Todos estos riesgos no son sólo privativos del ejecutivo federal, sino de toda la construcción de ciudadanía democrática nacional.
En 2024 se cumplen doscientos años de la primera constitución del México independiente, luego del imperio de Iturbide. En dos siglos, muchas cosas han pasado; entre ellas, las que sirven para redefinir el uso del poder central, de la democratización, la construcción de ciudadanía, la autonomía de las entidades en un pacto federal, y –en general- la vocación del poder en nuestra república civil.
@_alan_santacruz
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