En su reciente gira por el municipio de Moctezuma en San Luis Potosí, el presidente López Obrador, optimista como es, aseguró que “la estrategia económica que impulsa es eficaz y ya se ven ´lucecitas´ que indican que México está por salir del túnel”, y adelantó que a pesar de la crisis por la que atravesamos, “el país crecerá entre 4% y 5% en el 2021”. Solicitó a la población sacar fuerza del interior, mantenerse, ser optimistas y “dimensionar las cosas” (El Universal, Pedro Villa, 24-01-21).
La semana para México no ha sido sencilla; nuestro país quizá sea de los pocos en el mundo que mantiene una intensa discusión interna entre una parte significativa de su ciudadanía y su gobierno federal. Para iniciar se venía debatiendo acerca de algunos de los organismos autónomos respecto a la justificación de su existencia frente al poder del gobierno. El Instituto Federal de Telecomunicaciones, la Comisión de Competencia Económica, el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información, se vieron asediadas por la reduccionista y perversa visión del presidente López Obrador, respecto a la “austeridad” republicana y la innata vocación de su gobierno por la transparencia y su lucha contra la corrupción “heredada por el neoliberalismo” precedente. Esta discusión puso en alerta a un importante sector de la sociedad contra una oleada más del régimen contra las instituciones del Estado mexicano, que tienden a regular el ejercicio indiscriminado del poder, básicamente, del Ejecutivo. La lucha paso a un nivel bajo, pero ahí está, cada parte involucrada vela sus argumentos (armas) para el momento que sea propicio y necesario para dilucidar el asunto.
Sólo el miércoles 20, Joe Biden asumió el cargo de 46avo. Presidente de los Estados Unidos, meta alcanzada después de una lucha casi descontrolada con el magnate Donald Trump. Y todo cambió. Desde el punto de vista del presidente López, el trayecto a continuación de su propia administración se complicó sustantivamente. Los acuerdos tejidos con tanto anhelo y cuidado, casi de telaraña (por lo endeble, no por lo fino), se vieron complicados y comprometidos de principio. La visión de futuro que, por alguna extraña razón, coincidió entre López y Trump, se trastocó con la llegada del demócrata a la Casa Blanca. Apenas llegó Biden a la presidencia norteamericana, firmó una serie de disposiciones que se manifiestan a contrapelo de lo que el anterior presidente republicano impulsaba. Canceló el oleoducto de Keystone, que llevaría de Canadá a las refinerías del Golfo de México aceite que por sus características es altamente contaminante. También, en el marco de su Plan Verde de Reactivación Económica, con inversión pública y privada, acelerará la electrificación del parque vehicular en un futuro próximo; asimismo, convoca a los empresarios al desarrollo y difusión de nuevas tecnologías energéticas. Todo ello de la mano del regreso de EU a los foros atentos al cambio climático, como el Acuerdo de París, y los compromisos y obligaciones de las naciones respecto al tema.
Lo anterior pondrá al gobierno de la 4T del presidente López a recalcular sus proyectos de la refinería de Dos Bocas, para procesar un producto energético condenado a su inminente desaparición y confinación; asimismo, deberá pensar con una actitud diferente y pragmática, el tema de las energías limpias, eólica, fotovoltaica, mareas, etcétera, así sea obligado por los términos del T-MEC, en detrimento de su obsesión petrolera representada por Pemex y carbonífera de la CFE, de su “amigo” Manuel Bartlett.
También Biden cancela permisos de su antecesor para la explotación minera, petrolera y forestal de sus bosques nacionales y terrenos federales, en beneficio de la protección de su medio ambiente interno; mientras que López persiste en su destrucción de manglares, bosques tropicales, y de ecosistemas completos, en aras de su capricho denominado Tren Maya. En fin, lo que se avecina en el corto plazo, es una función de pulsadas entre el regreso de un gobierno demócrata profesional, como muchos analistas lo describen, y nuestro titubeante y errático gobierno de la 4T.
Por si no fueran suficientes los dolores de cabeza y preocupación para los mexicanos, la semana que concluyó fue devastadora en los términos que la pandemia le ha propinado al país. Desde el pasado miércoles los decesos han sido muy consistentes al mantener un promedio de más de mil personas fallecidas. Los hospitales de al menos 10 estados del país están en una situación crítica, el personal médico (médicos y de enfermería), el auxiliar (camilleros, ambulancias, administrativo y de intendencia), está agotado física y anímicamente; los medicamentos y el oxígeno, se han vuelto inalcanzables para la población. Los contagios no dejan de rondar sobre los 20 mil cada 24 horas, y ya alcanzamos 150 mil muertes, en medio de un sistema de salud rebasado y un endeble programa de vacunación que de partida ha fallado de manera estrepitosa.
El gobierno del presidente López se ha refugiado en una burbuja de “optimismo” basado en sus propios datos, frente a media docena de opiniones (AmCham, BM, BBVA, OCDE, FMI, CitiBanamex) que mantienen la perspectiva de crecimiento entre 3% y 3.6%, él asegura que creceremos al 5%. Sí en las condiciones “normales” del año inicial de su administración, 2019, el desempeño de la economía con base en su estrategia transformadora, no logró un mínimo crecimiento positivo, dejando a la economía mexicana en un decrecimiento claro; hoy, con la pandemia en su punto más álgido, con diez Estados en semáforo rojo, y otros tantos a punto de regresar a ese temido color, sanitaria y económicamente hablando, no entendemos cómo será posible asumir ese optimismo presidencial. Quizá sea un poco de regalarnos a los mexicanos un empujoncito a nuestra alicaída realidad, porque el panorama no se ve sencillo. Así que consideramos que el presidente debe repensar el mensaje de Moctezuma, SLP, y redireccionarlo a sí mismo, que deje de confundir las posibles luciérnagas que se metieron a su túnel con las “lucecitas”, sacar fuerza de su interior, no perder su optimismo, ponerse a trabajar y, seriamente, “dimensionar las cosas”.




