I put on some make-up, and turn on the tape deck.
And pull the wig back on my head.
Suddenly I’m Miss Midwest Midnight checkout queen,
until I head home, and I put myself to bed…
Wig in a box – Hedwig and the Angry Inch
La Red Nacional de Consejeras y Consejeros Electorales por una Democracia Incluyente, Renacedi, es una Asociación Civil integrada por Consejeras y Consejeros de 29 de los 32 Organismos Públicos Locales Electorales (OPLE), con el objetivo de trabajar en la consolidación de una democracia incluyente, que garantice los derechos de los grupos minoritarios e históricamente vulnerados, así como su participación y representación en la política. Esta red, conformada en 2019, trabaja desde entonces para incorporar a los grupos minoritarios al ámbito público, mediante foros, conferencias, y demás actividades de difusión. Si quieren conocer más sobre la Renacedi, hay información en este enlace: https://marcajelegislativo.com/consolidando-una-democracia-incluyente
Así, entre otras acciones que actualmente se encuentran trabajando durante este proceso electoral, Renacedi propuso una mesa de diálogo sobre la inclusión de las identidades trans en los procesos electorales. Gracias a la generosa invitación del Doctor Marco Iván Vargas Cuéllar, Consejero Electoral en el OPLE de San Luis Potosí, este 24 de febrero participé en dicha mesa junto con la también consejera de Aguascalientes Diana Cristina Cárdenas, para escuchar a la activista Susan Keppler Muñoz, sobre cómo la representación política y la integración afirmativa de la comunidad LGB –y específicamente la Trans- son una necesidad imperante en cualquier democracia. En esta emisión de Memoria de Espejos Rotos comparto algunas notas con las que pude participar en esa charla. El video de la sesión se encuentra disponible en el enlace:
https://www.facebook.com/watch/live/?v=878324799667462&ref=watch_permalink
Para comenzar, una disculpa. Es poco, y más bien prescindible, lo que un hombre cisgénero y medianamente heterosexual pueda aportar a la discusión sobre la representatividad política de las identidades trans en los procesos electorales. Ese es un tema que compete más bien a los órganos electorales, a las asociaciones de la comunidad LGBTTTI, y a las propias personas transgénero que, cuesta arriba, han ido labrando camino para lograr visibilidad y representación política. Sin embargo, la invitación que gentilmente me extendió la Renacedi, obedece –entiendo- a la perspectiva del análisis político y electoral que este tema implica. En ese sentido, entonces, va la participación en el diálogo comentado.
A pesar de que debiéramos dar por sentado el cumplimiento del Párrafo Quinto, del Artículo Primero, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en el que se asienta el principio de No Discriminación, así como el evitar la anulación o menoscabo de las libertades y derechos de las personas; la realidad es que ésta es una enunciación nominal. En los hechos, nuestras taras sociales ligadas a la homofobia, al clasismo, al racismo, y a la misoginia, siguen imperantes como costumbres y normas no escritas en las dinámicas de coexistencia. Eso, por supuesto, tiene una resonancia en la representación política y en la participación de todos los colectivos y grupos –especialmente los minoritarios y los históricamente vulnerados- a la hora de repartir el poder público mediante elecciones y erección de gobiernos y administraciones.
La consecuencia obvia de esto es la invisibilización, y de ésta se deriva la anulación; no sólo en lo político, también en lo económico, en lo doméstico, en lo social, y en la aplicación pragmática de lo jurídico. Anular a personas por condiciones propias de su contexto o de su identidad es una falencia grave para las democracias; es, de hecho, el escenario en el que anida el huevo de la serpiente que da origen a los fascismos (sean de derecha o de izquierda) y a las ideologías totalitarias con las que se excluye a la otredad.
La existencia de las identidades trans no es algo que esté a debate, ni es algo sobre lo que haya cabida a la opinión, del mismo modo que uno no puede debatir ni intentar controvertir con opiniones a factuales evidentes como la demografía o la estadística poblacional, o la matriz de opresiones basadas en el género. Dicho de otro modo, las identidades transgénero existen, independientemente de lo que se opine sobre ello. En tal sentido, las identidades transgénero deben, por necesidad, tener representatividad política; las personas transgénero deben, por necesidad, ocupar cargos de poder en equidad de condiciones con las personas cisgénero; las juventudes transgénero deben, por necesidad, tener referentes afirmativos que les fortalezcan el derecho a la libre configuración de sus propias identidades, en consonancia con los Derechos Humanos elementales.
Lo anterior es tan obvio, que pareciera que no fuese necesario un foro o una mesa de diálogo para plantear el asunto. Sin embargo, lo es. Nuestras taras, nuestros rezagos históricos, nuestra crianza ligada a los catecismos y a los rancios atavíos, nuestra formación sociocultural chata, miope, retrógrada, y altamente representada en lo político, hacen que mesas así, foros así, sigan siendo necesarios no para discutir el tema, sino para aportar argumentos que aclaren las posturas más nubladas, que otorguen voz a quienes han padecido históricamente esta vulneración de ser invisibilizados y anulados en el reparto del poder democrático. Es pues, penosamente necesario seguir hablando de esto.
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