En la partida de ajedrez electoral que inició desde septiembre del año pasado, el movimiento político que encabeza el presidente López Obrador no ha dejado de operar y funcionar como un jugador principal en el proceso. Eso sí, desde el principio eligió jugar con las piezas blancas para tener, desde la apertura, la primera jugada, el planteamiento de la iniciativa y, por supuesto, el ataque. A la oposición, toda, obsequiosamente, le correspondió jugar las piezas negras, y desde el comienzo de la partida la ha mantenido bajo un feroz ataque desde las mañaneras, las dóciles mayorías (mascotas) legislativas (Diego Fernández dixit) y sus iniciativas legislativas, los proyectos magnos, los programas sociales (distribución de recursos públicos en metálico y a través de sus Siervos de la Nación o de plano a través de las brigadas morenistas).
Si bien es cierto, el presidente desde su arribo a Palacio Nacional, en el marco de su apertura, no olvida la partida de ajedrez, ha ido acumulando poder en su persona, desmantelando instituciones, acorralando y expulsando a todo aquel funcionario o servidor ajeno a su voluntad, incluso, avanzando sus piezas y tratando de copar el centro del tablero nacional con sus incondicionales y también, (¡ah, porque puede!) con sus ocurrencias, confiado en su iniciativa y potencia, manteniendo un agresivo asedio a aquellas instituciones a las que no ha podido someter o erradicar, pero, esta es la parte nodal del argumento que nos motiva, aún con todo su personal y centralizado poder. Ciertamente requiere de un grupo de aliados estratégicos a los cuales pueda controlar a través de cualquier argumento, pero es por demás evidente, que el principal de ellos es el presupuesto, aderezado con algunas disposiciones o acuerdos que su cargo le permitan.
Prácticamente desde su arribo a la presidencia, el Rey López, acercó a su entorno algunas piezas útiles y fundamentales para su proyecto político de la 4T y su trascendencia sexenal, y tal como los identifica Enrique Quintana en su columna Coordenadas de El Financiero del domingo 21, y que reconoce, de ese mar de los 30 millones del 2018, a aquella población dedicada a actividades informales o de plano marginada como una masa aliada y dúctil a su voluntad (y apoyos económicos); a los militares y sus élites “institucionales”, a través de nuevos y más amplios privilegios, y, por supuesto, un enorme presupuesto con amplia discrecionalidad en su ejercicio, y claro, con la posibilidad siempre disponible de “reservar” la información por motivo de “salvaguardar la seguridad nacional”. Y, finalmente, la estructura del liderazgo sindical tradicional del sector laboral del país. El Rey López, ataca un día y otro también, a los que él reconoce como sus adversarios, sus enemigos jurados, a saber, los conservadores, la mafia en el poder (hasta antes de su llegada, claro) o la clase neoliberal adicta al gran capital y sus privilegios, olvidando, convenientemente, a los viejos y poderosos dirigentes sindicales, necesaria contraparte de la clase patronal que tanto molesta y ofende al Rey López, pero con sus mismos privilegios y potestades económicas. Basta con apreciar la “merecida jubilación” de Romero Deschamps.
Así, no puedo dejar de reconocer, junto con el maestro Quintana, el poder que tienen esos tres aliados del Rey y su 4T: los informales o marginados, los militares y los sindicatos corporativos tradicionales. Los primeros se llevan miles de millones de pesos en “apoyos” económicos en numerario, dicen los legos, a través de los programas sociales del Bienestar cuatrotero, Jóvenes construyendo el futuro, Sembrando Vida, Pensión para Adultos Mayores, Pensión para Población con Discapacidad, Niñas y Niños, Becas Benito Juárez, Tandas para el Bienestar, etcétera.
Por lo que respecta a los militares, López ha decidido escalarlo en la pirámide del poder público nacional, y en la escalera del proyecto de la 4T, al asignarle una serie de tareas y atribuciones, que van más allá de las facultades que expresamente les confiere la Constitución, aunque sabemos que a AMLO las leyes y la Carta Magna del país, poco le significan. Así, los militares hoy están a cargo de la construcción del aeropuerto civil “Felipe Ángeles”, la construcción de importantes trayectos de lo que será el “Tren Maya”, la construcción de 2,700 sucursales del Banco de Bienestar así como de los cuarteles de la Guardia Civil; además, son responsables de la distribución de los libros de texto gratuitos, manejo de pipas para la distribución de combustible; atención y contención del flujo de migrantes; apoyo al programa de Jóvenes construyendo el futuro; atención sanitaria y administración de hospitales en el marco de la emergencia sanitaria del Covid 19. Vamos, hasta serán los propietarios, según palabras del titular de Fonatur Rogelio Jiménez Pons, del Tren Maya y del Corredor Transístmico, para garantizar, su no privatización. Já.
Finalmente, el Rey López determinó conservar intacta la estructura del viejo poder sindical del país, y garantizar así su colaboración y apoyo en el proceso electoral que se avecina. El control corporativo del siglo pasado sigue siendo útil para el proyecto transexenal lopezobradorista. La lógica de apoyar el fortalecimiento del salario mínimo nacional no tiene un espíritu promovente de la justicia social, ni de la reivindicación de la clase obrera mexicana, no, su propósito, como todo lo que hace el Rey está enmarcado por un interés político electoral. Nada más.
Todo este interés mueve las piezas blancas en esta partida de ajedrez que tendrá su cierre en las campañas electorales de abril y mayo, y su culmen en los resultados que se logren el 6 de junio, particularmente la composición de la Cámara de Diputados y la nueva mayoría.
Enfrente, las piezas negras, tienen un doble reto. Hacia afuera, enfrentar el ataque de las blancas de la 4T, y hacia adentro ponerse de acuerdo entre todas las manos y cabezas que mueven las piezas de la oposición. La pandemia está pasando a un segundo plano, con todo y las casi 200 mil muertes, pero la vacunación será clave en los resultados electorales, y quizá pueda ser de jaque ¿mate?
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