A Edgar Allan Poe no le gustaban las novelas, prefería ejercer de manera brillante su talento literario en cuentos y poemas, quizá porque como creador creía en algo que describió como unidad de efecto o impresión, consideraba que para que un texto lograra exaltación alguna en el alma del lector, debía tener la extensión precisa para poder leerse en una sola sentada, “Si se me pidiera designar la clase de composición que, después del poema tal como lo he sugerido, llene mejor las demandas del genio, me pronunciaría sin vacilar por el cuento”, de un solo golpe, que ganara por nocaut como describe Julio Cortázar al cuento, o como creen algunos que se debe ganar un debate político.
Sobre el cuento, Cortázar dijo que “que el combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento gana por knockout. Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases”; en otro texto, el autor de Rayuela se refirió a su labor como escritor así: “El buen cuentista es un boxeador muy astuto, muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando las resistencias más sólidas del adversario”. Para quien considera que en un debate político se enfrentan los candidatos de la misma manera que dos en un ring, está queriendo reducir la campaña a un encuentro en donde las posibles intervenciones se equiparan al número de rounds de una pelea y el político debe acudir con una estrategia capaz de derrotar al contrincante de manera contundente.
Insisto, los debates no se ganan, sólo se pierden. Los debates deben ser considerados como uno de los momentos de la campaña, pensarlo como un elemento más del trabajo que se hace en tierra con las estructuras y el partido, la propaganda, las concentraciones masivas y la difusión a través de los medios de comunicación.
Los debates son la oportunidad de, como candidato, tener la oportunidad para exponer a un segmento del electorado, la capacidad de síntesis, las propuestas y las promesas, así como un atisbo a los cómos; quien decida presentarse a un debate para resumir el diagnóstico, pierde su tiempo.
Los estrategas políticos y los mercadólogos le temen a los debates porque exponen al candidato, se ve obligado a demostrar que cuenta con diversas características, que tiene ideas, y como eso no se puede reducir a una imagen, se han inventado que el aspirante que vaya a la cabeza de las encuestas o preferencias electorales, no debe acudir a los debates porque sólo será atacado por sus adversarios; y como no se puede demostrar que los debates sean factor indispensable para el triunfo o la derrota en las urnas, se convencen con esa mentira para aconsejar que no se asista a los debates. Es falso el argumento, porque reducen a un solo momento la campaña.
Una campaña se gana por acumulación de puntos, por el reconocimiento que logra la candidatura, por las afinidades que consiga despertar entre los votantes y cómo logre convencer a los electores de la pertinencia y capacidad para gobernar; en esto último, además de la emoción, sí inciden las ideas y propuestas, una parte de la percepción favorable que le otorga el triunfo a un candidato es cuando, ante la boleta, quien vota recuerda el momento en que logró entender cómo lo beneficia una propuesta de política pública.
Sí se puede comparar a las campañas con el box, los debates son sólo un round, se debe ganar al contrincante sin saltarse ningún episodio.
Coda. Hoy es el primer debate ciudadano organizado por el sector empresarial, esta es la oportunidad de las cinco candidatas, Teresa Jiménez, Martha Márquez, Anayeli Muñoz, Natzielly Rodríguez, y Nora Ruvalcaba, de convencer al ciudadano y sumar puntos, no de ausentarse de la atención de los electores.
@aldan




