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viernes, diciembre 5, 2025

Cuarta edición del Día Mundial de la Ópera/ El banquete de los pordioseros 

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No sé qué opines amigo melómano, pero me queda claro que independientemente de que exista oficialmente el “día de algo”, de lo que sea, con el fin de conmemorarlo, la importancia de ciertos eventos, acontecimientos o expresiones artísticas están mucho más allá de una conmemoración anual. Y lo digo porque después de más de 400 años de existencia, a partir del 25 de octubre del año 2019 se conmemora oficialmente el Día Mundial de la Ópera, es decir, tuvieron que pasar cuatro siglos para que se dedicara un día al que con todo merecimiento es considerado el arte total, porque de hecho lo es.

Esta oficialización está avalada por organizaciones internacionales como Ópera Europa, Ópera América y Ópera Latinoamérica y se decidió que este día conmemorativo debe ser el 25 de octubre de cada año por coincidir esta fecha, aunque de diferentes años con el natalicio de George Bizet en 1838 y Johann Strauss en 1825, ambos compositores de ópera y operetas entre otras cosas, Bizet tiene, por ejemplo, un fuerte sustento en la música orquestal no necesariamente escénica, pero de cualquier manera, y ante esta coincidencia, se ha considerado el 25 de octubre de cada año como el Día Mundial de la Ópera.

Lo peor que pudiera sucedernos es esperar que llegue este día para escuchar ópera, es como cuando se cumplen años del aniversario luctuoso de John Lennon, por ejemplo, cada 8 de diciembre escuchamos carros en la calle escuchando música de él como solista o a The Beatles, bueno, hablo de lo que yo he visto, me he dado cuenta   frecuentemente que en varios días 8 de diciembre hay autos que desde su interior se escucha la voz de Lennon cantando: “There are places I remember…”, y sí, definitivamente esto sería muy lamentable, tener que esperar al próximo 25 de octubre para escuchar ópera cuando en realidad, creo yo, este lenguaje musical debería ser música de cabecera, y es que la ópera es tan abundante que el repertorio resultaría inagotable en toda nuestra vida.

En todo caso, que cada 25 de octubre nos sirva para hacer una reflexión sobre el tema, o generar programas de difusión y apoyo a la ópera, para buscar nuevas sedes para el canto operístico, de involucrar a más personas con la belleza del canto lírico, muy especialmente de convencer a las autoridades, a aquellos que toman las decisiones, que invertir en ópera no es un gasto, sino una inversión destinada a colaborar con el saneamiento social, o bien el de rescatar algún tipo de repertorio que ha sido injustamente olvidado, pero principalmente en impulsar y estimular, incluso económicamente, a la creación, composición de óperas, buscar un terreno favorable, fértil, para los compositores contemporáneos a la creación y renovación del lenguaje operístico. Claro, también al fortalecimiento y consolidación de festivales que buscan, además de la expresión artística, la formación académica de jóvenes estudiantes de música en los desbordantes e insuperables encantos del arte total. 

Si recordamos, y lo menciono solo como antecedente histórico, la ópera surge durante el Renacimiento, cuando un grupo de artistas de Florencia, Italia recordados como la Camerata Florentina o la Camerata de Bardi, por reunirse en uno de los salones de Giovanni Di Bardi, hacen surgir eso que hoy identificamos como ópera, esto como consecuencia de buscar la reivindicación de la música que consideraban ya contaminada por formas musicales propias de su época y se había desvirtuado en su concepto original, la solución era buscar la pureza en las formas en la música de la Antigua Grecia, la gloriosa Hélade. El estudio de la tragedia griega los lleva a suponer que el corifeo, ese grupo de actores y cantantes que se situaban en el centro del escenario, en ese tiempo llamado orchestra, y que su participación era cantada, aunque el resto del libreto de la tragedia fuera recitado, de hecho aquí podemos encontrar el origen del coro como lo conocemos actualmente. Todo este estudio y el compromiso de reivindicar a la música con su pureza original hace que poco a poco,  y quizás casi de manera imperceptible, surgiera eso que hoy conocemos e identificamos como ópera.

Pues sí, tuvieron que pasar poco más de cuatro siglos para que finalmente se designara un día, en este caso el 25 de octubre de cada año, como el Día Internacional de la Ópera, y como sabemos, esta celebración se realiza desde el año 2019, es decir, es un evento nuevo, por lo que todavía es muy temprano para evaluar si ha cumplido con las expectativas y con el fin para el que fue creado, es cosa de tiempo, pero mientras el arte en todas sus generosas expresiones, la música académica en general, la ópera de manera particular se sigan considerando como bonitos accesorios en la vida cotidiana, esto habrá fracasado, todos los días conmemorativos de algo, de lo que sea, de la sensibilización del cáncer de mama, del adulto mayor, del niño, de la madre, de lo que se nos ocurra, si no cumple una función de crear conciencia, habrá sido en vano, es como cuando el día de la madre le regalan a mamá un aspiradora para facilitarle el trabajo doméstico, eso que erróneamente se considera como su obligación, es decir, no hay conciencia real de lo que significa y representa ser madre. Exactamente así sucede con el arte, en este caso particular con la ópera, en tanto sigamos creyendo que el arte, que el canto lírico es algo de lo que podemos prescindir sin el menor problema, ningún día conmemorativo tiene sentido.

Larga vida a la ópera, el arte total.

 

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