Desde la primera intentona de Andrés Manuel López Obrador por alcanzar la presidencia de la República en 2006, los medios de comunicación ya destacaban la que sería en adelante la actitud del candidato de la coalición Por el bien de todos, que en ese entonces encabezaba el PRD. En su número 1539 del 30 de abril de ese año, la revista Proceso publicó un texto titulado “La estrategia soy yo”, y que desde entonces marcaría el espíritu de la personalidad del hoy presidente de la República y líder el movimiento de regeneración nacional hoy conocido como la Cuarta Transformación o 4T.
Ya con el poder político bajo su mando y control, en el marco de la mañanera del 29 de noviembre de 2021, (otra vez) la revista en mención publica un nuevo artículo que desataría la ira del presidente, ahora con el título de Yo, el popular del consultor Luis Costa Bonino, cuyo contenido seguiría por el rumbo del citado más arriba, sólo que éste ponía énfasis en el espíritu polarizador de López Obrador, y el carácter monocromático de su visión política, todo es blanco o negro, bueno o malo, conmigo o contra mí. Costa Bonino, asesor electoral de López Obrador en 2012, considera que el presidente es un generador de polarizaciones “que divide el universo político mexicano entre el bien y el mal”, y que coloca en esta segunda opción a todos los que no comparten su discurso.
Desde su arribo a la titularidad del Poder Ejecutivo en México, López Obrador se aplicó para dejar claro, a propios y extraños, que para el país no había otra alternativa que la “transformación”, ningún proyecto de nación tendría cabida, la “Cuarta Transformación” era El Proyecto y punto. Sin embargo, ya en la práctica de gobierno, descubrió que la terca realidad confabulaba para no dejarle ni el espacio ni el tiempo suficientes para gobernar el país y encarnar la “transformación” del mismo. El propio AMLO al calibrar los “avances” de esta última, tuvo que aceptar que no lograría su propósito en los escasos cinco años y diez meses que tendría en sus manos el uso pleno del poder, así que, a principios del año pasado, destapó de entre sus fieles a los que él consideraba meritorios para sucederlo y continuar Su Proyecto: las corcholatas.
López Obrador, al revisar el entorno de sus colaboradores políticos, no encontró uno con la fuerza y carisma necesarios para encabezar la sucesión. Esta situación lo tiene hoy sumamente preocupado, calibrando los resultados del proceso electoral del 2021, cuando su propia lectura, le indicaba que estaba en la cúspide de su poder “transformador”, de tener la mayoría calificada en ambas cámaras del Poder Legislativo, y con la aparición de la coalición electoral Va por México, la 4T perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, y, al sacar de la baraja de “corcholatas” al presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, Ricardo Monreal, el panorama le propone a su vista grandes y negros nubarrones hacia el 2024.
Este año que apenas inició hace escasos 15 días, le ha dado al presidente una serie de dolorosas lecciones anticipándole cómo serán los próximos 11 meses antes de entrar de lleno al proceso sucesorio del año venidero. El 2 de enero el Tribunal Federal de Justicia Administrativa eligió al magistrado Guillermo Valls Esponda, quién se reconoce con una posición independiente al proyecto oficial de la 4T, lo que generó tranquilidad entre los mexicanos con relación al Poder Judicial Federal.
Ese mismo día, por su parte, los once magistrados integrantes SCJN eligieron a quién, entre los cinco candidatos: Yasmín Esquivel Mossa, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Javier Laynez Potisek, Alberto Pérez Dayán y Norma Lucía Piña Hernández, presidiría la Corte y el Consejo de la Judicatura Federal hasta el 2026. Es del dominio público que la candidata “oficial”, la magistrada Yasmín Esquivel, se encontró envuelta por el escándalo del plagio de su tesis de licenciatura, mismo que ha sido ratificado por las autoridades correspondientes de la UNAM, aunque, muy a su estilo, responde el presidente que eso es “politiquería”; así, finalmente, resultó designada la magistrada Norma Piña Hernández, a quién también se le reconoce con una posición independiente frente al proyecto político del oficialismo.
Abonando a este contexto, el Metro de la Ciudad de México, ha sufrido tres accidentes con víctimas mortales en la administración de la corcholata favorita, Claudia Sheinbaum. Sólo había ocurrido uno en toda la historia previa del Sistema de Transporte Colectivo. La respuesta oficial (4T, López Obrador) es llevar a la Guardia Nacional al Metro, porque “sospechan” sabotaje. La victimización ha sido una estrategia exitosa de López Obrador, ahora replicada por todos sus colaboradores. Puesto que todas sus políticas fracasan, lo único que les queda es escurrir el bulto, culpar a otros y tratar de ganar convirtiéndose en víctimas. (Schettino, Macario, El Financiero)
Y, en el plano electoral, tema preferido del presidente, los procesos electorales de Coahuila y Estado de México, se le están complicando al Proyecto de la Cuarta Transformación o a “ya saben quién”. La lucha intestina del norteño estado se enredó con la rebelión del ya ex subsecretario de seguridad pública federal Ricardo García Berdeja, y su postulación por el PT ante el candidato oficial, el senador morenista Armando Guadiana. Adicionalmente, el partido verde anunció que presentará su propio candidato. ¿O sea?
En el Estado de México, la coalición Va por México, anunció la formación y registro ante el IEEM, incorporando a esa agrupación al partido Nueva Alianza en el estado, que se suma al PAN, PRI y PRD. Lo singular de esta coalición es otra rebelión en la 4T.
El resultado de todo esto es que aquella fortaleza de “La estrategia soy yo” o de “Yo, el popular” o el proyecto, la 4T, soy yo, está mostrando fisuras al final del trayecto. Gobernar el país puede esperar, la salud, la inseguridad, la economía, la educación, deben aguantar, hay prioridades en la 4T. Acentuar la polarización entre los mexicanos, elevar el rating de popularidad, son la prioridad.
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