En la entrega anterior señalé que «hemos vivido en un analfabetismo ambiental del que urge que salgamos» y que para ello podemos usar criterios éticos y morales que impliquen tomar conciencia de lo que hacemos y cómo, más que por estar vigilados y evitar una penalización o la censura, lo que mostraría que la persona que así actúa está estancada en el nivel preconvencional (estadios 1 y 2) que es el más bajo del crecimiento moral, es decir, continúa comportándose moralmente como un niño de 10 años. Al pasar al nivel convencional (estadios 3 y 4), las personas ya han superado la etapa egoísta y tienen la capacidad de adoptar la perspectiva de todo el sistema social, lo que significa que su conducta no se basa en el mero capricho impulsivo, sino en la trascendencia de su actuar y su impacto en el colectivo del que forma parte, es decir, cómo puede beneficiar o perjudicar a otros con lo que hace; digamos que comienza a comportarse como adulto. Estos niveles y estadios pueden alcanzarse de manera natural simplemente asumiendo la responsabilidad que como seres sociales tenemos con nuestra comunidad.
El nivel de crecimiento postconvencional implica contar con un mayor sentido moral que permite a las personas adoptar una posición relativista en situaciones específicas. Entendemos en filosofía por relativismo una forma de pensar y actuar que no reconoce la existencia de la verdad y el bien como absolutos, sino que dependen de las circunstancias y de las personas, ya que son quienes deciden qué es verdad y qué no o qué está bien y qué no, bajo circunstancias concretas y producto de una seria reflexión que permita discernir la decisión o camino de acción que va a seguirse, así como su impacto. El movimiento Chipko es un buen ejemplo de este nivel. Éste también es conocido como «movimiento abraza-árboles» y se practicó en la India en la década de 1970 (aunque al parecer su origen se remonta a varios siglos atrás) y tuvo como objetivo ofrecer resistencia a las acciones destructivas de grupos madereros que estaban acabando con los bosques de los que dependían las comunidades, especialmente las mujeres, en el medio rural. El Movimiento Chipko estaba integrado por mujeres que se abrazaban y ataban a los árboles para ofrecer resistencia a las acciones destructivas de los grupos madereros y, desde entonces, se ha caracterizado por ser una estrategia con la que se persiguen fines de carácter social y medioambiental a partir de la resistencia no-violenta y la desobediencia civil. ¿Cuál es el papel del relativismo en estas acciones? En que, mientras para los empresarios y esposos de las mujeres de estas regiones cortar árboles era algo normal y económicamente rentable, o sea bueno, por lo tanto, legal y moralmente aceptado; para las mujeres era un atentado a su vida, a su origen, al sustento familiar, por lo que debían impedirlo, y la única manera de conseguirlo fue oponiéndose a sus maridos y poner en riesgo sus propias vidas porque veían en ello un bien mayor que el mero valor monetario. En pocas palabras, la desobediencia puede considerarse como algo incorrecto, pero cuando obedecer conduce a una acción inmoral, como acabar con bosques y dejar sin sustento a comunidades enteras, es mejor adoptar una postura relativista con el objetivo de evaluar el bien o mal que conllevaría cumplir con la regla o práctica acostumbrada realizando un análisis racional previo.
Las personas que alcanzan este estadio no se oponen o relativizan todo convirtiéndose en anarquistas; más bien, cuestionan, razonan y valoran el resultado moral, real o potencial, de sus acciones y las de su comunidad. Este nivel es claramente alcanzado por todos los activistas, sin importar la causa (ambiental, política, derechos humanos, …), quienes han logrado entender que «la ética puede estar en desacuerdo con la moral» como lo señaló el Dr. Ruy Pérez Tamayo en una entrevista ofrecida en 2016 (https://n9.cl/gumal), en otras palabras, no siempre deben seguirse las reglas o costumbres, por más enraizadas que estén; sino abonan al bien, lo mejor es buscar otras alternativas o erradicarlas.
Podríamos suponer que cualquier adulto alcanza el nivel posconvencional, pero no es así, la mayoría se queda en el nivel convencional guiados por la educación y costumbres tradicionales que les impiden ver más allá de lo que está preestablecido y no se atreven a contradecirlo, o por mero egoísmo atendiendo sólo sus propios intereses. Si trasladamos esto a la conducta de las empresas, en este nivel se encontrarían muchas de ellas, comenzado con las petroleras, la industria de la moda, las ganaderas y las inmobiliarias. Por si esto no fuera poco, en el documental La corporación, se establece una analogía entre el perfil psicológico de algunas de las corporaciones más grandes del mundo y la patología de un psicópata, dando como resultado que existe una gran semejanza entre ambos.
De acuerdo con el estudio en el que me estoy basando, el nivel 6 es un estadio reservado casi exclusivamente para los filósofos, ya que no juzgan la moral sólo con base en el cumplimiento o incumplimiento de las normas, sino de deberes morales categóricos, es decir, reflexionan, analizan y justifican el por qué y el para qué de las normas, su sentido y razón de ser. Sin negar lo anterior, creo, no obstante, que también es responsabilidad de este gremio orientar a cualquier persona a alcanzar este estadio; de hecho, en los cursos de ética profesional que impartimos los profesores del Departamento de Filosofía en la UAA, se hace reflexionar a los estudiantes sobre su responsabilidad social como profesionistas y que no deben de ver su ejercicio profesional sólo como un medio de subsistencia, sino como una gran oportunidad de servir a su comunidad y no sólo desde el ámbito en el que se formaron. Es por ello que en el programa se incluye una unidad de ética práctica en la que se revisan algunas ramas de ésta, entre ellas la Ética Ambiental y su importancia actualmente. Se espera que con este curso los alumnos desarrollen la capacidad de análisis del actuar humano y por qué éste es necesario en sus respectivos ámbitos profesionales.
Para concluir esta serie de entregas me gustaría pensar que los lectores que las han leído podrán tener una visión distinta del crecimiento moral y cómo éste requiere ser inculcado, guiado y orientado, ya que no es connatural de nuestra especie; además, que podemos mejorar, sin importar la edad, nuestros criterios morales si nos lo proponemos y contribuir con ello a contar con una mejor humanidad preocupada, sí por los suyos, pero capaz también de ver por otros, e incluir en sus criterios morales a otras especies y el mundo natural.




