Opciones y decisiones
El silencio sobre la guerra que sí existe
Estamos conversando sobre “la guerra arancelaria” que anunció Donald Trump el pasado 02 de abril 2025, desde el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca; al día de ayer se empiezan a mover tácticamente las fichas en las mesas de estrategia más beligerantes. Trump suspendió los aranceles durante 90 días para los países que no tomaron represalias, incluyendo la mayoría de los países asiáticos, con excepción de China, país al que le impuso ahora un arancel acumulativo del 125% sobre sus productos. El anuncio, publicado en redes sociales el miércoles por la tarde, disparó las acciones. Pekín había respondido previamente a los nuevos aranceles radicales de la administración, elevando sus aranceles sobre los productos estadounidenses al 84% (Fuente: Linkedin Noticias. Guerra arancelaria China y EE. UU. Elizabeth Palacios).
La segunda previsión, citada, fue alusiva a China, la más afectada. China, el segundo mayor exportador a EE.UU. después de México, enfrentará ahora un arancel del 54 % y prometió contraatacar. Canadá y la UE, también importantes socios comerciales, están preparando contramedidas. (Cfr. ut supra, Bloomberg Línea). Donald Trump anunció que suspenderá durante 90 días la aplicación de aranceles recíprocos “adicionales” a decenas de socios comerciales, al tiempo que elevará los aranceles a China hasta el 125%.
Hasta aquí, se conserva y sigue la nomenclatura de “guerra” que Trump escogió para acentuar el dramatismo de la acción “universal” que iba a emprender. Pero, como era previsible, se topó con un adversario muy tozudo y de ninguna manera dispuesto a doblegarse (“doblarse” ante el poderío de la potencia mundial que ahora él lidera). Su expresión lingüística, no obstante, ha tomado un curso bastante rudo y hasta vulgar y soez. Desprecia con singular desdén a los países que ya “se doblegaron”, pues están manifestando su urgencia por “negociar” con él, a fin de obtener acuerdos menos lesivos para su economía y nivel de desarrollo. A esos países se refiere con su grotesco: “they kiss my ass”.
Todo bajo el supuesto fundante de que el mundo en su totalidad se rige por el sistema capitalista de producción, distribución y consumo mercantil, bajo la hegemonía de uno de los países centrales y dirigentes del Capital mundial, sea el propio EE.UU.AA. Esta situación indiscutible de dominio en el entorno global, se torna presuntuosa y cargada de una libidinosa patanería, al menospreciar así a “los débiles” que se atreven a confrontarlos y, luego, a someterse unilateralmente a sus despóticos exabruptos. Comportamiento que yo, anteriormente, califiqué de dos excesos físicos reprensibles por su vulgar descompostura.
Actuar como un gigante -sí, concedamos-, pero que se ha excedido en su forma desaforada e incontenida de atragantarse con los frutos aportados por una gran diversidad de grupos humanos y sociedades legítimamente organizadas, bajo normas y procedimientos legales consensuados para intercambio de bienes y satisfactores vitales para sus propios conjuntos poblacionales. A esta faceta de su personalidad le he llamado “Pantagruélica”, asimilando su paralelismo con el personaje de cuento, Gargantúa y Pantagruel, es una historia que se encuentra dividida en 5 libros publicados en el año 1532 al 1564, por el autor François Rabelais.
En efecto, los hechos de esta pretendida conflagración mundial, provienen de un gran problema gaseoso intestinal de un sistema saturado de insumos: el ahora reconocido “superávit comercial” que varias decenas de países alcanzan contra la glotónica economía de los Estados Unidos, es tenido por este Ogro Pantagruélico como “abuso” de su apertura y flexibilidad comercial. Cuando, la verdad de las cosas. reside en que ésta, en razón de su poderío y magnitud de compra, ingirió en su sistema bienes y satisfactores en demasía, por los que obviamente invirtió porciones excesivas de su Capital.
Ahora, está en su interés, leer esas ganancias superavitarias de contrapartes mercantiles, como simples extracciones indebidas provenientes de su riqueza nacional. Cuando el resto del mundo sabemos que los “déficit-comerciales” que Estados Unidos hoy confronta, son resultado de un procedimiento excedido, desmesurado y acumulado de gasto en compra-ventas vis ä vis las transacciones a lo largo del tiempo, con sus contrapartes comercial-mercantiles.
En términos técnicos del Capital, que su autor-investigador Karl Marx exploró y sistematizó con gran rigor, en su magna deconstrucción del sistema capitalista de producción, y concluyó que las crisis -inevitables- del sistema iban ineluctablemente a ser recurrentes en el tiempo, debido a un factor desencadenante, que es la “sobre-producción” mercantil, que sale fuera de ritmo y capacidad de asimilación por los ulteriores procesos y procedimientos de formación del Capital, para un actor o agente importante del sistema. A esas crisis recurrentes, Marx les llamó “ciclos” del Capital, que deben al final ser asumidos como pérdidas y/o ganancias que al propio sistema le son inherentes. La conclusión es evidente: no son los múltiples, diversos y dispersos portadores de mercancías que van al mercado estadounidense, los causantes del grave malestar de que éste sufre, sino su “pantagruélica” forma de ingerir bienes y satisfactores del mercado, sin discriminar proporción alguna con sus estrictos haberes de Capital.
Las dichosas “tarifas” o aranceles no son otra cosa que una alternativa dineraria de querer apropiarse -a todas luces en exceso- de un bien o producto o excedente que, en estricto sentido, ni han producido, ni han comprado. Esta economía indigesta y abusiva extrae mediante el fetiche superior del dinero, un “representante” de riqueza que puede imponer, porque es él o uno de los actores hegemónicos del sistema financiero global. Ésta es la primera verdad de la guerra.
La opción de declarar “esta guerra” para convertir su fraseología propia, en una forma de apropiarse, sin derecho alguno, a restablecer el equilibrio original perdido, queda como un hecho patente. Hoy, también, estamos sabiendo que, sin embargo, la pausa no es total, sino que los países afectados por los aranceles recíprocos más altos que entraron en vigor el miércoles ahora estarán sujetos a la tasa base del 10% aplicada anteriormente a otras naciones, con la excepción de China, según un funcionario de la Casa Blanca.
Desde hace un par de décadas, año 2000, se comenzó a registrar el dominio económico de las grandes potencias. En aquel primer momento de medición, el punto de comparación entre estos actores centrales se encontraba así en el 2000. Para los Estados Unidos: Trade $2,000 B, Exports $782 B, Imports $1,218 B. Ambos como los socios de intercambio más grandes. Para China: Trade: $474 B, Exports: $249 B, Imports $225 B.
En la década 2024, el juego cambia. Para los Estados Unidos: Trade $5,333 B, Exports: $2,065 B, Imports: $3,267 B. Para China: Trade: $6,163 B, Exports: $3,575 B, Imports: $2,587 B.
Datos que nos indican dos cosas, por un lado el fuerte incremento económico de China en el curso de las dos últimas décadas, al grado de superar el Producto Bruto de los Estados Unidos; por otro lado, el serio desbalance comercial de estos últimos, que se evidencia en el monto de sus importaciones. En el aspecto sustantivo de intercambio, China ha prácticamente triplicado su capacidad de intercambio sobre su contendiente, incrementó en más de mil billones su capacidad exportadora; y mantuvo casi cinco veces -más abajo- sus importaciones. Por lo que su diferencial respectivo de “déficit-comercial” es notoriamente más bajo y significativo.
Obviamente, para el resto de países sometidos a los que parece insignificante 10% de aranceles, por que sí, implica una injerencia indebida en sus sistemas económicos internos. Y de ninguna manera su grotesco eructo de: “kiss my ass”.
Sin olvidar que se trata de una burda suplantación de la guerra que sí existe, que es caliente y que está poniendo en jaque la posibilidad real de paz mundial.
Por lo pronto, aun México que parece “beneficiado” por su pausa arancelaria concertada con Donald Trump, no lo es tal si consideramos que a la corta y a la larga tendrá que ajustar no tanto los volúmenes de su intercambio comercial vis á vis con su “socio comercial” más importante, sino la estructura de su mercado interno del Capital, comenzando por su capacidad relativa de invertir en la generación de su propio mercado laboral fundamental, sin el cual no es posible auténtico crecimiento económico nacional, en el mediano y largo plazo. Por más que el discurso oficial del gobierno bajo Morena evada la cuestión crítica de pactar una auténtica política fiscal, que inicia desde el mercado laboral, con el empresariado.
franvier2013@gmail.com




