Opciones y decisiones
Los dilemas del Papa Francisco
Segunda Parte
Venimos reflexionando acerca del juicio que emite el experto y sociólogo en religión Roberto Blancarte, respecto de la posibilidad de que no necesariamente se va a seguir la línea ideológica del Papa Francisco. Nos ubicábamos en la semana misma del fallecimiento del Papa Francisco, y por tanto en la fase previa a la realización del Cónclave que habría de elegir al nuevo sucesor de Pedro. Los eventos clave estaban aún por suceder; y, por tanto, el grado de incertidumbre era alto y sin fácil posibilidad de resolución.
En tal contexto, yo aventuré -a manera de confirmación de las opiniones que emitía el experto citado-, tratando de arrojar algunas luces sobre su persuasión de que: el legado del Papa Francisco es ambiguo y ambivalente. Reconociendo que, sin duda, abordó temas cruciales y de interés para la Iglesia y el mundo de hoy, pero no estructuró nada. Las cosas permanecen igual.
Postura que me motivó, primeramente, a destacar en particular dos rasgos característicos de la actitud y práctica pastoral del Papa Francisco, respecto de temas muy controvertidos. Y, en segundo lugar, a matizar el potencial efecto que habrá de tener su auténtico legado. Eh aquí mi personal aportación.
Primero. Yo pienso que, con gran acierto, en una muy exclusiva entrevista de prensa declaró que estaba considerando recuperar la idea de la iglesia primitiva, respecto de fortalecer y desarrollar el ministerio sacerdotal, valiéndose del llamado y elección de lo que fue conocido como los “viri probati”.
A finales de febrero de 2017, en una entrevista al director del semanario alemán Die Zeit (El Tiempo), el Papa Francisco manifestó la conveniencia y hasta necesidad de reflexionar sobre los “viri probati”, hombres casados de fe y vida cristiana probada, demostrada, a los cuales se podrían conferir algunas funciones sacerdotales en algunas circunstancias peculiares. La idea original proviene de la fórmula latina probati viri es traducción de la griega dokimasménoi ándres, presente en 1ª (prima) Clementis, o sea, la primera carta del Papa san Clemente (44,2), escrita en la última década del siglo I.
Idea que reiteró en otras conversaciones y pronunciamientos públicos. Recurso sin duda muy plausible para nuestro tiempo, por la escasez de vocaciones sacerdotales y el evidente envejecimiento de las nóminas actuales. El orden presbiteral está en profunda prueba, sobre todo por la exigencia canónica del celibato sacerdotal. La posible apertura a incorporar a hombres quizá ya retirados de un trabajo formal, casados y de probada vida cristiana, podrían multiplicar la presencia de ministros en comunidades. sobre todo, remotas y/o sin pastores… La fórmula de los “viri probati” fue una propuesta muy audaz y certera del Papa Francisco. Pero no fue percibido así por la clerecía ya instalada; y no tuvo mayor eco en los 2 sínodos episcopales que instruyó el Papa. La idea, por tanto, quedó en una intuición genial, pero sin plan de vuelo y lógicamente sin aterrizaje. Propuesta de cambio sin efecto, en la praxis pastoral de la Iglesia.
Segundo. En otra resonante entrevista de prensa, el Papa reflexionaba sobre el espinoso tema de las uniones de un mismo género -gays o lesbianas-, respecto de lo cual ya había expresado su “¿quién soy yo para juzgar?”. Aunque sí existe el precedente de su respuesta a cinco cardenales que lo abordan con esa precisa pregunta. Se trata de un escrito dirigido a los cardenales Brandmüller, Burke, Sandoval Íñiguez, Sarah y Zen Ze-kiun, el Pontífice les indicó: “Queridos hermanos, si bien no siempre me parece prudente responder las preguntas dirigidas directamente a mi persona, y sería imposible responderlas a todas, en este caso me pareció adecuado hacerlo debido a la cercanía del Sínodo”.
La reacción del Papa Francisco por la que responde sobre las uniones de personas del mismo sexo, surge tras una carta con cinco Dubia (dudas) planteadas el 10 de julio de este año, por dichos cardenales. La publicación vaticana muestra un pdf de 11 páginas que comienza con una carta fechada el 25 de septiembre de 2023, emitida por el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el recién creado cardenal, Víctor Manuel Fernández.
- Los argumentos dados por el Papa Francisco, en su racional de primeros 5 argumentos, refrenda los principios canónicos del matrimonio, en cuanto que tal, y a partir del sexto, abre una reflexión fundada en la “caridad pastoral”: Cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un padre que puede ayudarnos a vivir mejor.
- Por otra parte, si bien hay situaciones que desde el punto de vista objetivo no son moralmente aceptables, la misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de “pecadores” a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva (Cf. San Juan Pablo ll, Reconciliatio et Paenitentia, 17).
- Y concluye: Las decisiones que, en determinadas circunstancias, pueden formar parte de la prudencia pastoral, no necesariamente deben convertirse en una norma. Es decir, no es conveniente que una Diócesis, una Conferencia Episcopal o cualquier otra estructura eclesial habiliten constantemente y de modo oficial procedimientos o ritos para todo tipo de asuntos, ya que todo “aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma”, porque esto “daría lugar a una casuística insoportable” (Amoris laetitia 304). Por lo que el Derecho Canónico no debe ni puede abarcarlo todo, y tampoco deben pretenderlo las Conferencias Episcopales con sus documentos y protocolos variados, porque la vida de la Iglesia corre por muchos cauces además de los normativos.
Esta conclusión parecerá “ambivalente o ambigua” para algunos canonistas; pero, en el espíritu apostólico del Papa Francisco, queda abierta al reconocimiento de “otros Códigos”, de los cuales hace una nada velada referencia -en respuesta a pregunta expresa de un periodista- a “la dignidad” de los Códigos del Derecho Civil que, en el Derecho Positivo de los Estados Libres y Soberanos, tiene un rango sólo atrás del Derecho Constitucional. Es decir, remite a los Códigos del Derecho Civil la posibilidad de legislar -en esta precisa materia de las uniones de personas de un mismo género- sobre la licitud, legalidad y validez de su singular unión. Reconociendo, así, la complementariedad jurídica del Derecho Positivo del Estado y el Canónico propio de la Iglesia. Así entendería yo, una salida humana y no excluyente, de un problema que no se agota en el campo de lo moral-eclesiástico, pero que puede coexistir con una legítima legislación civil, laica.
De esto yo desconozco si ha podido haber alguna secuela. Por dichas razones, sí es comprensible que un analista y crítico como Roberto Blancarte afirme que ve el legado del Papa Francisco como “ambiguo y ambivalente”, que, al final, no cambia nada; deja las situaciones álgidas y conflictivas tal cual. A lo que yo respondería: sí y sólo si vemos y juzgamos sus anticipos y propuestas “intuitivas” como algo solamente testimonial. Siendo verdad que no lo tradujo en cánones o normas jurídicas teológico-eclesiásticas que estructuren una “doctrina” infalible e imperecedera. Cosa y actitud que sí acometieron con singular celo apostólico sus dos anteriores predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI. Cabe la pregunta: ¿Qué juicio le merecerá desde la historia? franvier2013@gmail.com




