Opciones y decisiones
Nuestro campo de fuerza
El espacio de pausa generalizada que se abre en la sociedad, debido a las festividades navideñas y de fin de año en que estamos ingresando, no permite la emisión de calificativos como “victoria” o “derrota”, especialmente en el escenario político; en razón de que las energías sociales no están propiamente en debate. Se trata de un cambio de atmósfera en las relaciones sociales de comunicación e intercambio personal, en las que incide de manera protagónica la celebración de las fiestas de revitalización de la comunidad, que para el occidente cristiano representan la Navidad y el Año Nuevo.
Con cierta naturalidad, se superpone la esfera de la cultura sobre las de economía y política propiamente dichas o, mejor dicho, las intersecta gracias al calendario de la tradición occidental cristiana. Si bien es cierto que estas prácticas culturales surgieron en épocas dominadas por la cultura agrícola, que fue dominante en la era del medioevo y feudal, previas a la era de la industrialización que inaugura en el mundo la modernización que supera la organización económica con base en la unidad familiar campesina, al renovar sus modos de producción; e innovar de manera radical las formas de intercambio mercantil y de acumulación de la riqueza radicada en la posesión de la tierra; para instaurar el nuevo domino dinerario, que genera la formación del capital financiero. Apretadamente dicho, el poder que otrora radicaba en el terrateniente, pasa ahora al poder del poseedor dinerario capaz de acumular un capital financiero, bajo custodia bancaria, en esencia.
Esta evolución irreversible ya en el ámbito mundial, sin embargo, no ha mutado radicalmente la tradición cultural mundial de las sociedades contemporáneas. Para un intelectual escritor como Umberto Eco, la liga capaz de unir a países con diverso grado de desarrollo, lengua y economía sigue siendo la tradición “occidental cristiana”, sobre la cual o bajo la cual fue posible crear lo que antes de los años cincuentas del siglo pasado era impensable: la unificación económica y política de toda Europa, con que nació la Unión Europea.
De la que vale la pena hacer su reseña. Nace conceptualmente con la Declaración Schuman el 9 de mayo de 1950 y se materializa en 1951 con la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), dando lugar a la actual UE, formalizada con el Tratado de Maastricht en 1993. Hitos Clave: 9 de mayo de 1950 (Declaración Schuman): El ministro francés Robert Schuman propone poner en común la producción de carbón y acero de Francia y Alemania, sentando las bases para una Europa unida. 18 de abril de 1951 (Tratado de París): Se firma el tratado que crea la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) con 6 países (Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo). 25 de marzo de 1957 (Tratados de Roma): Se firman los tratados que establecen la Comunidad Económica Europea (CEE) y Euratom. 1 de noviembre de 1993 (Tratado de Maastricht): Entra en vigor y establece formalmente la Unión Europea, creando la ciudadanía europea y el mercado único. En resumen, aunque la idea nace en 1950 y los primeros pasos son en los años 50 con la CECA y CEE, la Unión Europea como tal se funda el 1 de noviembre de 1993. (Historia de la Unión Europea – Wikipedia, the free encyclopedia).
A Umberto Eco, ya en sus últimos años, le causaba regocijada ironía la idea de una acción bélica entre los países de la Unión, y remitía con optimismo su indestructible comunión, al hecho mismo de compartir la misma “tradición occidental cristiana”. Extrapolando ésta su convicción, podríamos afirmar hoy que la fusión de presente y futuro de las naciones se debe más a compartir la misma esfera de la cultura que a las otras dos esfera de la organización societal: la económica y la política.
Debido a la trascendencia de esta convicción cultural, reproduzco su célebre declaración (Nota mía. LJA.MX. La cultura, condición del nosotros. Sábado 12 de abril, 2014).
Me remonto a la excepcional entrevista que Umberto Eco le concede a Thomas Laisné, para el diario Le Monde, (Suplemento “Europa”), el 26 de enero de 2012. En ocasión de sus recientes condecoraciones recibidas. La primera, de la Gran Cruz del Dodecaneso, por el gobierno de Grecia, ocasión en la cual regocijadamente expresaba el célebre semiólogo: “La entrega de la insignia tuvo lugar en la gruta de Patmos donde San Juan escribió El Apocalipsis”. La segunda, entregada en persona por el presidente Sarkozy, gesto que dice apreciar el autor, como Comendador de la Legión de Honor, en Tercer Grado de esta Orden.
En tales circunstancias, desde su estudio de Milán, y privando la grave incertidumbre europea respecto de la crisis de la deuda expresaba lo siguiente: “De cara a la crisis de la deuda europea, y hablo en tanto que persona que no conoce nada de la Economía, debemos recordar que sólo la cultura, más allá de la guerra, constituye nuestra identidad. Por siglos enteros, franceses, italianos, alemanes, españoles e ingleses se están reencontrando. Estamos en paz después de más de 70 años y no hay persona alguna que destaque esta obra maestra; imaginar hoy que estallara un conflicto entre España y Francia o Italia y Alemania no provocaría otra cosa que risa. Los Estados Unidos tuvieron necesidad de una guerra civil para unirse verdaderamente, yo espero que la cultura y el mercado nos serán suficientes”.
En síntesis, la unión bajo mediación de la cultura, y en el caso de México -con tradición fundada en España- es fundamento sólido como para reivindicar nuestro anclaje cultural en la fusión de las culturas originarias de América Precolombina con la propia de la tradición Europea, reconocida como Occidental Cristiana. Al día de hoy, es prácticamente imposible pretender escindir la una de la otra. Por tanto, nuestro signo auténtico de unidad prevalece en el cristianismo novohispánico, sincrético sí, con tinte guadalupano, pero igualmente indisoluble de nuestro mestizaje congénito. En suma, contemporáneamente no hay “dos” culturas mexicanas, existe una sola intrínsecamente entreverada. Esto para reflexión de aquellos-as que pretenden inducir una división artificial, anti-cultural, de razas y tradiciones. Nuestra grandeza, si la hay, es mestiza; no de “razas puras” antitéticas.
Por consiguiente, con base en este interludio del papel de la cultura en nuestras vidas e historias, podemos postular hoy la presencia de un intermedio de pausa, en el cual solamente podemos distinguir lo que se llama técnicamente un: “campo de fuerzas”.
¿Qué es el análisis del campo de fuerza? El análisis sugiere que todos los seres representan un equilibrio entre dos fuerzas que tiran en direcciones opuestas. Por ejemplo, el análisis se puede utilizar para comprender por qué se puede colocar un bolígrafo encima de una mesa sin que se caiga a través de la mesa. Por otro lado, se puede utilizar para comprender sistemas complejos, como por ejemplo por qué las personas u organizaciones de personas se comportan y se mueven de la forma en que lo hacen. La teoría del campo de fuerza captura cómo se combinan diferentes fuerzas para mantener a un ser en el estado en el que se encuentra actualmente. Kurt Lewin fue un sociólogo que se hizo famoso por desarrollar el análisis del campo de fuerza en 1951. Lewin diseñó el análisis para comprender entornos, situaciones e individuos mediante el estudio de factores influyentes relevantes.
Guiados por este protocolo, observamos que en la escena política de México -durante este interludio de prácticas tradicionales de la cultura popular- dos grandes colectivos ciudadanos manifiestan su campo en tensión: A) Por un lado la sociedad civil, en la que se incluyen los grupos opositores al gobierno actual, exhibe su fuerza impulsora en diversos frentes. La búsqueda irrefrenable por la paz, el cese de la violencia de los grupos criminales armados que sojuzgan comunidades y territorios de la geografía nacional; la protesta social que se ha manifestado en las calles -y por tanto, en la Historia-, de los productores agrícolas que padecen la restricción de su economía por el precio inadecuado de sus productos; la protesta de los transportistas que han venido sufriendo de constantes asaltos tanto a sus unidades de transportación como contra sus propia vidas por los asaltantes de caminos y carreteras; los comerciantes asolados por la extorsión económica sistémica del crimen organizado; los civiles, sobre todo padres de familia que manifiestan su abierta denuncia, por el abandono que sufren sus familias debido a la carencia de medicamentos adecuados para sus hijos y familiares, especialmente víctimas de enfermedades crónico-degenerativas y por cáncer o condiciones clínicas terminales; las familias y personas víctimas de familiares desaparecidos, a causa de la misma violencia armada y letal de los cárteles del narcotráfico; a los que se suman recientemente un colectivo importante de jóvenes, que ven cuestionado su potencial desarrollo y futuro tanto profesional como económico o de empleo justamente remunerado; y, en general, grupos vulnerables de la sociedad que ven muy disminuidas sus posibilidades de un justo desarrollo, etc. Este gran colectivo de la sociedad civil muestra cada vez más su enérgica protesta, debito a tal estado de cosas.
Por contra, el movimiento político de Regeneración Nacional, Morena, ahora encastillado como grupo en el poder, instalado con una espuria “mayoría constitucional” en el Congreso de la Unión, hace gala de manifestarse como una inexcusable fuerza restringente. Ha expedido reformas constitucionales -de verdadero escándalo- que lesionan gravemente el espíritu original de la República Mexicana, al centralizar bajo el Poder Ejecutivo tanto el Poder Judicial, como el mismo Poder Legislativo, degradando con ello la originaria División de Poderes y, con ella, el espíritu y letra del siempre ansiado Federalismo de la República, al centralizar autoritariamente el carácter federal del sistema Electoral de la Nación; respecto del que, está en compás de espera la reforma/supresión de los OPLES, como órganos autónomos de los gobiernos estatales, e incluso plantean la reducción de la Representación Proporcional de las minorías representativas. Al final, crisparon la reacción contra la manifestación juvenil, a sabiendas de su insobornable postura contra el daño generacional que causan a sus posibilidades de futuro.
Podemos concluir que, a nivel macro, el uso del análisis del campo de fuerza permite comprender la decisión de un país de hacer la guerra a otro. O bien, ya sea en los entornos laborales y las diferentes necesidades de la sociedad, a su interior. [email protected]




