Vi El increíble castillo vagabundo, película animada de Hayao Miyazaki, por recomendación de mi hermano, que es fan obsesivo del Estudio Ghibli. La verdad, los gustos de mi hermano son, por decirlo de alguna manera, irregulares: una de sus películas favoritas es Josie y las Gatimelódicas, y cuando éramos niños debe haber visto veinte mil veces Operación dragón. Esto se los cuento no por ponerlo en evidencia sino para que se hagan una idea del escepticismo con que me acerqué a El increíble castillo vagabundo, que, por cierto, en España se conoce como El castillo ambulante, en los países de habla inglesa como Howl’s Moving Castle y, en japonés, idioma original de la peli, como Hauru no Ugoku Shiro (se los comento por si no la conocen y la quieren buscar).
La película me gustó tanto que, después de verla varias veces, decidí que tenía que leer el libro en el que se basaba: El castillo vagabundo (Howl’s Moving Castle), de Diana Wynne Jones. Pasaron años antes de que lo consiguiera. En parte, porque prefiero leer en español que en inglés, así que estaba necia en tratar de conseguir una edición en nuestro idioma… que no existía. Fue en 2007 que editorial Berenice al fin lanzó la novela y debe haber sido hasta 2011 que yo la conseguí, primero porque Berenice es una editorial española que llega poco a México y, segundo, porque cuando al fin me encontré el libro en una librería de acá, resultó que costaba más de cuatrocientos pesos. Sí, era una edición muy mona, de pasta dura, compacta y gorda a la vez: el librito mide un poco menos que mi mano extendida y tiene 352 páginas. Pero… ¿dije ya que costaba más de cuatrocientos pesos? De verdad estaba fuera de mi presupuesto. Así que pasó un buen rato antes de que mi esposo me convenciera de que ir a la librería a acariciar el libro y lloriquear por su precio se estaba volviendo un mal hábito y que lo mejor que podía hacer era aceptarle que me lo regalara. Cedí y ese día salí de la librería con mi hermoso ejemplar de El castillo vagabundo, cuya primera lectura me duró menos de tres días. A pesar de que tiene algunas fallas en la traducción y su cierto número de erratas, lo amé con locura. Tanto, que a la siguiente quincena compramos otro libro de la misma serie: El castillo en el aire, que también tiene película, que no he visto porque no he podido terminar de leer el libro. No porque no me haya gustado, que conste, sino porque en un descuido absurdo perdí mi ejemplar (de más de cuatrocientos pesotes también) y, cuando decidí que nuevamente debía dejar de lloriquear y volver a pagar el precio, resultó que ya no había ejemplares en ningún lado, caso como si nunca hubieran existido los libros de editorial Berenice en México.
Entretanto, me enteré de que mi gran descubrimiento, Diana Wynne Jones es una autora súper conocida y una de las más prestigiosas de literatura infantil de habla inglesa (algo así como descubrir que la tierra es redonda quinientos años después que Cristóbal Colón) y que se considera una de las principales influencias de J.K. Rowling, la autora de la serie de Harry Potter. También me enteré de su fallecimiento, en 2011, y de que dejó una buena cantidad de libros que han sido aclamados por la crítica y que al menos yo no conocía de nada (por ejemplo, la llamada serie de Howl se compone de tres libros: los dos que ya mencioné y otro titulado La casa de los mil pasillos).
Se estarán preguntando ustedes por qué hablo en el título de una buena noticia, si la autora ya murió y los libros, pese a ser tan buenos, van de carísimos a inconseguibles. Bueno, ahí está la buena noticia: el fin de semana pasado me encontré en un Sanborn’s ejemplares de la más reciente edición de El castillo vagabundo y El castillo en el aire. Al parecer, editorial Berenice se puso las pilas y regresó a las estanterías de nuestro país con más ganas que antes. La mejor parte es que ahora son libros de pasta blanda (o en rústica, como dicen las personas con mucho afecto por los términos que se originan en español sobre estos asuntos) y cuestan doscientos cincuenta pesos, bastante menos de lo que costaban los de pasta dura de hace unos años. Sé que siguen del lado caro, pero realmente creo que valen cada centavo: ¿ya dije que la historia de la novela El castillo vagabundo es mucho más compleja, emotiva, divertida y emocionante que la película? (Y lo que pude avanzar de El castillo en el aire antes de perderlo no se quedaba atrás). Ahora bien: para quienes lean en inglés tengo una noticia todavía mejor: estos libros, editados por Greenwillow Books, cuestan menos de siete dólares cada uno (incluido el de La casa de los mil pasillos, que en español no trajo Editorial Berenice). En todo caso, sea en inglés o en español, en pasta dura o blanda (o en ebook), mi consejo es que no se pierdan la obra de Diana Wynne Jones, tengan 12 o 60 o mil años. De verdad, no se van a arrepentir.
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