Durante los años de transición que vive nuestro país, es necesario reconocer que urgen mecanismos de participación, pues la democracia sin participación significativa, es una pobre democracia.
Apenas a una semana de haber elegido al presidente de la República y a su colegio —Congreso de la Unión— es importante revisar los hechos que fundamentan la participación ciudadana. Las legislaciones han convocado poco a poco, una participación social más ingerente en los temas que le interesan: la economía, la seguridad, la salud, la educación, entre otros. Dichas manifestaciones no pueden seguir quedando al margen de pocas opciones de hacerse llegar de manera trascendente a las legislaciones o a los órganos que pueden realizar los cambios que la sociedad traduce necesarios. Uno de esos mecanismos que le sirven al ciudadano para manifestarse —más allá de marchas y borucas inservibles— es la iniciativa ciudadana. De eso quiero hablarles a todos, pero particularmente a quienes no ven en el respeto o en el orden social, una llave para conseguir sus objetivos.
Uno de los antecedentes más sobresalientes de esta iniciativa popular se remonta a los años juarianos en el que se tiene un antecedente específico: la intención (de Juárez) de realizar una consulta al pueblo con la intención de que dicho precepto fuese posteriormente obedecido y legislado en la Constitución. Sin embargo esa figura (de participación mediante consulta) no se encontraba en la Constitución.
El hecho según algunos historiadores consiste en que al llegar Benito Juárez a la Presidencia se dio cuenta de que para el presidente de la República, lo más difícil era poder hacer que sus decisiones tuvieran un impacto profundo en materia social. Se decide entonces a promover entre la población la creación de dos cámaras —hoy diputados y senadores—pero se atreve consultarlo con la gente pero es bloqueado y criticado severamente. Aunque no tuvo éxito, en ese entonces se acuñó quizás la frase más conocida del entonces presidente: “Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Pero ¿qué es la iniciativa ciudadana? Atraigo dos concepciones que me han parecido interesantes al respecto.
Francisco Berlín la define como “el derecho que se le confiere al pueblo para hacer propuestas de ley al Poder Legislativo, reconocido en algunas constituciones a favor del pueblo, estableciéndose como único requisito que la iniciativa sea presentada por cierto número de ciudadanos. Consiste en la transmisión de la potestad de iniciar el procedimiento de revisión constitucional o de formación de la ley formal, a una determinada fracción del cuerpo electoral”.
Francois Jean Prudd: “Es el procedimiento que permite a los votantes proponer una modificación legislativa o una enmienda constitucional, al formular peticiones que tienen que satisfacer requisitos predeterminados”.
Según mi punto de vista —sin ser letrado jurista— podría definir a la iniciativa popular o iniciativa ciudadana, como un mecanismo para participar en la construcción política de un país, independientemente de las ideologías o los partidos. Entonces pues, si uno de los grandes temas es la transparencia electoral —al menos en estos días— no veo a los especialistas de la sociedad civil involucrándose en ello para hacer una iniciativa que tenga las consecuencias que algunos solicitan.
El core político (los partidos, los gobiernos, las asociaciones políticas), comprende y asume que lo que se espera del ciudadano es una pasividad generalizada. Pero también entiende que ciertos sectores están dispuestos a mejorar las propuestas legislativas e incluso a proponer otras que tengan la intención de construir la sociedad, y a esta mezcla de combinaciones es entonces a lo que se le puede denominar un camino hacia la democracia integral que aún se encuentra incipiente en México.
Además esta tendencia hacia la democracia no debe parar en la participación electoral, por eso la iniciativa ciudadana es un mecanismo que da certidumbre a la ciudadanía para que el rumbo que tome un país tiene que ver con las necesidades propias de la sociedad en cuanto a lo que ella propone. Quizás lo que le falta a la iniciativa ciudadana, es que la ciudadanía tenga más iniciativa. Que los rumores de pasillo no sean chismes de lavadero, sino deseos consumados en estrategias viables que se puedan convertir no sólo en leyes sino en proyectos de gran envergadura.
Hoy para que funcione el gobierno, debe necesariamente caminar sobre una vía con dos rieles: los poderes del Estado y la participación significativa de la ciudadanía. Esa es una labor tanto del estado, como de la sociedad.
@comandanteserra




