- El comedor comunitario “Alimenta y haz feliz a un niño” ofrece alimentos y atención médica gratuita
- Padres pierden patria potestad de sus hijos por ignorancia de sus derechos y procedimientos jurídicos
Con tres meses de haberse fundado el comedor comunitario “Alimenta y haz feliz a un niño”, ubicado en la calle Héroe de Nacozari número 119 del Barrio de la Purísima, la activista Nohely Picazo Sánchez ha encontrado que la gran problemática de los indígenas es la falta de trabajo y oportunidades, causada por la discriminación y las barreras de comunicación por no saber hablar español, “esto los obliga a andar como nómadas de una ciudad a otra, en busca de una vida mejor”, esto causa que en muchos de los casos vivan en total hacinamiento en pequeñas vecindades y pobreza extrema, elevando el grado de discriminación por el resto de los habitantes.
La falta de oportunidad para conseguir un empleo es su mayor problema, debido a su analfabetismo (no saben leer ni escribir) e inclusive por desconocer el idioma español, “en su mayoría solo hablan su lengua natal es complicadísimo que aprendan el español de forma tan rápida”, aunque muchos de sus descendientes (hijos) ya nacieron en las ciudades la situación continúa afectándolos pues sus padres solo pueden enseñarles la lengua natal.
Razón por la cual, la activista se propuso buscar a un intérprete voluntario que apoye al comedor con algunas clases que impartirán de forma gratuita al igual que la explicación del médico que los atienda, sobre todo a los niños pues los padres desconocen los cuidados médicos.
En estos meses, el comedor ha atendido a familias que viven en su mayoría en cuartos de vecindades ubicadas en el Barrio de la Purísima y sus alrededores, “hemos vistos que están en condiciones deplorables porque no es un espacio adecuado para que todos duerman, hagan de comer y se aseen”, por más que los padres indígenas quieran sacar de la pobreza a sus familias, la discriminación y la falta de oportunidad en las ciudades no les permiten avanzar.
Desde su perspectiva, es injusto juzgar a los padres por poner a trabajar a los niños puesto que la necesidad familiar es tan grande que no encuentran otra manera de salir adelante, “yo invito a quienes critican y llaman flojos a los indígenas que piden dinero en las calles, a que conozcan su historia, imagínense que nacieron en una sierra donde lo único que saben es sembrar y luego te vayas a la ciudad sin el idioma ni estudios, a trabajar más de diez horas en un semáforo; a ver si así dejan de criticar sin saber la realidad”.
Reconoció que por más apoyo que buscan brindarles en el comedor, las necesidades rebasan sus capacidades y las autoridades no hacen nada al respecto, se limitan a decir que son flojos pero no abren oportunidades de trabajo para ellos, inclusive señaló que las instancias de asistencia social los afectan aún más cuando “de un día para otro llegan y les quitan a sus hijos”, en lugar de estudiar los casos y buscar una solución menos agresiva para las familias de indígenas.
En algunos casos les han señalado que tienen temor de que el DIF conozca su dirección, pues llegan a retirarles a sus hijos por supuesto maltrato, “se los llevan a los albergues, dividen a las familias con el pretexto de que los tutores no pueden hacerse responsables de su manutención, pero tampoco les ofrecen alternativas para abandonar la pobreza”; en ciertas ocasiones los padres pierden a sus hijos por ignorancia de sus derechos y procedimientos jurídicos.
La activista espera que el proyecto se fortalezca con el tiempo para no sólo ofrecer alimentos gratuitos a este grupo vulnerable, sino que con ayuda de voluntarios especialistas en psicología, medicina, trabajo social, odontología y pedagogía, pueda brindarse un servicio integral para los niños y sus familiares.




