Ya iniciamos un nuevo año y ahora, tanto en el ámbito nacional como internacional, tenemos graves retos que sólo unidos y con metas claras y perfectamente definidas se podrá encontrar la solución a esos delicados problemas y evitar otros que no tenían que haberse presentado.
Creo que uno de los mayores problemas a resolver serán las medidas que se tomen con respecto a la guerra del petróleo entre los Estados Unidos y los países árabes, encabezados por Arabia Saudita y que está llevando el petróleo a niveles que no se esperaban; con el agravante de que países como México, Venezuela y Brasil tendrán que buscar la manera de suplir la falta de ingresos por estas exportaciones para que su desempeño fiscal no caiga en un desequilibrio que cause problemas mayores, o bien que las deudas se disparen a niveles no manejables.
Las primeras consecuencias de esta guerra ha sido una salida de divisas de los inversionistas que se dirigieron a los países llamados emergentes, como México, Brasil, Sudáfrica, Turquía, Corea del Sur, Tailandia, Hungría e India, los cuales en diciembre del año pasado sacaron de estos países la cantidad de once mil 500 millones de dólares, de los cuales siete mil 800 millones fueron del mercado de deuda y tres mil 700 millones de mercado de capital; esto nos afectó pues nuestro riesgo país se elevó a 188 puntos base, cuando en 2013 estuvimos en 155 puntos base, o sea perdimos 27 puntos. Si bien nuestras reservas internacionales se han mantenido en un buen nivel, no deja de ser un riesgo que no se puede dejar de observar y tomar las medidas pertinentes. En México, las autoridades hacendarias, a través del secretario del ramo, han declarado que si es necesario se reducirán los gastos y que no se contratará más deuda de la programada, algo cuerdo en medio del desorden.
Otra problemática es la del crecimiento de la criminalidad con extrema violencia, y ésta protegida en muchas ocasiones por pseudo instituciones defensoras de Derechos Humanos, así como por extremistas religiosos o políticos que han logrado ”sembrar” activistas en la mayoría de los países, y en cuanto las condiciones les permiten cometer sus crímenes actúan de manera terriblemente mortal. Esto tendrá que hacer que todos los países, a través de sus áreas de seguridad, revisen todos los movimientos que aparentan ser sociales, religiosos o políticos, o a veces reivindicadores de causas sociales, y analizar quiénes están detrás de ellos. Todo esto deberá ser con estricto respeto a los Derechos Humanos.
El afectar a la sociedad alterando la prestación de servicios para que ésta se inconforme es también un riesgo. Por ejemplo, los que asaltan los camiones de mercaderías en el sureste, sobre todo en Guerrero y Michoacán para provocar desabasto, y ahora la escasez de gasolina y diésel que se está presentando en varios estados y que según los datos de Pemex se debe en buena parte a las tomas clandestinas, las cuales de enero a noviembre de 2014 se detectaron tres mil 286 en 24 entidades, obligando a paralizar los ductos y vaciarlos para poder reparar las fugas provocadas, y esto, por la cantidad, quiere decir que la estrategia de castigar a los ladrones no ha sido efectiva.
Asimismo, México está considerado por el Banco Mundial como “un país de alto riesgo”; en materia de robos de carga y de camiones, las zonas de más alto riesgo en el robo al autotransporte en el país se ubican en Querétaro, Hidalgo, Estado de México, Tlaxcala, Morelos, Puebla y el Distrito Federal.
Creo que lo más urgente es que el Congreso defina de una vez por todas su postura con respecto a la Fiscalía Nacional Anticorrupción y la estrategia que se seguirá para erradicarla, y sobre todo los castigos a los que propician la impunidad. Mientras esto no se dé, será muy difícil que la sociedad otorgue a los tres niveles de gobierno y a los tres órdenes del mismo su confianza.




