Si en Bocadillo realizaramos una lista de películas no necesariamente buenas pero que roquean, definitivamente aquella versión de Cenicienta con Drew Barrymore estaría en la lista. No es tanto un gusto personal, sino que en verdad es una interpretación bastante gustada por el público femenino. La primera vez que tuve la oportunidad de disfrutarla, pensé que me esperaba una experiencia incómoda típica de película noventera “de época” y alto presupuesto. Todo lo contrario. La historia se pasa rápido, no hay elementos mágicos cheesy (es decir, sin animales parlantes) y no ves tanto maltrato de la protagonista en pantalla.
En la primera columna platicaba que soy de aquellos que no gustan consumir cine para sufrir, ¡Por eso las películas de Pixar me parecen tan angustiantes! Woody se pierde. Quieren vender a Woody. El pescadito se pierde. El Señor Increíble tiene la tentación de engañar a su mujer. Mike y Sully tienen una grieta en su amistad durante la universidad. Ni hablar de las de Disney clásicas y animadas; Dumbo y Pinocho me parecen una maldita tortura. El pobre niño de madera ve cómo los niños malos se vuelven burros. A la fecha no la he vuelto a ver. Si quiero disfrutar una cinta familiar, prefiero algo como Querida encogí a los niños, hay riesgo, pero en realidad nunca tanto. El vecino no aplastará a los niños. Es como en Jurassic Park, en verdad nunca temes que el dinosaurio vaya a tragarse a los niños de la Ford Explorer.
Con Cenicienta de 2015 (producida por Disney), estaba angustiado acerca qué me esperaba ya que Maléfica tiene su fuertísima apología de la violación y en verdad sientes el coraje de la protagonista, así como lo gacho de la mentira en que vive el personaje de Elle Fanning (que Maléfica es su captora y no su protectora). Cenicienta más bien es light, enfocándose el 70% de la película en menos de una semana y sin el paso del tiempo que volvía tan mágica aquella que produjo y estelarizó Barrymore. El punto de la versión recién estrenada es el lío a partir del encuentro de Ella (e-la) con el príncipe, una secuencia larguísima del baile y finalmente la búsqueda de la misteriosa doncella de la zapatilla de cristal.
Lo que no me gusta de Ever After: A Cinderella Story es el diseño de producción tan deprimente. En la dirigida por Kenneth Branagh (¡el malo de Wild Wild West para mi generación!) los escenarios son hermosos, así como los vestuarios y en general todo el arte. El supuesto encierro de Ella es encantador, ya que nunca se ve tan sucia, puede montar a caballo por la campiña y más bien vive una sumisión psicológica por parte de su madrastra. Nunca es tan deprimente. No la tienen en andrajos, ni tampoco es tal cual una sirvienta.
Algo muy interesante es el uso del color al comenzar la película, cuando Ella era feliz. Son colores saturadísimos, brillantes y hasta con exceso de brillo. Una vez que llega la madrastra (con iconografía de La Catrina, por cierto), todo se vuelve un tanto más oscuro. Ya en el feliz desenlace y durante el baile, todo vuelve a ser colorido. Cabe mencionar que la mamá de Ella es una irreconocible Hayley Atwell, mientras que hay un papel secundario con el genial Stellan Skarsgard. Si eres un nerd como yo, seguro los ubicas del Universo Marvel, junto con el director, quien sentó parte de las bases de Los Vengadores con Thor (2011).
Bocadillo: Sigue buenísima Better Call Saul cada martes en Netflix, sucediendo lo obvio, ya hay menos referencias a Breaking Bad por capítulo. La siguiente semana hablaremos de la invencible Kimmy Schmidt, otra original de Netflix que todos deben de ver. Todos. Si no estás siguiendo Girls, las últimas tres semanas te has perdido de serios contendientes a la mejor televisión del año.
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