La semana pasada, tanto el presidente de la República como el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ratificaron que el presupuesto del 2016 -la construcción y propuesta del mismo- partirá de cero, o sea que se estructurará sin tomar en cuenta el de este año y los anteriores.
Pocos han reparado en varias consideraciones de este anuncio, por ejemplo, se van a revisar todas las dependencias y se harán ajustes, tanto en número de personal como los gastos de operación y se tendrán que revisar todos los programas que a la fecha se realizan así como sus resultados.
Junto con este anuncio se dijo también que el problema del precio del petróleo, de acuerdo a las previsiones de las autoridades hacendarias, no será sólo este año, se calcula que durante cuatro o cinco años el precio seguirá deprimido. Por otro lado datos dados a conocer por INEGI nos preocupan, pues las exportaciones no petroleras en febrero aumentaron un 4%, pero las petroleras bajaron en un 46.9%. Es la octava vez que está en retroceso de manera consecutiva, o sea que la producción de Pemex sigue de picada y no se ve que la administración federal vaya a tomar medidas para aplicar la ley de responsabilidades a los directivos y a la Secretaría de Energía, pues están hundiendo irresponsablemente la principal empresa del país, a pesar de que se había prometido al pueblo que con la reforma energética seríamos un paraíso en materia de hidrocarburos. Si bien el precio del petróleo no es un problema del país, sino una situación internacional, pero el hecho de que la empresa esté en los niveles de ineficiencia más graves de su historia nos hace ver una insensibilidad en la administración federal.
A pesar del anuncio y sabiendo que la Cámara de Diputados es la responsable de recibir, revisar, discutir, modificar y en su caso aprobar el presupuesto anualmente, ni las comisiones de Hacienda y Presupuesto o los voceros de las bancadas, han dicho esta boca es mía, pues ellos son corresponsables de la estructura del presupuesto y sus efectos en la economía del país, y sobre todo en el funcionamiento de las áreas imprescindibles para la vida nacional.
Si se va a estructurar de cero el presupuesto, se tiene que tomar en cuenta que en cuestiones como la salud, educación, seguridad, servicio de las deudas -externa e interna-, participaciones -tanto estatales como municipales-, ejército, fuerza aérea y marina y el mínimo de burocracia para el funcionamiento de las dependencia de atención al público. Si se analiza todo lo anterior, del cien por ciento del presupuesto creo que sólo les quedará un 7% del total para poder reducirlo o reorientarlo; esto sin considerar el compromiso de construir el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, el primer pago del avión presidencial y obras prioritarias en agua y servicios básicos de nivel nacional.
Aunado a todo lo anterior debemos tomar en cuenta que las áreas que están impulsando la economía nacional son la automotriz y el turismo, y que las demás por falta de recuperación del IVA que les debe Hacienda, y otras por la contracción del mercado interno, se encuentran en una situación muy difícil y a finales de este año así como en el próximo la generación de impuestos se verá afectada de manera importante. Una muestra del riesgo es que la balanza comercial (importaciones contra exportaciones) en el primer bimestre de este año reporta un déficit de dos mil 689 millones de dólares. Esto a pesar de la depreciación del peso, que se supone alentaría las exportaciones. Las exportaciones se reportaron en $29 mil 682.6 millones de dólares, lo cual anualizado nos indica que están en un 2.6 % negativo.
Con todo esto debemos suponer que el presupuesto cero será una decisión difícil y sus efectos serán difíciles de prever, y más la opinión o reacción de los diputados corresponsables. En tiempos de encrucijada, México se enfrenta a la inaplazable necesidad de inaugurar una nueva etapa de prosperidad incluyente. Son tiempos de tomar las decisiones correctas y hacer que nuestra economía pueda crecer en forma sostenida, con estabilidad de precios, a la velocidad que necesitamos, con empleo productivo y salario remunerativo; para que todos los mexicanos puedan satisfacer dignamente sus necesidades.
Unos hablan de blindajes financieros y otros preferimos hablar de blindajes políticos, anclados en el crecimiento productivo y la equidad social. Si no crecemos en forma sostenida y con una mejor distribución del ingreso, no podremos hacer frente a nuestros retos; la pobreza se disparará aún más y ningún presupuesto será suficiente para alcanzarla.
Lo que México quiere no es ni populismo ni neoliberalismo, es una economía de mercado de rostro humano.
