Desde Félix Gallardo hasta Guzmán Loera, el Chapo, pasando por Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos, la imagen de los capos en México ha presentado diferentes transformaciones, ejemplo de ello es la transición del término narcotráfico al crimen organizado, que nos habla de la incursión de los cárteles en más actividades que la compra, venta y distribución de sustancias psicoactivas ilegales. Si anteriormente era más fácil poder controlar la exposición en medios de comunicación con la intención de posicionar una visión particular sobre un fenómeno, con las plataformas digitales se han visibilizado perspectivas particulares y transgresoras para la mayoría. Del asesinato del cardenal Posadas Ocampo y la muerte del Señor de los Cielos, en un periodo cuando parecía claro que ser narco era dañino, la sociedad mexicana ha atravesado por un proceso en el que actualmente los altos mandos del crimen organizado exponen su estilo de vida lleno de lujos y excentricidades, donde sólo hay comparativo con los grandes magnates como Carlos Slim, políticos y sindicalistas. Las niñas y niños en contextos de desigualdad que han crecido desde mediados de la primera década del siglo XXI a la par del boom de la cultura del narco han sido testigos de la alternativa a la pobreza y el rezago educativo, social y cultural: el crimen organizado, sin embargo ¿se reconocerán el alto costo de este high stylelife?, es decir, violencia y muertes.
Ya no es necesario realizar una solicitud especial a la Secretaría de la Defensa Nacional para visitar el Museo de Enervantes y apreciar los réditos materiales del crimen organizado, sino que a través de portales en Internet es posible observarlos. Pacas de dólares, automóviles último modelo, mansiones, leones, mujeres, diamantes, oro, Yves Saint Laurent y Armani, entre muchas otras cosas son algunos de los beneficios de los capos y juniors, sólo comparables con magnates, además de la clase política y sindicalista de México; sin embargo, son menos expuestos los cementerios que a pesar de todo guardan opulencia -como se puede observar en el documental El velador de Natalia Almada-. No sólo de la vista nace el amor, en especial considerando una actividad de alto riesgo como el narcotráfico, sino que también existen otros elementos que deben someterse a análisis integrales y bajo su contexto.
Para México había pasado la época de oro pero aún contaba con un poco de estabilidad cuando los capos de la droga se estaban posicionando en el imaginario social, sin embargo, la desigualdad se fue incrementando en un mundo que se urbanizaba y desarrollaba de manera centralizada. Aunque el crimen organizado ha empleado a más personas, en especial jóvenes, a diferencia del Estado que no ha logrado una distribución de la riqueza de manera equitativa y varios de sus integrantes han estado involucrados en actos de corrupción, también la sociedad debe observar las omisiones en las que ha incurrido para fortalecer la imagen del narco como un modelo aspiracional, o si se quiere ver con más cuidado, un método de supervivencia. Tras su escape, el Chapo Guzmán se ha convertido en un personaje redituable para las audiencias mediáticas, pero desde antes encarnaba el caudillo de la época moderna que ofrecía progreso en actividades delictivas, la marmaja y el reconocimiento social estaban aseguradas….aunque fuera por un corto periodo, “total, ¡peor estábamos!” Sin embargo, con su reciente fuga, uno de los más buscados en el mundo está en proceso de “beatificación” por el propio pueblo para estar a lado de Jesús Malverde. Pero algo no hemos escuchado, ¿qué diría el Chapo de su propio negocio? Aunque se han opacado las voces que defienden su nombre al comentar sobre sus actos de caridad y apoyo a su comunidad, es un hecho que para más de 55 millones de mexicanas y mexicanos en situación de pobreza, el crimen organizado es un atractivo trabajo con grandes retribuciones al que se puede acceder fácilmente a diferencia de incursionar en la política, que según las imágenes que se comparten en Internet muestran un estilo de vida muy similar, e incluso se puede plantear la posibilidad de que confluyen en una misma esfera social.
Al consultar algunas cuentas de los llamados juniors de la clase política y el crimen organizado se pueden observar similitudes, pero en las particularidades también se puede vislumbrar una de las razones del atractivo del crimen organizado. Mientras que los “chicos bien” se exhiben con un rotundo clasismo, los beneficiarios de la delincuencia organizada ratifican un discurso desde lo popular, con “la raza” y un fuerte hincapié en la religiosidad arraigada en la cultura mexicana. ¿Quiénes parecen más “banda”? ¿Quiénes podrían ser más conscientes de la realidad en el país?
No es posible negar que el crimen organizado ha dado las respuestas más rápidas a la desigualdad que el Estado no ha reconocido, pero el atractivo de la cultura del narco no ha sido sólo su responsabilidad. Simplemente reflexiones en que parte de los cánones del “deber ser hombre” incluyen la fuerza y la reacción, la violencia; por lo que es necesario sensibilizarnos ante ella. Si recuerda el polémico y misógino video de jóvenes varones del Instituto Cumbres y otras imágenes sobre los llamados “mirreyes”, observará que las diferencias son mínimas, mientras unos prefieren champagne otros el Buchanan’s, mientras unos visten de Polo otros de Lacoste, pero la urgencia por evidenciar opulencia y el “poseer” mujeres es constante. ¿Con melón o con sandía?
Para una nación en la que las oportunidades de desarrollo son asequibles, las historias de Bonnie y Clyde no pasan de ser entretenimiento, pero en un país con problemas nacionales históricos los relatos de este tipo son más que eso, son una ventana a una oportunidad negada. Por ello no es posible que sólo se implementen políticas de desarticulación de cárteles y detenciones, sino que también se requieren otras estrategias más amplias y de mayor profundidad, como regulación económica, educación, e incluso análisis desde una Perspectiva de Género.
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