La política se trata -principalmente- de construir puentes para el diálogo y el consenso. Se trata de construir leyes e instituciones que respeten nuestra diversidad, la cual es un resultado inevitable de nuestro esquema de libertades civiles. Disentimos porque somos libres: la política se trata entonces de lograr consensos en contextos de diversidad.
Aguascalientes es una ciudad mayoritariamente católica. Al menos un 92% de la ciudadanía lo es abiertamente. Seguramente eso cambiará en el futuro, si tomamos en cuenta las tendencias secularizadoras en el resto del mundo. Pero hoy es ésa nuestra realidad. Nuestros políticos no se deben a la mayoría únicamente, pero ignorar la realidad que opera en nuestro municipio y en nuestro estado sería una ceguera política lamentable.
En su reciente visita a Kenia, Francisco ha dejado claro el papel que los católicos deben tener con respecto a dos de los temas principales de cualquier agenda política: la pobreza y la desigualdad social y económica. “La experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimentan del miedo; la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración”, señaló. Combatir la pobreza combate otros muchos problemas que son su consecuencia, por ello la pobreza y la desigualdad son prioritarios respecto a otros problemas. El papa exigió a los católicos preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos.
Las preocupaciones de Francisco no son nuevas. No son una moda, ni atienden sólo a lo urgente en detrimento de lo importante. Francisco es consecuente con el cristianismo original: quienes preocupaban a Cristo principalmente eran los pobres y los marginados. El cristianismo es en su núcleo una religión donde el amor y la justicia tienen la mayor de las importancias.
Un gobierno de una ciudad y un estado, donde la pobreza, la marginación y la desigualdad económica y social no son los temas principales de su agenda política, es inconsecuente con la mayoría de las que debieran ser las preocupaciones de sus representados. Gobiernos que favorecen a la minoría acaudalada, gobiernos que dan preferencia a los empresarios y sus necesidades, gobiernos que sistemáticamente ignoran y marginan a los menos favorecidos, no son cristianos. No sólo eso: ciudadanos que no se preocupan por la justicia y la equidad, y se dicen cristianos, viven en la inconsistencia teórica y práctica. Éste no es un error propio del catolicismo: muchos creyentes -sea de la religión o práctica religiosa que sea- muchas veces desconocen los principios de aquello de lo que forman parte. Los creyentes más favorecidos del cristianismo tienen una responsabilidad aun mayor con los pobres y marginados: “El Evangelio nos dice que aquellos a quienes mucho se les ha dado, mucho se le exigirá”, ha señalado el propio Francisco.
El catolicismo se ha alejado extrañamente de la izquierda política. Las razones son diversas. Muchas veces esto tiene que ver con una incompatibilidad de creencias sobre asuntos de la esfera privada: la despenalización del aborto, la eutanasia, los matrimonios entre personas del mismo sexo… No obstante, podemos estar de acuerdo en que si combatimos la pobreza, la marginación y la desigualdad combatimos problemas que a cristianos y no cristianos nos interesan por igual y en la misma medida. Pensar en lo que nos diferencia elimina puentes de diálogo y consenso. Hablemos mejor de lo que tenemos en común: una agenda de problemas de la vida pública en los que coincidimos. No sólo eso: muchos problemas que resolveríamos de manera distinta (con respecto al aborto, por ejemplo), pueden resolverse con una agenda de preocupaciones comunes.
La pobreza, la marginación y ciertos niveles de desigualdad social y económica son inmorales y vergonzosos. Sobre estos problemas debemos construir la agenda política de nuestra ciudad y estado. Y estos son los temas de la izquierda, no los de la derecha ni los del centro. Catolicismo e izquierda deberían ser capaces de ver aquello que los une antes que debatir sobre asuntos en los que quizá nunca estén de acuerdo. Al final, de eso se trata la política. El senador estadounidense Bernie Sanders -uno de los mejores representantes de la izquierda política en el mundo- fue a una de las universidades más conservadoras del país a debatir. Se le aplaudió de pie. Su mensaje fue sencillo: “Es fácil salir y conversar con personas que están de acuerdo con nosotros. Es más difícil, pero no menos importante, tratar de comunicarnos con aquellos que no están de acuerdo con nosotros en todos los temas; y es importante para ver dónde, si es posible -y creo que lo es-, podemos encontrar un terreno común”.
mgenso@gmail.com | /gensollen | @MarioGensollen




