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viernes, diciembre 5, 2025

Qué marcha ganó, me preguntaron / Disenso

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El día sábado salimos a marchar dos grupos de ciudadanas y ciudadanos. Unos, en respuesta a una campaña que si bien puede estar nutrida de personas con buenas intenciones, fue claramente orquestada con base en mentiras como las que rezan que la iniciativa del “presidente” -yo sí sé usar comillas- busca que se desaparezcan los géneros, o se dé paso a un tercero, o que a niñas y niños les enseñen a masturbarse, o que les permitan ir al baño que quieran, o que se les hable de sexualidad desde pre-escolar o (mi favorita) que se meta a la cárcel a los papás y las mamás que les digan a su prole que son niñas o niños (es en serio). Aunque a estas alturas cualquiera con intención de aclarar esto ya debió haberle dedicado cinco minutos a la investigación, y en la condición post-google debió descubrir que todo esto son mentiras horribles, vale la pena resumir: la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió desde el año pasado que no puede discriminarse a nadie en su condición de adultez y plenitud de conciencia para acceder a un trámite civil que concluya en el contrato del matrimonio, independientemente de sus preferencias sexuales, en vista de permitir que quien lo desee, pueda ver garantizados sus derechos fiscales, de migración, derechohabiencia, herencia y todos los que se desprenden de este marco legal.

Se ha dicho que salir a marchar a la misma hora y rumbo al mismo lugar fue una provocación: me parece claro que organizar una manifestación que no busca el garante de los derechos propios sino menoscabar los derechos de las y los demás y que además se construyó con lenguaje bélico: “en DEFENSA de la familia” o “NO TE METAS con mis hijos” y que se coronó con una banda de guerra al frente de la manifestación, es de suyo agresivo y ante esa agresión no queda sino, de manera simbólica, generar algún contrapeso. Las y los que engrosaron esta manifestación anti-derechos se contaron por miles. Las y los que engrosaron la marcha pro-derechos, por cientos.

Al igual que la semana pasada, quiero remarcar que creo que la historia, tarde o temprano, terminará dando la razón a este supuesto del sentido común: todas y todos los ciudadanos, deben poder acceder al mismo tipo de trámites legales para un contrato civil, no puede haber razón para que a alguien se le exija un trámite extraordinario (como un amparo) para llevar a cabo un convenio entre adultos ni que se les “otorgue” el mismo trámite con nombre distinto (¿de verdad queremos revivir el separate but equal?). Como lo mostraron muchas fotos el día de ayer que recordaban las manifestaciones en contra del voto de la mujer, los anticonceptivos, los derechos de los negros y más, tarde o temprano estas manifestaciones serán un vergonzoso pasado que un presente incluyente cubrirá con el ungüento de la justicia. No puede haber otro camino: la única diferencia será recordarnos de qué lado estuvimos cuando aún se tenía qué pelear por ello.

A los que marcharon en una manifestación anti-derechos les pregunto ¿qué movimiento separatista -de derechos humanos o civiles- ha triunfado? ¿No les ha enseñado la historia que esas divisiones -muchas veces estimuladas por creencias ultra-terrenas- siempre han caído? Se equivocaron con la inferioridad de los indígenas, de las mujeres, de los negros, de los científicos, de los enfermos, de los judíos y más. ¿Qué les hace pensar que esta vez tendrían razón? ¿Qué argumentos pueden entregar para mostrar por qué es peligroso que dos adultos con preferencias sexuales distintas no puedan construir una célula social, educar, criar en amor y respeto? ¿Qué ejemplo le están dando a sus hijos, no de luchar por lo que alguien les quite, sino luchar para quitarles algo a los demás? Y no: no cuenta que les quiten un “derecho” exclusivo. Los derechos exclusivos son privilegios. Y no: no es un privilegio que un gay se case si usted lo puede hacer, es un derecho que lo iguala como ciudadano de la misma categoría. Y no: no hay ninguna prueba de que los homosexuales no eduquen tan bien como usted a sus hijos. Y no: no hay ninguna prueba de que los hijos de homosexuales se “vuelvan” homosexuales. En cambio: y sí: si usted dice que no es homófobo, pero le preocupa que los hijos de homosexuales se vuelvan homosexuales es usted incongruente o mentiroso. Y más: ser padre o madre no es entregar un gameto, no nos sirven de mucho aquellos que lo hicieron, pero abandonaron el hogar o golpearon o violaron. Ser padre y madre es educar. Por supuesto que parte de lo que pelean, entre tantos despropósitos es correcto: ustedes tienen derecho a educar a sus hijos en los valores que creen. Pero sépanse que luchar contra los derechos de otros no es un valor. Y que el límite es la vida pública: por ello es que los padres que se niegan (por sus valores) a vacunar a sus hijos deben ser sancionados, porque no se trata ya de ellos y sus creencias, sino de una comunidad. Aquí vale decir que nadie debería pelear por proteger derechos de minorías o mayorías, los derechos no son para un sector, son para todos. Y tampoco están a discusión. En este sentido, les prometo públicamente solidaridad: si a alguien se le ocurriera el despropósito de impedirles defender sus propios derechos, o coartárselos: como su libertad de credo, por ejemplo, yo marcharía comprometido de su lado.

A los que marcharon en una manifestación pro-derechos les digo: necesitamos aprender a convocar con mayor eficiencia, a mostrar que somos muchas y muchos los que deseamos un país justo para todas y todos. Necesitamos pasar del like y el share a la acción. Dejar el activismo de clic y convertirnos en promotores de una sana vida pública en el espacio público: no sólo marchando sino siendo extraordinarias mexicanas, destacados ciudadanos. Necesitamos tener paciencia ante las críticas, nos urge pedagogía para explicar lo que deseamos. Sé que todo esto es difícil, pero hay un bálsamo que debe empujarnos a ello: tenemos la razón. Pero ésta no se puede imponer diciéndole a quienes no han visto esta razón improperios, ni pidiéndoles que los borren de su vida, ni prohibiéndoles decir lo que piensan. Necesitamos dialogar y cuando el diálogo no funciona, exigirles a nuestras instituciones que salvaguarden nuestras vidas en toda su riqueza ciudadana. Las instituciones siempre han triunfado por sobre las demandas separatistas.

Qué marcha ganó, me preguntaron. Creo, sinceramente que es una pregunta sin sentido. Si me preguntan quiénes reunieron más gente, o tuvieron mejor infraestructura, o parecieron más organizados, o fueron más efectivos convocando, puedo responder sin problema alguno. Pero quién ganó, así, sin más, no lo sé, no captura contenidos. Si pensamos de manera optimista, ganó la vida pública, porque ayer se demostró que sí somos capaces como sociedad de salir a exigir lo que creemos, aunque no parece la misma motivación para protestar contra los malos gobiernos, la desigualdad económica, la violencia, la corrupción y eso sólo significa que pesan más los intereses que se antojan privados que los que se revelan como obviamente públicos. Siendo optimistas nos queda pendiente descubrir formas de unirnos por esas causas que nadie contrariaría, descubrir antes lo que tenemos en común que lo que nos divide. Siendo pesimistas -que a veces se vale- lo que queda decir es que aún no entendemos que una sociedad es más rica en su pluralidad que en su uniformidad, y que la variación ha probado ser lo que permite la supervivencia y la adaptación, no sólo en el terreno biológico, sino en el terreno ideológico, político, social. Hoy vivimos una realidad distinta: familias distintas, instituciones distintas y todo ellos: derechos civiles, democracia, movilidad social, nos han llevado a conformar una realidad menos cruenta que la que reportan oscuros momentos de nuestra historia. Siendo pesimistas lo que queda decir es que ayer miles de ciudadanos pudieron celebrar la diversidad y se dedicaron a pensar que los derechos civiles deben ponerse a votación y otros miles se quedaron indiferentes ante ello. Siendo pesimistas, ayer perdimos todos.

 

/aguascalientesplural

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