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viernes, diciembre 5, 2025

El 68 mexicano: tan lejos, tan cerca

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  • Con mi reconocimiento a todos aquellos jóvenes que llenaron nuestra historia con sueños libertarios.

 

Cada generación tiene su momento para luchar por sí misma para construir, para comprender, desentrañar su destino, su fuerza, su inteligencia. Tarde o temprano, cada generación modifica el mundo, porque no puede justificarse a sí misma con la dignidad que otros tuvieron en el pasado. Cada generación es responsable de su propia dignidad

Carlos Montemayor

Las demandas y banderas del movimiento estudiantil de 1968 en México no eran estrictamente políticas y mucho menos electorales, pero marcaron de forma determinante la evolución de nuestro país. Las protestas de los estudiantes en aquel año constituyeron un parteaguas de nuestra historia y, ante todo, una victoria cultural que no pudo ser acallada ni por la sangrienta represión ni con la subsecuente persecución de sus ideas libertarias.

Ya en la década de los 50 y 60 habían sido reprimidos brutalmente los profesores (1958), ferrocarrileros (1959), médicos (1965) y cientos de grupos campesinos que demandaban mejores condiciones de vida y trabajo. Habían sido liquidados los destacamentos guerrilleros de Rubén Jaramillo (1962) y los alzados de Cd. Madera (1966), que se rebelaron contra el autoritarismo del gobierno mexicano. La democracia mexicana solo existía en los discursos oficiales; la competencia electoral había sido ahogada en fraudes cada vez que surgía una disidencia consistente: José Vasconcelos, Juan Andrew Almazán y Miguel Enríquez Guzmán. La oposición electoral jugaba un mero papel testimonial a cambio de unos simbólicos “diputados de partido”. Asimismo, el control de la prensa y los medios de comunicación era la realidad cotidiana.

El llamado milagro mexicano, que había dado al país un crecimiento económico en la postguerra, llegaba a su fin con las políticas económicas del “desarrollo estabilizador”, en medio del autoritarismo asfixiante del gobierno de Díaz Ordaz. En dicho contexto, que los estudiantes de casi todo el país, desde comienzos de los años 60, comenzaran a exigir un cambio de mentalidad y mayores libertades, sí era una novedad en la patria, más aún cuando los jóvenes mexicanos compartían los ideales de paz, democracia y libertades de sus congéneres en Francia, Inglaterra, Checoslovaquia, Estados Unidos, etc.

Formalmente, se conoce como Movimiento Estudiantil de 1968 en México a las movilizaciones que tuvieron lugar entre julio y octubre de aquel año exigiendo respuesta a 6 demandas muy específicas: libertad a los presos políticos, destitución de mandos de la policía del DF, extinción del cuerpo de granaderos, derogación del delito de “disolución social”, indemnización por los muertos y heridos, y deslinde de responsabilidades por parte de las autoridades. Sin embargo, en el fondo, el 68 mexicano, expresaba ya el reclamo para que el país saliera de una dictadura disfrazada de democracia.

La brutalidad política del régimen se evidenció cuando el gobierno de Díaz Ordaz, ante la cercanía de las olimpiadas, optó por la represión en toda línea al militarizar el país, ocupar la UNAM, el IPN y muchas universidades, autorizar la masacre de Tlatelolco y perseguir y encarcelar a miles de activistas en todo el país.

Desde entonces, el 68 mexicano no ha dejado de estar presente en la historia del país. La conciencia nacional registró los motivos e ideales que llevaron a aquellos jóvenes a enfrentarse al autoritarismo y la cerrazón. Así, el afán y la lucha por cambiar el estado de cosas no terminó en Tlatelolco. Siguió en la prisión de cientos de activistas, en la desesperación de los que se fueron a las armas, convencidos que no había vía democrática para cambiar el país, y en los debates en foros universitarios y políticos del país. Se extendió hasta el esfuerzo de quienes lograron arrinconar y luego derrotar en las urnas al régimen de partido de estado. Ha estado presente en el diseño de una transición democrática y en la conquista de libertades personales y democráticas.

El 68 mexicano fue una derrota represiva y sangrienta a la movilización libertaria de los estudiantes, pero también una victoria cultural que ha conquistado terreno en la conciencia nacional. La historia, pues, como expresó Walter Benjamin, no es algo lineal: “Las bifurcaciones de la historia son múltiples… En el tiempo y en el espacio encontramos rupturas y quiebros”. Durante las últimas décadas de nuestro país se ha desarrollado una dialéctica entre la búsqueda de nuevos y avanzados estadios de convivencia, y la resistencia a desaparecer del viejo régimen, aún presente en gran parte del entramado institucional, puesto que el andamiaje del modelo autoritario no ha sido reemplazado.

Por eso, el 68 mexicano dejó de ser una efeméride para convertirse en una referencia axiológica, casi una declaración de principios. La búsqueda de libertades y el combate a la censura y el autoritarismo, no debe ser solo un recuerdo, ni una conmemoración, sino un compromiso en la actividad pública diaria y en el enfoque ético en la política.

El viejo régimen y sus expresiones seguirán existiendo mientras que los mexicanos de hoy no logremos darle forma a un nuevo estado social de derecho. El autoritarismo sangriento y represivo aún se hace presente y busca restaurarse plenamente. Las fuerzas vivas del pasado tenebroso del país ahora se expresan en reformas regresivas y aparatos represivos ligados al lumpen del crimen organizado.

El 68 mexicano, su represión sangrienta y la victoria de su espíritu libertario, al cumplir 48 años, sigue cerca y vigente porque hay muchas cosas que cambiar. La generación de la segunda mitad del siglo XX cambió el rostro del país; ahora, la presente generación debe hacerse cargo de su propia dignidad.

Saludemos el cincuentenario del 68, logrando en 2018 los profundos cambios que requiere con justicia nuestro país.

@gilbertocarloso

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