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viernes, diciembre 5, 2025

2018 / El peso de las razones

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¿Qué es aquello que celebramos todos los fines de año? ¿Acaso es una nueva órbita alrededor del Sol? ¿Acaso que hemos sobrevivido un año más? Dudo que sea que nuestra corta vida pierde 365 días de expectativa. Supongo, más bien, que es una mezcla discreta: una manera de englobar nuestras pérdidas, ganancias y expectativas en un día concreto, junto con un pretexto para emborracharnos y celebrar (nunca sobran los pretextos, dicho sea de paso).

Por mi parte, cada fin de ciclo, sea como sea que establezcamos sus inicios y sus fines (sean los cumpleaños, la finalización de un curso de estudios, el término de la escritura de un libro, una ruptura amistosa o amorosa…) son pretextos reflexivos para el balance narrativo de mi vida. Me explico. Tú, yo, cualquiera de nosotros, construimos el sentido de nuestra propia identidad de manera narrativa. No es que la identidad personal sea una identidad narrativa (cosa por demás problemática y contenciosa), sino que día con día tratamos de continuar la escritura de nuestra propia autobiografía con nuestras decisiones y nuestros actos. Como en toda narración, buscamos tejer los hilos de nuestra particular historia con coherencia, consistencia y sentido. No obstante, no siempre sucede así. El autoengaño, entre otros atajos cognitivos eficientes para otras tareas, nos hace compleja nuestra narración cotidiana.

El fin de año, pienso, es un buen momento para tratar de engarzar nuestro pasado a nuestro presente: un pretexto que puede servir para llenar lagunas, promover el recuerdo de los enlaces entre nuestros momentos significativos, así como para conjurar al olvido de lo intrascendente y lo que inmoviliza y bloquea la narración. Los inicios de año, por el contrario, pueden ser un buen pretexto para imaginar los nuevos caminos, las nuevas premisas, y los nuevos componentes narrativos.

Lectoras y lectores de La Jornada Aguascalientes, les deseo un inicio de año reflexivo pero, ante todo, imaginativo. Que sean estos días en los que pierdan el bloqueo de la escritura y su autobiografía siga escribiéndose con su particular voz y tono. ¡Felicidades!

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