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viernes, diciembre 5, 2025

Sobre dos reales de  minas: Tepezalá y Asientos

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Agradezco mucho al colectivo Xamora, grupo de jóvenes entusiastas, que tienen como objetivo el rescate de la historia de Tepezalá y el fomento de sus aspectos culturales, el haberme invitado a presentar el interesante libro del maestro Ricardo Ávila Bañuelos, Dos Reales de minas en la Nueva Galicia (1700-1750). El cobre de Tepezalá y la plata de Asientos. Precisamente la obra del maestro Ávila, constituye una contribución importante a la historia regional de Tepezalá y Asientos.

En las “Observaciones”, el autor adelanta, da breve noticia, de lo que el libro trata, advirtiendo de la “escasez de documentos resguardados en los archivos históricos estatales y municipales en Aguascalientes sobre la minería en relación a los primeros pobladores establecidos, a mediados del siglo XVI y todo el siglo XVII. Sin embargo, el estudio de Ávila, al detalle, corresponde a la primera mitad del siglo XVIII; encontrado con relación a este periodo una importante veta documental en el Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes.

En la “Introducción”, resalta la importancia de la minería como objeto de investigación histórica, y su interés por conocer “con mayor detalle, la región minera de Asientos y Tepezalá desde su origen como centro minero y con mayor detalle de su desarrollo durante la segunda mitad del siglo XVIII”. Y nos da noticia de que los principales minerales encontrados allí fueron el cobre con plomo en las minas del cerro de San Juan de Tepezalá, y de plata y de cinc en el cerro de Altamira en las minas de Asientos de Ibarra.

Todavía en la Introducción se refiere al origen del nombre del fundo minero “San Juan de Tepezalá”, que según sus fuentes orales, Salvador Reyes Díaz de León y “el señor Hernández”, “proviene del Santo al que se venera y de la palabra náhuatl Tepezalá, que significa lugar entre los cerros (Altamira y San Juan)…”. Por mi parte agrego que San Juan Tepezalá, sin duda, es el poblado más antiguo del actual Estado de Aguascalientes; y que, en concreto, es “lugar entre cerros”, por las raíces del náhuatl: tepetl (cerro) y tetzalan (entre algunos).

El capítulo I se titula “Antecedentes históricos”. Trata de varios acontecimientos históricos regionales, que nos permiten conocer mejor el tiempo del nacimiento y el lugar de ubicación de Tepezalá y Asientos. Así se refiere el descubrimiento, por Juan de Tolosa, de las minas de Zacatecas en 1546 y, posteriormente, la fundación de la Ciudad; se da noticia de la erección de la Audiencia de Nueva Galicia en 1548, órgano de gobierno importantísimo, que finalmente se establecería en Guadalajara- comenzó a funcionar en Compostela, hoy Nayarit, siendo la máxima autoridad regional, con funciones judiciales y administrativas de gobierno; menciona la famosísima Guerra del Mixtón, en Nochistlán; habla de las cruelísimas conquistas de Nuño de Guzmán.

En el libro se destaca la figura de Juan de Tolosa, el primer descubridor de los yacimientos de minerales de Zacatecas y de Tepezalá. Se proporcionan algunos datos biográficos del conquistador de origen vasco. Quiero destacar, sin embargo, lo que tiene que ver con Tepezalá derivado de la Información de Méritos y Servicios de Juan de Tolosa, que el autor consultó en el Archivo General de Indias, en Sevilla, y que también la había conocido y tratado el profesor Alejandro Topete del Valle. De acuerdo a lo que entiendo, de esa Información se puede concluir que: “el dicho Juanes de Tolosa andaba por el pueblo de Tepezalá en descubrimiento de minas” -se dice textualmente-, por lo tanto el dicho pueblo ya existía, era de indios pacíficos dedicados a la agricultura, frecuentemente atacados por los guachichiles, y que Tolosa se puso “en defensa y amparo” de ellos -dice también el documento-. Tolosa funda un asentamiento minero, entonces, en un pueblo de indios preexistente.

Dedica el autor unas páginas para hablar de los enfrentamientos entre españoles y nativos, constituyendo esto la guerra chichimeca, haciéndonos ver que los indios “con una fuerza natural defendían su espacio vital”, así que con justicia hacían la guerra para defender sus territorios invadidos.

Después el libro trata de Asientos de Ibarra, llamado así por el primer propietario de las tierras en donde se estableció el Real de Minas, Diego de Ibarra.

Para hablar de Asientos, por lo que ve a sus primeros años, el maestro Ávila Bañuelos se apoya en el libro del presbítero José González Sánchez, llamado Crónicas de Asientos. Quiero hacer una breve alusión a esa importante obra. Hemos hecho, en 2016, una edición de la misma, por medio de la Editorial Cenejus y la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, creyendo que se trataba de la segunda edición, considerando que la primera era la que mandó hacer el autor en la Editorial Jus; esto tomando en cuenta que la propia edición de Jus se ostenta como la primera. Ahora, al leer el libro que presentamos del maestro Ávila, vemos con sorpresa que cita una edición de ese libro, hecha por el “El Censo”, en Aguascalientes, en 1964, edición anterior a la hecha en Jus que es de 1965. Le pregunto al autor ¿en dónde consultó ese ejemplar?

El Capítulo II, se titula “El Distrito minero de Asientos y Tepezalá”. Se da noticia en los dos reales de minas, desde el siglo XVI, el XVII y de lleno nos informa, al detalle, de la actividad minera en la primera mitad el siglo XVIII, etapa muy importante en que se reactivó la actividad minera y comercial en la región de Aguascalientes. Se nos proporciona el nombre de las minas y de los mineros -dueños de minas- de Asientos y Tepezalá de 1694 a 1769, estableciendo el lugar o cerro que se explota y también dando el nombre de las haciendas de fundición del metal y de las haciendas de beneficio por azogue o mercurio.

El autor habla extensamente de los dos grandes beneficiarios del Real de Asientos de Ibarra: Agustín Mejía, primero; y Benito Gaspar de Larrañaga, después. También menciona las minas y haciendas de beneficio de la Compañía de Jesús, que explotaron los jesuitas hasta su expulsión en 1767, en el paraje San José de Linares, en Ciénega Grande.

El Capítulo III trata de “El proceso de beneficio del mineral en Asientos de Ibarra”. Constituye una parte muy interesante del libro, en la que se analiza la estructura de una mina y su funcionamiento; y cómo son sus trabajadores, de qué personas se trata, el salario que reciben, y cómo pueden aprovecharse del mineral.

También el autor nos da a conocer cómo trabajan las haciendas de fundición y cómo las haciendas de beneficio, por el método de patio o amalgamación, con el magistral (sulfato de hierro y cobre) extraído de las minas de Tepezalá y el mercurio.

El autor, de manera muy interesante, explica el proceso como el mercurio se une a la plata, desprendiéndola del resto de la tierra y otros minerales y luego como el mercurio se separa de la plata por destilación.

Les cuento una anécdota, y cierro aportando algo. Hace aproximadamente treinta y siete años, impartí en la Carrera de Derecho de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, mi primer curso de Historia del Derecho Mexicano -creo que la materia se llamaba “Historia Social y del Derecho IV”-. Debía explicar que el Virrey de la Nueva España tenía entre sus facultades y obligaciones, fomentar la industria, en especial la minería, y añadido a esto, “uno de los deberes…. era distribuir el mercurio…”. Y como yo no entendía qué relación había entre “fomentar la minería” y “distribuir el mercurio” y no quería verme ignorante ante los alumnos, recurrí a un cliente de mi despacho, que se dedicaba a la minería, quien me explicó el proceso; el cual, sin embargo, debo confesar, lo entendí bien hasta leer el libro que presento.

La distribución del mercurio, por parte del virrey, tiene su razón de ser como función administrativa, ya que el mercurio era importado y distribuyéndolo fomenta así la industria; pero además, al distribuir controla, sabe a quién se lo da y en qué cantidad, así puede exigir, a quienes  otorga el mercurio, la parte del metal precioso que corresponde por Ley a la Corona, el famoso “quinto”, como le llaman.

Para terminar, recomiendo la lectura del libro del maestro Ávila; y a él lo felicito por su obra.

 

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