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viernes, diciembre 5, 2025

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Hace algunos días hice un viaje a la Ciudad de México para participar en un congreso en la UNAM. Para llegar a esta casa de estudios tomé esos días, como lo hice durante varios años, la línea tres del metro, y una de las estaciones lleva el nombre de Miguel Angel de Quevedo, lo que alude a una ubicación, en este caso a la avenida del mismo nombre. Como creo que le pasa a muchas personas, en relación con el nombre de calles, colonias o hasta ciudades, nunca se me ocurrió investigar quién fue Miguel Ángel de Quevedo, para mí sólo era el nombre de una estación del metro que me indicaba que estaba por llegar a mi destino o viceversa, que mi recorrido apenas iniciaba.

Resulta que en este último viaje que hice en el metro estaba una infografía en los vagones en la que se narraba brevemente la vida y obra de Don Miguel Ángel. En ella se destacaba el gran amor y pasión que tuvo por la naturaleza y, por lo mismo, por salvaguardar la riqueza natural de México. Tengo que confesar que sentí un fuerte escalofrío recorrer mi cuerpo y me sentí “un hijo de la chingada” o malinchista, pues en mis investigaciones relacionadas con el conservacionismo estudié a Henry David Thoreau, John Muir, Gifford Pinchot y Aldo Leopold, pero nunca a este gran mexicano quien hizo importantes contribuciones en rubro ambiental en la Ciudad de México, principalmente, pero también en varias partes del país. Fue tan trascendente su labor que lleva el epíteto de “Apóstol de los árboles”.

En su biografía se indica que Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta nació en Guadalajara, Jalisco, el 27 de septiembre de 1872, en el seno de una familia próspera y pudiente, pero lamentablemente a los diez años de edad pierde a sus padres, lo que obliga a cambiar su residencia e irse a vivir a Francia quedando bajo la custodia de un tío, un canónigo que residía en Bayonne, Francia, localidad ubicada en los Pirineos franceses, hecho que puso en un contacto muy cercano a Quevedo con la naturaleza. Realizó sus estudios de bachillerato en la Universidad de Burdeos donde se graduó en 1883 y en 1887 se graduó como ingeniero civil, con especialización en ingeniería hidráulica en la Escuela Politécnica de París.

En ese mismo año Miguel Ángel de Quevedo volvió a México, ansioso de aplicar lo que había aprendido y concentrado en difundir la importancia de la protección forestal. Su primer trabajo fue como supervisor de las obras de drenaje, el proyecto de desagüe, en el Valle de México. A principios del siglo XX, Quevedo trabajaba en la Secretaría de Agricultura y desarrolló el programa de parques para el área urbana de la Ciudad de México. En el año de 1907 donaría el terreno para crear los Viveros de Coyoacán, empleando los potreros de la antigua hacienda de Panzacola, propiedad de su familia. Durante el gobierno de Francisco I. Madero, Miguel Ángel de Quevedo creó una reserva forestal en Quintana Roo y en el gobierno de Venustiano Carranza trabajó para lograr que el Desierto de los Leones se convirtiera en el primer Parque Nacional de México. En 1922 fundó la Sociedad Forestal Mexicana con el propósito de implementar una ley forestal nacional. Miguel Ángel de Quevedo murió el 15 de julio de 1946.

Con base en lo dicho, los principales logros de Miguel Ángel de Quevedo fueron incrementar 800% las áreas verdes de la Ciudad de México con el programa de parques urbanos que desarrolló; la creación de los viveros de Coyoacán, cuya intención fue crear un espacio que produjera árboles que pudieran luego ser distribuidos por toda la ciudad, y fue testigo de la producción de 2.4 millones de árboles; consiguió que el Desierto de los Leones se convirtiera en el primer parque nacional de México y fundó la Sociedad Forestal Mexicana Sociedad Forestal en 1921 con la finalidad de que se vigilará la conservación de los bosques que aún no se habían perdido y restituir los devastados, este hecho estuvo acompañado de la promulgación, bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles, de la primera ley forestal en el país.

Don Miguel Angel de Quevedo fue así uno de los primeros activistas ecológicos de México que luchó por conservar la naturaleza, previendo que la devastación forestal, si no se le ponía freno, resultaría catastrófica.

Parece extraño, por no decir vergonzoso, que casi un siglo después de recibir este ejemplo de un brillante connacional, en Aguascalientes apenas se estén comenzando a promover y decretar áreas naturales protegidas. Sin duda es un hecho que debe aplaudirse a los gobiernos en turno hacerlo, pero debe reconocerse que éste es un logro de la sociedad civil organizada y que esto se haya conseguido es gracias al trabajo que han venido desarrollando desde hace una década o tal vez un poco más.

El Bosque de los Cobos ha sido la nota en el rubro ambiental en lo que va del año. Todo parece indicar que este valuarte ecológico podrá conservarse con la declaración de área natural protegida, lo que significa que este espacio estará salvaguardado de la ambición inmobiliaria e industrial que, de unos años a la fecha, ha venido devorando las áreas naturales aledañas a nuestra ciudad. La protección está a cargo del gobierno, eso no resta responsabilidad a los ciudadanos para cuidar y proteger esta zona natural y muchas otras que, sin darnos cuenta, están siendo destruidas en nuestro estado por intereses de particulares.

Si usted ha escuchado hablar de Miguel Ángel de Quevedo y cree que sólo es el nombre de una avenida o estación del metro, lo invito a que conozca un poco más de este personaje, se va a sorprender de lo que hizo; de igual manera si usted es de los que sólo ha escuchado nombrar al Bosque de los Cobos y no lo conoce, no crea que es sólo una nota periodística, ¡existe! Conózcalo, se va a sorprender de lo que allí verá y podrá reconocer inmediatamente por qué se luchó para que éste espacio natural se conservara.

 

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