Hace unos días, el país se conmocionó, o al menos expresó conmocionarse por la noticia de un tiroteo dentro de una escuela en Torreón, Coahuila. Los detalles del incidente los conocemos de más, no es algo en lo que quiera profundizar, me interesa recalcar que por unos instantes todo mundo tenía algo que decir, nos salieron los dotes de analistas políticos y sociológicos que llevamos no tan dentro, o quizá fueron las ganas de opinar por opinar y de culpabilizar a quien nos pareciera mejor dentro de la comodidad de nuestras redes sociales.
Desde ese día hay un auge de operativos para revisar las mochilas de estudiantes en muchos planteles educativos, no creo que sirvan más que para seguir criminalizando a adolescentes, que son quienes nos deberían interesar, me pregunto cuántas veces los ridiculizamos y desdeñamos sus vivencias, sin preguntarles qué sienten, qué piensan, qué están pasando, qué necesitan.
Dejar la infancia para transitar hacia la adultez no es nunca un camino sencillo, ya no tienes la aparente protección de la infancia, pero tampoco tienes la capacidad de elección, estas en un limbo social donde nadie te toma en cuenta, seamos sinceros la juventud no cuenta con suficientes sitios en nuestras ciudades, y los que existen, no son necesariamente lugares fuera de riesgos.
En Aguascalientes por ejemplo, nuestra vida social gira alrededor del deseo de cumplir la mayoría de edad para poder beber alcohol en los lugares de moda, antes de eso bebemos alcohol de manera clandestina, no existen espacios donde se pueda ser joven de manera segura, y si como socióloga me preguntaran cuáles son los espacios que deben de generarse para “la chaviza”, pues la verdad es que no tengo ni idea porque hace mucho que no me acerco a platicar con algún adolescente, no sé qué necesitan, qué les preocupa, qué les gusta hacer ni cuál es el contexto en el que están creciendo, cómo vamos a asegurar políticas públicas para solucionar los problemas sociales si ni siquiera sabemos cuáles son, déjense de una política pública, cómo ayudamos a quienes tenemos alrededor si no nos importan, hacemos como que no existen, eso sí, en cuanto el daño es irreversible tenemos bajo la manga un montón de soluciones rápidas e inservibles. Caemos en la trampa de culpar a los grandes problemas sociales, que es cierto, están ahí, pero nunca evocamos la responsabilidad que tenemos con quienes tenemos en nuestro entorno inmediato, ignoramos el dolor ajeno, para no incomodarnos, entonces seguimos de largo y decidimos nunca hacer nada.
Las juventudes no son homogéneas, las realidades que se viven dentro del territorio de esta ciudad son tan diversas y distintas entre sí que necesitamos prestar más atención a estos seres que hemos decidido como sociedad ignorarles la mayoría del tiempo y culparles, además, de crecer sin cumplir las expectativas que socialmente les hemos impuesto.
Aplaudo la iniciativa del DIF estatal para acercar profesionales del área de sicología a las escuelas secundarias, muchas de las personas involucradas han sido en muchas ocasiones aliados maravillosos de las causas sociales, siempre a pie del cañón para brindar su apoyo en situaciones de riesgo, espero que este sea solo el principio de una nueva manera de acercarnos cada vez más a cada una de las juventudes que hemos hecho invisibles y con las que seguimos en deuda.
@KarinaPizarnik




