No tocar, peligro de muerte.
No tocar: las tibias y la calavera
hacen dudar, me hacen ir más allá,
verte correr, verte pedirme más…
Me haces tanto bien – Amistades Peligrosas
Luego de las crisis económicas motivadas por la Gran Depresión de 1929, por la primera y por la segunda posguerras del siglo XX; con los países en bancarrota y sus poblaciones altamente precarizadas, comenzó a extenderse el modelo de Estado de Bienestar. Este modelo es un modo mixto de economía y política económica que mantiene al modo de producción capitalista, pero que amplía los alcances de regulación e intervención del estado a fin de garantizarle a sus poblaciones la cobertura mínima de derechos indispensables, como lo son el de salud, vivienda, pensiones y retiro, educación, acceso a los bienes culturales, el ingreso mínimo, entre otros.
Este modelo tuvo su auge en la primera mitad del siglo pasado, y en nuestro país rindió grandes frutos institucionales (como el IMSS, el Issste, el Infonavit, por ejemplo; o la cobertura de la educación pública y el entramado de servicios culturales del estado) todavía en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, con la entrada del modelo neoliberal, iniciado con Miguel de la Madrid, cristalizado con Salinas de Gortari, y secundado por todos los sexenios posteriores, el Estado de Bienestar se debilitó al mismo ritmo que se fue adelgazando el alcance del estado y su potestad de regulación económica. Esta erosión del estado, aunado a los procesos de corrupción institucional y a las continuas crisis económicas, depauperizaron a toda la sociedad y encumbraron a un puñado de empresarios que se beneficiaron de las ventas de remate en la etapa de privatización de empresas públicas; varios de éstos, actuales aliados de la tetramorfosis.
Una de las peculiaridades del Estado de Bienestar, y por la cual es criticado desde la derecha, es que –para su funcionamiento- demanda altas cargas impositivas, a la renta, a la herencia, al ingreso, a la plusvalía, etcétera. Gracias a estas cargas tributarias (que no necesariamente deben ser pagadas por el consumidor final, ni por el talón del cheque quincenal del empleado) es que el estado puede cumplir su obligación de que toda la población tenga garantizados los derechos básicos descritos. La crítica es, básicamente, que “los ricos” financian a “los pobres”; argumento vil y mezquino por donde se vea, pero que esconde el hecho fundacional del capitalismo: la inequitativa distribución social de la riqueza. También se arguye en su crítica que el estado obeso es carísimo, y que su manutención económica (junto al esquema de subsidiariedad) propicia inflación, y que por eso mejor que cada quien se rasque como mejor pueda sin la intervención del estado. Total, que los capitalistas sólo ven por lo suyo, como ha sido desde hace más de doscientos años.
Pues bien (o mal), ahora con la crisis económica que se incuba junto al virus Covid-19, el ejecutivo mexicano propone un esquema económico de respuesta ante la adversidad, que quiere asemejarse al Estado de Bienestar, pero que se reduce a la dádiva clientelar. Explico. La noción de “rescate” que tiene la presidencia de la república se basa en: recortar la nómina burocrática, reducir hasta el 75% de gasto público del presupuesto en las partidas de servicios generales y materiales y suministros; se cancelan 10 subsecretarías (al momento de mandar esta columna no se especifica cuáles); se pospone gasto del gobierno en general, con excepción de pensiones, Sembrando Vida, Becas “Benito Juárez”, Jóvenes Construyendo el Futuro, Tandas y Banco para el Bienestar, Atención Médica y medicamentos gratuitos, Precios de garantía, Guardia Nacional, Aeropuerto General Felipe Ángeles, Producción petrolera, Rehabilitación de las seis refinerías existentes, Construcción de la refinería de Dos Bocas, plantas hidroeléctricas, mantenimiento y conservación de carreteras, trenes Interurbano México-Toluca, Maya y de Guadalajara, Parque Ecológico Texcoco, Complejo Cultural Los Pinos y Bosque de Chapultepec, entre otros. Además, se otorgarán 3 millones de créditos dirigidos a la población más necesitadas y a la clase media.
Es decir; se quiere presentar una impostura de Estado de Bienestar, per se adelgaza al estado (como con los neoliberales) disfrazando el truco mediante la manutención de caprichos presidenciales, caros, ociosos, e inoportunos; al tiempo de que se mantiene el esquema de dádivas dirigidas a la base electoral que habrá de votar en las intermedias, en las locales, y en el proceso de renovación de mandato que el presidente ya anunció. Sin embargo, la crisis del petróleo, la falta de rigor en la regulación económica por parte del estado, y la falta de diálogo rector con los dueños del capital, aunado al desánimo social que viene con la contingencia, serán obstáculos graves no sólo para el proyecto personal del presidente; sino para la equidad y la justicia social del país. En este escenario, ojalá que le vaya bien al titular del ejecutivo, si con eso le va bien a México; pero de ahí a afirmar que su gobierno es de izquierda social no clientelar ni populista, y que sus iniciativas fortalecen al Estado de Bienestar, es una maroma difícil de sostener.
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