Oh, I wish I was in the land of cotton
Old times there are not forgotten
Look away! Look away! Look away! Dixie Land
(I Wish I Was in) Dixie’s Land – Daniel Decatur Emmett
Dentro de los lastres que arrastramos debido a la herencia de la tradición judeocristiana, uno de los más pesados es el fanatismo de creencias. Si bien, en todas las confesiones religiosas (monoteístas, politeístas, o no teístas), el fanatismo es una tara que ha encontrado cabida en las personas creyentes, la tradición judeocristiana es la que nos ocupa, dada la colonización cultural en el continente americano; una dominación de la cultura proveniente, desde hace cinco siglos, de una España atrasada, católica, y medieval, que recién había reinstaurado la inquisición; y de un imperio británico con una tradición basada en su propio cisma cristiano como una jugada política contra el papado romano. De este modo, en América, nos fue impuesto un hegemónico sistema de creencias que ha sido útil a la dominación política, jurídica, social, económica y cultural.
Para que este sistema de creencias pueda ser funcional, debe basarse en la premisa del fanatismo; es decir, que las creencias excedan el íntimo ámbito de la conciencia individual y se transformen en un motor de las acciones colectivas. No sólo eso, sino que este proceso se realice sin ser cuestionado ni criticado. Más aún, este sistema de creencias es favorecido cuando los colectivos son ignorantes y sumisos; o poseen cierta gama de conocimientos útiles para la vida cotidiana, pero inocuos para la doctrina; y cuando su politización (su participación ideológica activa en la cosa pública) se da en función del fortalecimiento de dicho sistema de creencias sin cuestionarlo. Todavía más, el sistema de creencias fanatizado exige a sus creyentes que se despojen de cualquier posibilidad de aceptar el disenso, ya que cualquier narrativa que desdiga a su credo es –por definición– apócrifa, desviada, y opositora, y debe ser combatida o convertida.
Por supuesto que no todos los creyentes de esta o de cualquier tradición son fanáticos, como tampoco la negación de cualquier credo no necesariamente nos exime de esa u otra tara. Como sea, el tema es relevante por las implicaciones políticas que ha tenido históricamente. Por ejemplo, la vergonzante conformación social, política, cultural, económica, y religiosa con la que se construyó el conglomerado que conocemos como “Bajío Mexicano”, esta zona del centro del país arraigada en el modelo de la Hacienda, en la hegemonía católica, en la misoginia, en la pigmentocracia, y que nos dio uno de los episodios nacionales más penosos, por la manipulación fanática con fines de control político: la guerra cristera. Ese proceso histórico y cultural pesa todavía en nuestros días, y es un lastre que ha impactado a la política, la cultura, la economía, y el derecho, como un andamio estructural para la manutención de unos privilegios que se remontan a, al menos, dos siglos atrás.
Así como México tiene al bajío, Estados Unidos tiene su propia zona donde la ignorancia, el fanatismo, la misoginia, la homofobia, el racismo, y el control político a través de la tradición judeocristiana ha formado un conglomerado geográfico, cultural, económico, y social, para asegurar la manutención de privilegios que se remontan también a siglos atrás. Esta zona geográfica es conocida como The Bible Belt, el cinturón bíblico, y se ubica en el sur histórico de EEUU en el que la biblia es norma social y las conductas públicas y privadas están contaminadas por las interpretaciones que los controles políticos de los pastores han implementado en la población. Esta zona, desde los tiempos de la colonia británica, era prácticamente un feudo anglicano, aunque el cisma cristiano (pentecostal, evangélico, bautista, y demás denominaciones) ocurrió rápidamente al paso del tiempo. Así, el fanatismo ha asegurado una configuración legal para que el sistema se blinde así mismo; por ejemplo, estados como Arkansas, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Maryland, Pensilvania, Tennessee y Texas tienen o han tenido leyes específicas para impedir que las personas que son ateas puedan acceder a cargos públicos. No hay mucha novedad qué contar sobre el andamiaje ideológico de esta zona: son retrógradas en prácticamente todos los aspectos, excepto en su férrea defensa del libre mercado.
Por ello, no es casual la relación entre el cinturón bíblico y el apoyo político al impresentable Donald Trump, un personaje acorde a ese segmento poblacional. Con las campañas de Trump se ha previsto el aumento de espacios de poder para cristianos evangélicos blancos, así como para figuras y organizaciones ligadas al nefasto Ku Klux Klan, y demás atavíos históricos e ideológicos que en esa zona todavía persisten desde la Guerra de Secesión, y mantienen el retrógrado ideario del Ejército Confederado (supremacismo racial, exclusión de la comunidad LGBTTTI, y un acendrado machismo, entre otras linduras propias de su interpretación bíblica); por lo cual no debería sorprender que esta panda de electores (con una aterradora mayoría) vea en Trump el mensaje de su dios para que éstos asuman el gobierno de Jesús en la tierra, o al menos en el pedazo de tierra que alcanzan a ver.
Este movimiento teocrático ha tenido impacto doméstico en nuestro país. El pasado 26 de junio, Oscar Moha publicó la columna “Cristianos en México que apoyan a Trump”, en la cual afirma que: “en Estados como Sonora, Nuevo León, Tamaulipas, Zacatecas, Baja California, Chihuahua y Coahuila pastores evangélicos identificados con el conservadurismo estén girando órdenes a sus fieles que trabajan en la Unión Americana para que su voto sea a favor de quien pretende reelegirse –a costa de todo– en aquella Nación. Y es que las políticas pro vida que abandera eventualmente Donald Trump son las que pretenden imponer las Iglesias en esta 4T, por lo que luchan en varios frentes para lograr la encomienda, algunas con apoyo de organizaciones paraeclesiásticas de Estados Unidos”. Igualmente, para nadie es sorpresa el apoyo de base electoral que las iglesias evangélicas representadas en el Partido Encuentro Social dieron al triunfo de López Obrador, lo que vuelve especialmente interesante la forma en la que esta relación permea en la política local y en cómo el bajío mexicano (católico rancio) se opone a la llamada tetramorfosis.
Como fuese, es innegable la relación que hay entre ignorancia, racismo, machismo, fanatismo, y miopía intelectual, con el voto duro de Trump. Este voto duro se conforma por electores cuyas taras cognitivas y emocionales han salido a la luz luego de la imposición de restricciones sanitarias en EEUU a causa de la pandemia. Ese es el cariz de sus electores, y ese es el reflejo de su candidato. Los cristrumpistas son peligrosos en tanto que pueden aumentar los ya amplios espacios de poder que actualmente tienen en una nación imperial y poderosa. Si alguien se pregunta cómo es que cayó la Roma Imperial, cómo se dio la conversión Constantina, y cómo inició el oscurantismo medieval, es más o menos este mismo proceso histórico, pero con acceso a internet para compartir memes.
@_alan_santacruz
/alan.santacruz.9
