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viernes, diciembre 5, 2025

Gustar/ Bajo presión 

Edilberto Aldán
Edilberto Aldánhttp://edilbertoaldan.blogspot.com/
Ex Director Editorial LJA.MX (2012 - 2024)

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De uno de los Ensayos de Montaigne, “Nuestros afectos nos llevan más allá de nosotros mismos”: Hay quienes censuran a los hombres el perseguir en demasía las cosas futuras y les exhortan a atenerse a los bienes presentes, puesto que no tenemos sobre lo que ha de venir sino un poder incluso mejor que sobre lo pasado. Quienes así opinan dan en el más común de los humanos errores, ya que de error califican una cosa a que la misma naturaleza nos encamina para servir a la continuación de nuestra obra; y, además, graban en nosotros una imaginación falsa, más ganosa de nuestra acción que de nuestro conocimiento.

Consideramos que tenemos un poder mayor sobre el porvenir, con esa idea juzgamos a quienes nos precedieron sobre el estado de las cosas que recibimos, en política los jóvenes parten de la premisa de que arreglarán lo que la generación anterior fue incapaz de resolver, mientras que a los jóvenes los acusamos de no cumplir con las características para afrontar los retos que el futuro plantea, ellos nos tienen que escuchar indicar que todo tiempo pasado fue mejor porque nosotros sabíamos hacer las cosas de una manera distinta.

La discusión generacional se acentuó con las nuevas etiquetas que distinguen por el uso de la tecnología que hacemos, de boomers a generación x se podía distinguir solamente por la diferencia de 15 a 20 años entre unos y otros, un poco por los cambios en el contexto histórico que habían provocado; con la aparición de los millennials y centennials la distinción cambió de centro, ubicándose en la forma en que se comunican entre ellos.

La forma de establecer esa comunicación ahonda la brecha generacional, también hace más duras e ignorantes las reservas con que las generaciones primeras se dirigen a las más recientes; olvidamos con frecuencia que millennials y centennials crecen en un contexto de comodidades que nosotros mismos propiciamos y solemos criticarlos por no rendir culto al pasado, como nosotros lo hacemos, por encontrar los atajos que éramos incapaces de ver, por aislarse en los códigos nuevos con que se comunican entre ellos; somos intolerantes con su levedad porque la velocidad de las cosas los aleja del asombro y solemos calificar de ligereza su actitud.

Los nuevos, los jóvenes, parecen no necesitarnos y en vez de intentar comprender la independencia de nuestros deseos en los que los educamos, solemos reclamar su ausencia de seriedad, cuando lo que exigimos es solemnidad.

Estos desencuentros transforman los intentos de conversación entre generaciones en una serie de malos entendidos; en su ensayo más reciente, Blanco, Bret Easton Ellis se ufana de clasificar de la siguiente manera a los millenials: “La ansiedad y la necesidad emocional se convirtieron en los rasgos definitorios de la Generación Gallina, y cuando el mundo no te ofrecía un colchón económico, tenías que fiarlo todo a tu presencia en las redes sociales: mantener, sostener la marca, esforzarte por gustar, gustar, gustar, ser actor”, el creador de American Psycho describe el mundo actual como uno en que está “prohibida la negatividad, sólo pedimos que se nos admire, como miembros de la cultura de la exposición en que nos han criado”, y sí, con matices. No son los más jóvenes quienes viven inmersos en esa cultura, todas las generaciones sufrimos las mismas consecuencias de la hipercomunicación, donde el único propósito es la aceptación.

La idea de gustarle al otro vacía de contenido el discurso, se transforma uno en el actor para los otros, y ahí estamos todas las generaciones; antes de arrojar la primera piedra sobre lo que los otros hacen para ser reconocidos, valdría la pena detenerse en cuál es el propósito de conseguir esa aceptación, quizá. 

Coda. De los Cuatro cuartetos de T.S. Eliot, en la brillante traducción de José Emilio Pacheco:

El tiempo presente y el tiempo pasado

Acaso estén presentes en el tiempo futuro.

Tal vez a ese futuro lo contenga el pasado.

Si todo tiempo es un presente eterno

Todo tiempo es irredimible.

Lo que pudo haber sido es una abstracción

Y sigue siendo perpetua posibilidad

Sólo en un mundo de especulaciones.

Lo que pudo haber sido y lo que ha sido

Tienden a un solo fin, presente siempre.

 

@aldan

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