Un tema que de pronto retumba en los oídos de los coleccionistas de tarjetas es el relacionado con las reimpresiones o reprints.
Son tarjetas reeditadas de una original. Generalmente, son resultado de objetos que son muy difíciles de encontrar o de jugadores que son muy cotizados y cuyas tarjetas originales, casi siempre las de novato, alcanzan precios muy altos en el mercado, como las de Tom Brady, Joe Montana o Walter Payton.
Generalmente, los reprints traen acabados más modernos y brillantes; incluso cromados. Las tarjetas son más gruesas que las originales (si consideran las de los 80s para atrás) y algunas traen el año de su origen y el de la reimpresión; en ocasiones, sólo el segundo dato.
Podrían ser consideradas como “variantes”, aunque la gama de percepciones al respecto resulta muy debatible.
Para aquellos que ven en el coleccionismo una inversión, este tipo de tarjetas no son muy interesantes. Es por ello que, si deseas convertir tu dinero en un objeto que pueda incrementar su valor, lo mejor será, desde mi perspectiva, invertir en la tarjeta original. Pero graduada. El simple hecho de que esté certificada le da más valor al objeto y garantiza que no sea una reimpresión del tipo custom o tarjeta personalizada.
Pero estos son temas en los que nos detendremos después. En lo que respecta a las reimpresiones, siempre será más atractivo conseguir la tarjeta original; sin duda, su búsqueda es una de las actividades que hace de este coleccionismo algo divertido y apasionante.
Sin embargo, a veces los precios no están a nuestro alcance o simplemente no queremos pagar tales cantidades por una tarjeta. Para estos casos, una reimpresión puede ser una buena salida y nuestra colección termina por incrementar; más si eres de los que se enfoca en juntar tarjetas de tus jugadores favoritos, como tu servidor.
Al final, creo que lo importante es que lo hagas a tu modo. La mejor colección, ya lo dijo un buen amigo, es la que tienes en tus manos. Y eso la hace única entre las demás.
TW: @LuisFerEscalona
