Han pasado ya 41 años de la muerte de uno de los más grandes bateristas en la siempre inconclusa historia del rock, John Bonham, el Bonzo, como le decían, baterista de Led Zeppelin. Murió el 25 de septiembre de 1980 en Old Mill House, la casa de Jimmy Page, guitarrista del grupo; murió asfixiado por su vómito ocasionado por una prolongada ingesta de alcohol. Pasadas cuatro décadas de su muerte vale la pena preguntarnos cuál ha sido el legado de Bonham para el rock.
Desde mi punto de vista, y obedeciendo a mis gustos personales, y sin la intención de proponerlo como verdad absoluta, me atrevo a decir que Neil Peart, baterista de Rush, es el mejor en el rock, pero sin ánimos de demeritar el trabajo de otros excelentes bateristas como Ian Paice de Deep Purple, o Andy Ward de Camel, para mi gusto, el sonido más elegante entre los bateristas de rock. Carl Palmer del impresionante trío de Emerson, Lake & Palmer, Bill Brufford de Yes, King Crimson y más tarde de U. K., un verdadero dream team del rock, o Pat Mastelotto que es parte de la corte del Rey Carmesí desde 1994, un larga lista que resulta imposible de nombrar, y por supuesto, John Henry Bonham, baterista de Led Zeppelin.
Independientemente de quién pueda ser para ti el mejor baterista en la historia del rock, en algo sí estaremos de acuerdo, Bonzo es uno de los mejores y más influyentes, es de los que han creado escuela y muchos bateristas posteriores a él lo han tomado como una ineludible referencia. Su manera agresiva de golpear los tambores no impedía que tuviera momentos de excelsa serenidad y desplantes tan finos que no dejaban de ser sorprendentes. Solía llamar a sus baquetas trees (árboles), eran mucho más grandes de lo habitual lo que le permitía definir un estilo propio y lograr los resultados que lo han hecho un verdadero inmortal, una leyenda.
Bonzo es responsable de uno de los más célebres solos de batería en el rock, me refiero a la canción Moby Dick del álbum Zeppelin II; un verdadero clásico, un monumento en la discografía, no sólo de Led Zeppelin, sino de todo aquello que identificamos con el nombre de rock. El solo es célebre, sobre todo por su ejecución en vivo. En la grabación original su duración es muy discreta, quizás unos tres minutos, pero sobre el escenario podía extenderse hasta los 15 minutos, incluso los 30 en alguna ocasión. “Me pongo a tocar y el tiempo vuela”, decía Bonham.
El solo de batería que escuchamos en la grabación en estudio del álbum Led Zeppelin II es en realidad una inteligente y hábil edición realizada por Jimmy Page a partir de varias improvisaciones durante los ensayos. John Bonham nunca se sentó a la batería para darle vida al solo que quedó finalmente registrado en este monumental disco. Sobre esto, el propio Bonham nos dice lo siguiente: “En realidad no me senté y toqué un solo de batería para el disco; se trata de una reconstrucción”. Por cierto, este solo, Bonzo lo dedicó a su esposa, Pat Phillips a la que conoció cuando ambos tenían solo 16 años de edad, por esa razón solía identificar a este solo como Pat’s delight.
Pero este mismo solo de Bonham, un auténtico Frankenstein realizado por Jimmy Page a partir de una muy bien lograda edición de diferentes tomas, adquiere vida propia en las ejecuciones en vivo en donde lo podemos apreciar en toda su magnitud con toda esa magia de la improvisación que surgía espontáneamente de las baquetas, los famosos árboles, de John Bonham.
Famosa es sin duda la versión de Moby Dick, que ha sido capturada para la película The Song remains the same, un documento que recoge lo impresionante que era Led Zeppelin en concierto, en este caso se trata de una versión que sobrepasa ligeramente los 10 minutos de duración, pero en lo personal prefiero la versión que encontramos en la grabación realizada en el Royal Albert Hall de Londres, Inglaterra en 1970, esta dura arriba de los 15 minutos y me parece aquí Bonham mucho más rápido acompañado por un demoledor bajo, sin duda, al hablar de John Paul Jones, estamos hablando de uno de los mejores bajistas en la segunda mitad del siglo XX.
Este, el de Moby Dick en vivo debe ser considerado entre los más sorprendentes y solventes solos de batería, junto a The Mule de Deep Purple o el clásico de Iron Butterfly, In a gadda da vida. Hay un solo que me gusta mucho del grupo de rock progresivo italiano Le Orme llamado Truck of fire II, a cargo del baterista Michi dei Rossi, grabado en concierto en el Teatro Brancaccio de Roma en 1974 y que podemos encontrar en el disco Le Orme in concerto. Un verdadero manjar.
Más allá de los gustos personales, yo ya me tomé la libertad de compartir algunas de mis preferencias, inobjetablemente John Bonham es algo mucho más de lo que nos ofrece Moby Dick en sus diferentes versiones. Integra junto a John Paul Jones, una de las secciones rítmicas más demoledoras y finas en la música de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI.
Van estas líneas como un humilde reconocimiento a uno de los más grandes bateristas en la historia, no sólo del rock, sino de la música popular a partir de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. Descanse en paz el genial Bonzo.




