La familia Santillán: Don Martín, quien es el patriarca, Eusebio, Julieta, Julia, Alejandro, Raúl y Humberto, forman parte del árbol genealógico. Son los nombres de algunos familiares de los antepasados y descendientes de este memorable linaje, mencionados aquí, para compartir con los lectores su persistencia en el tiempo, la cual puede considerarse una de las puertas de entrada, a la memoria citadina y patrimonial de la ciudad de Aguascalientes, junto a otras representaciones de la cultura inmaterial, que se dan entre nosotros.
Dinastía que mira su imagen en aquellas lunas, en esos espejos de grandes dimensiones que desde siempre han estado en el establecimiento; recinto edificado por generaciones, que ha fluido en un caudal continuo de años proveniente del siglo pasado y que ahora llega a nuestros días.
Negocio que es referente cultural y depositario de un cosechado prestigio histórico y de una versión identitaria, dedicada al cuidado personal, en el marco de las preferencias estéticas que tienen origen desde la antigüedad.
Esta familia, metafóricamente hablando, ha dado forma simbólica a la ciudad, le ha modelado a navaja y tijera desde 1930, por lo que es simiente y forjadora de su paisaje cultural.
Portadores y conservadores del patrimonio inmaterial de nuestra urbe, son la escritura cultural que, con su trabajo cotidiano, suman heredad a los bienes artísticos que emergen de las profundidades del océano asfáltico de la ciudad, son manifestación que refiere a la vida que hay en ella y a la manera de relacionarnos con ésta y con quienes la compartimos.
En las paredes de la peluquería tradicional y a la par que barbería de esta familia, sito en la calle José María Arteaga No. 104, del Centro Histórico de la capital del estado, se encuentran adosados muestrarios acartelados de cortes de cabello, que refieren a la moda y gustos de distintos grupos sociales que recuerdan épocas añosas, cuyas personas preferían cortes de cabello tipo europeo que se consideraban más formales y cómodos. Imágenes que evocan estilos de vida, y que, junto al mobiliario y herramientas para el corte de cabello, son elementos que permiten seguir el rastro de la historia de la familia y de la ciudad. Objetos físicos que más allá de su dimensión material, son testimonio de sus afanes por la vida y que por generaciones han sido el vehículo para ofrecer un servicio a los habitantes de todas las edades, avizorando que en la actualidad se encuentra en camino la quinta generación de la familia que habrá de oficiar en estos menesteres.
La peluquería, como espacio de representación en el que la sociedad se hace presente, genera un lugar para la convivencia que da cabida a la diversidad social, por lo que en momentos ha sido multicultural, ya que de igual manera han sido atendidas la clientela local, así como del interior del estado, o bien, otros parroquianos de nacionalidades diversas como alemanes, franceses, italianos, españoles o japoneses, entre otras.
Este establecimiento, ha sido en toda la extensión del término, un punto de encuentro que otorga sentido de pertenencia, que no es anónimo, que propicia una concurrencia personal e íntima de quienes requieren un servicio con el Maestro peluquero-escultor.
Con base en los deseos del cliente, da inicio el proceso de creación. El Maestro habrá de trabajar la materia para proponer así una interpretación artística, que no rutinaria, de un corte de cabello que le va bien al físico y al espíritu, el cual invariablemente será una versión nueva que ha surgido de la inventiva, fruto que el ejercicio del oficio otorga, en el marco de la licencia creativa.
Es por decirlo de manera amplia, un lugar para conversar e intercambiar ideas, por ejemplo, en campos de la política, del pulso de la ciudad o de la vida misma, es decir, un espacio que se construye colectivamente, que dota de identidad a la ciudad y la afirma en su condición humana.
En ocasiones, el ajetreo de la urbe impide valorar y ver los lugares que aceptan e incluyen socialmente, aquellos que cuentan historias, que hablan con lenguajes que nos son afines, que escapan digamos en el tema que nos ocupa, a la parafernalia engañosa desplegada por la viral y pandémica proliferación de las barbers shop de la actualidad o de las estéticas, de la imagen personal estandarizada que sugiere estilos de vida y consumo que dislocan nuestro ser cultural, que operan una suerte de privatización y cosificación de la imagen personal que se contrapone a la atención cálida, a los valores que en aquel establecimiento se cultivan, en aquella antaño nombrada popularmente la peluquería del triangulito, donde las señales de la identidad y de la memoria de la ciudad y nuestra cultura sobreviven, en la parte antigua de la traza urbana.
Por ello, estos lugares, representan un recurso patrimonial que genera empatía, que crea lazos de solidaridad y ciudadanía, que a través de un servicio permite conservar la memoria, defender el modo propio de ser, lo que nos hace entender que aquella madura y quizás a la vez atemporal peluquería, se ha apropiado de la ciudad con auténtico derecho.
Por consiguiente, debería promoverse un sensible reconocimiento institucional de parte del Ayuntamiento municipal en turno, o incluso, del Congreso del Estado, ambos de Aguascalientes, a estos ejemplares constructores y portadores del patrimonio inmaterial, pues poseen un fuerte arraigo, peso social y cultural que atraviesa la existencia de la ciudad por varias décadas, que suma casi un siglo.
Patrimonio que adquiere su dimensión real al ser algo nuestro, libre de imposiciones, ya que en su selección ha sido la voz del pueblo la que lo ha abrazado, pues nace y se vincula estrechamente con su sociedad y el territorio por lo que es merecedor de trabajar en su salvaguardia, para ser documentado, valorado, protegido y preservado, para su transmisión y ser aún más admirado por la sociedad.
Para concluir, habrá de señalarse, que el patrimonio cultural no solamente son edificaciones o piedras, que se nos presentan como los elementos culturales relevantes de la sociedad, los cuales han sido seleccionados con una visión unificadora de proyecto hegemónico cultural por una suerte de élite política, intelectual, económica o religiosa, es también, como lo señala la Carta de México en Defensa del Patrimonio Cultural: “…que éste no solamente está constituido por los monumentos y las expresiones de la cultura del pasado humano, sino también y principalmente por la herencia viva a través de la cual los pueblos se expresan”.
Heredad que a manos llenas comparte la Familia Santillán, por lo cual podemos afirmar, que tenemos patrimonio.
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Mayo de 2022
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