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viernes, diciembre 5, 2025

Polarización y argumentación pública/ El peso de las razones 

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Nos encontramos en un mundo cada día más polarizado. La polarización es un mal social, en tanto inhibe la cooperación necesaria para que la ciudadanía resuelva problemas públicos —problemas que afectan a todos o la mayoría de los individuos dentro de un territorio acotado por contingencias históricas—. Nuestras sociedades, en particular en aquellas donde triunfó la democracia liberal, se encuentran en un estado claro de estancamiento. Podría pensarse que la polarización sólo concierne a creencias que de suyo han sido polémicas desde antaño, o bien a problemas que, de manera clara, tienen que ver con valores en disputa: la regulación de la mariguana o la eutanasia positiva, sólo por citar un par de ejemplos. Pero no parece ser exclusiva de este tipo de casos: las personas se enfrentan a agrios desacuerdos no sólo en materia axiológica, sino también en cuestiones que podríamos considerar fáticas, o que podrían resolverse atendiendo a los hechos. Por ejemplo, personas pertenecientes a diferentes polos suelen estar en desacuerdo sobre si el fracking es o no peligroso, sobre si la pena de muerte desincentiva o no el homicidio, sobre si la posesión de armas promueve o reduce la violencia armada, sobre si los programas sociales promueven o impiden el crecimiento económico, y muchos más. Lo que caracteriza a todas estas disputas es que podrían resolverse, al menos en principio, reconociendo la evidencia. No obstante, incluso en estos problemas públicos nos encontramos polarizados y estancados.

La amplia pluralidad partidista en algunas democracias liberales maquilla la polarización. Se piensa de manera errónea que las posiciones políticas suelen ser más variopintas de lo que de hecho son. Por ello, el robusto bipartidismo en los Estados Unidos de Norteamérica suele ser paradigmático para estudiar la polarización. Desde el polo republicano se exige más presencia de la religión en la vida pública; desde el demócrata, menos. Los demócratas persiguen una distribución de la riqueza del país más equitativa, por lo que son partidarios de los impuestos progresivos. Los republicanos, por su parte, piensan que los impuestos altos penalizan a los afortunados por su éxito y hunden la economía, por lo que quisieran exenciones fiscales para los más ricos. Mientras que los demócratas desean regular nuestras libertades económicas y ampliar nuestras libertades civiles, los republicanos parecen desear lo contrario. Como señaló Ronald Dworkin: “Discrepamos, ferozmente, sobre casi todo. Discrepamos sobre el terror y la seguridad, sobre la justicia social, sobre la religión en la política, sobre quién es apto para ser juez y sobre qué es la democracia… Hemos dejado de ser socios en el autogobierno; nuestra política es más bien una forma de guerra”.

No obstante, la polarización no es exclusiva de los Estados Unidos ni de regímenes bipartidistas. Por el contrario, la evidencia indica que la polarización es en parte producto de nuestros marcos morales, los cuales modelan nuestras perspectivas de la realidad, determinan nuestras metas y planes, así como la manera en que actuamos y evaluamos las consecuencias de las acciones propias y ajenas. De este modo, el liberalismo o el conservadurismo serían marcos morales que nos harían optar por estar a favor o en contra de cuestiones como el pago de impuestos, la posesión de armas, la despenalización del aborto, etc. No obstante, los marcos se pueden modificar y, si esto es posible, el estancamiento en el que se encuentran los problemas públicos en climas socialmente polarizados podría evitarse.

Una de las maneras en las que se busca combatir el estancamiento de los problemas públicos es atendiendo a la argumentación pública, entendiéndola como un proceso en el que los agentes políticos reflexionan sobre su situación social y acuerdan los términos que orientarán el funcionamiento de las instituciones y la resolución de los conflictos”. La cuestión es en qué medida la argumentación pública es capaz de hacer frente a nuestras desavenencias en contextos de pluralidad.

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