Los principales problemas ambientales globales se originan en la capacidad de la humanidad para adaptar la naturaleza a sus necesidades de forma desbordada, de tal manera que existe un riesgo inminente para la vida al alterar sus ciclos vitales.
Los problemas ambientales no son recientes. Hay señales de alerta que avisan de la aceleración de ellos que pasan de ser locales a extenderse globalmente y no están disociados entre sí ya que se encuentran interrelacionados, por lo que propician una crisis ambiental que alcanza a todo el orbe.
Naciones Unidas ha nombrado a estos problemas ambientales bajo la nomenclatura de la triple crisis planetaria que abarca el cambio climático, la contaminación y la pérdida de la biodiversidad.
El modelo depredador de desarrollo que domina actualmente, tiene al borde del colapso al planeta Tierra al no considerar que la capacidad de proveer las condiciones para la vida por parte de la naturaleza, es finita, y que existen límites biofísicos, que la colocan en riesgo al romper el equilibrio de complejas y delicadas relaciones del mundo natural debido al creciente deterioro ambiental a la que se le ha sometido, por lo que es cardinal encontrar soluciones viables a esa crisis, para mejorar la interacción con ella a partir de reorientar nuestras actividades y la construcción de una cosmovisión que expanda armónicamente el sentido de la existencia y detener esas condiciones adversas.
Es necesario que nuestra única casa, se recupere ante la inmensa extracción y transformación de los recursos naturales utilizados para cubrir las exigencias de un sistema económico cimentado en la acumulación del capital, el mercado y centrado en el hiperconsumo, aunado a la explotación de la fuerza de trabajo de los seres humanos.
Habría que decir que este escenario abona a un acelerado y mayor dispendio de recursos naturales, ubicando al consumismo como una de las causas de mayor incidencia perjudicial para la naturaleza, ya que exige de los ecosistemas un esfuerzo más allá del ritmo natural de su funcionamiento regular, dentro del marco de esta lógica de crecimiento, que conduce incluso al agotamiento y la pérdida de la biodiversidad en pro del sostenimiento del estilo de vida capitalista, a causa de lo cual conviene subrayar que se genera además a ese ritmo, una progresiva acumulación de desechos y una alarmante contaminación de todo tipo.
Al tiempo se debe procurar que el impacto al medio ambiente sea menor, a partir de proyectos de investigación y conservación que arrojen análisis de las causas para subsanar al menos las secuelas del deterioro ambiental e impulsar las acciones de cuidado y prevención, como el consumir lo necesario con una óptica que promueva la sostenibilidad y solidaridad ya que esto activa procesos económicos y socioambientales, que conllevan a la toma de conciencia y al discernimiento sobre qué es lo prescindible y qué no; de la misma forma, esta observación, posibilita una oportunidad de conocer si los países o las empresas que ofrecen productos o servicios cumplen con las normatividades internacionales, además de tener presentes los principios de justicia social y derechos humanos.
Con mayor intensidad se ha colocado a la humanidad en peligro de supervivencia como especie junto a otras, hecho que encuentra testimonio en la evidente destrucción de los hábitats, la flora y la fauna del planeta, al parecer sin reparar que el valor esencial de la biodiversidad se encuentra como resultado de un proceso evolutivo a lo largo de la historia del planeta y de los ciclos naturales que se dan en el tiempo, para asegurar el buen vivir de la humanidad misma y el equilibrio de la biósfera.
A causa de ello se encuentra la génesis de los problemas ambientales que las actividades industriales generan, cuyo discurrir van determinando las condiciones de vida de las personas y las sociedades, ya que afectan todo aquello que consideramos patrimonio tanto natural como cultural que abarca y condiciona no solamente el lugar donde transcurre la vida en un tiempo y espacio determinado, sino también trastoca los aspectos inmateriales que en conjunto dan sentido a la vida y al devenir histórico de los grupos humanos, lo que evita el bienestar en el presente, con la amenaza de un futuro incierto, que pone en riesgo la supervivencia de millones de personas a nivel global.
Es imprescindible satisfacer las necesidades esenciales en materia de alimentación, salud, vivienda y educación para la población mundial, por lo que es necesario estimular un crecimiento por medio de un desarrollo económico armónico, ya que nos encontramos ante un escenario de invasión, degradación y destrucción generalizado ante las prácticas intensivas de aprovechamiento de los recursos naturales, a un ritmo no visto en siglos.
Estas prácticas han sido promovidas por proyectos de desarrollo que no son compatibles con los ciclos de la naturaleza, que colocan al límite las facultades de absorción de los residuos contaminantes, que tienen un carácter de irreversibilidad que llevan a la catástrofe ambiental, por lo que habría de reconsiderarse el criterio que define y el cómo se entiende el desarrollo sostenible, toda vez que éste “…será el desarrollo que no daña la capacidad global de sustentación del planeta Tierra: O, de otro modo: desarrollo sostenible es mejorar la calidad de la vida humana sin rebasar la capacidad de carga de los ecosistemas que las sustentan”, refiere el investigador Jorge Riechmann.
Ante este escenario se opera un empobrecimiento de la sociedad, una socialización de la pobreza, que se combina con el medio natural, pareciera ser que a mayor riqueza biocultural mayor pobreza entre los pueblos del mundo.
Por otro lado, se encuentran los proyectos de urbanización y especulación inmobiliaria, de la tierra, de asentamientos humanos regulares o irregulares y las desacertadas políticas demográficas, o bien de las industrias extractivas como la minería, las cuales impactan y dañan irreversiblemente los ecosistemas.
La capacidad de carga biofísica del medio ambiente está siendo superada ante la demanda de bienes y servicios ambientales, depredando y degradando el entorno natural, ante una ruptura entre las necesidades reales de la población y el potencial productivo del cual depende la vida y el bienestar del ser humano, por lo que es imperante considerar la sustentación de esta a largo plazo.
El capitalismo ha valorado la producción de mercancías sobre el ser de los grupos humanos, de sus culturas, historia y territorios, como muestra de poder de expansión económica e ideológica que eleva a valores universales el individualismo, la competitividad y la productividad sobre el bien común, exigiendo a la sociedad consumir productos que no requiere y a aspirar a niveles de vida superfluos y derrochadores.
Ahora bien, hay que considerar que en la actualidad los problemas ambientales persisten en el estado de Aguascalientes e incluso se han agudizado al igual que en el país y a nivel global, por lo cual es consustancial al tema que se trata en estas líneas, traer al presente informaciones que se abordan en el artículo “Arte para sitio específico: un acercamiento contextual para su emplazamiento en el espacio público”, compartido en el periódico LJA.MX, de 2022, para recuperar lo planteado en él, que de modo idéntico otorga sustento y pertinencia al presente escrito que se desarrolla aquí y que reafirman la vigencia de estas reflexiones.
Si apelamos a un símil, el estado de Aguascalientes posee un ambiente natural sensible determinado en parte por su situación geográfica de clima semiseco y una orografía e hidrología que determina su biodiversidad, en donde ya se registran temperaturas que rondan en 40°C.
El uso desmedido de los recursos naturales, somete a un alto estrés a los ecosistemas en el estado, por lo que se ha roto el propio equilibro natural, acompañado de un crecimiento urbano irrefrenable, por otro lado, se extiende una enorme plancha asfáltica que no deja espacios para áreas verdes y de recreo, que, a lo que habría de sumar otros problemas de orden ambiental como el acceso al agua, la sobreexplotación y abatimiento de los mantos acuíferos, la desertificación y cambios de uso de suelos, el aumento de emisiones de gases nocivos a la atmósfera y de efecto invernadero, el uso de combustibles fósiles que contribuyen al cambio climático, entre otros, así como la exigua gestión de los residuos urbanos e industriales.
El cambio climático está presente en todo el país afectando con fuerza también a los estados del centro-norte. Se experimenta a través de la intensidad de eventos naturales como tormentas, sequías, incendios forestales, alteración de los ciclos vitales, aumento en las temperaturas y una larga lista que pone en estado de indefensión y vulnerabilidad a los países y sus habitantes menos favorecidos.
En ese tenor durante el año 2011 el estado fue declarado ante la sequía registrada, zona de Desastre Natural, junto a otros 25 estados (SEGOB, 2011). Esta escasez de lluvias agravó la falta de recarga del acuífero, el almacenamiento de los cuerpos de agua como presas y bordos, que abastecen del líquido para la agricultura y a las zonas rurales.
Este escenario, durante ese año, a causa de la sequía se dio una pérdida de la producción de maíz y frijol de 75% (Sánchez, 2012). Por tal motivo de repetirse esa situación podría potencialmente provocar en un futuro importantes pérdidas a la agricultura, la ganadería y la industria, con graves consecuencias al empleo, provocar la migración, el desequilibrio ecológico y el abasto alimentario.
Al aumentar la población se da paralelamente un incremento de las necesidades básicas de la sociedad, por lo que crece la demanda de agua tanto para uso agrícola, la industria, así como para el consumo público urbano. Aquella ciudad que en sus orígenes poseía manantiales de aguas que brotaban a flor de tierra, ahora sólo quedan imágenes en antiguos grabados, fotografías añosas y la memoria de un pueblo que vivió esas épocas.
Si bien las sequías agudizan el problema del agua con las consecuencias expuestas, en la ciudad capital se suman otras como el impacto directo en las viviendas por el mal estado de la infraestructura hidráulica en toda la urbe, por un lado, y otro, el de las mismas casas con fugas, que representa hasta 59% de la pérdida del agua en la ciudad, que aunado a la deficiente gestión en general del recurso hídrico, que por tres décadas fue privatizado.
Esta agua se obtiene principalmente de un acuífero subterráneo interestatal, que incluye a Ojocaliente, Zacatecas, el Valle de Aguascalientes y Encarnación de Díaz Jalisco, con una superficie calculada en 4,700 km2, el quinto más explotado del país.
El ambientalista Gerardo Ortega, informa que hacia los años 40 del siglo pasado, da inicio la perforación de 44 pozos profundos; y hacia el año 2012 ya existían en la entidad más de 2 957 de ellos, para abastecer las necesidades de consumo público-urbano, de la agricultura, el pecuario e industrial, extrayendo el líquido a una profundidad que actualmente se acerca a los mil metros, a diferencia de los primeros pozos que era tan solo de 13 metros (CONAGUA, 2009), por tal motivo esa agua presenta un grado importante de contaminación que supera los límites de arsénico y flúor que afectan la salud humana. A la fecha continúa la perforación de pozos a pesar de que solamente la recarga del acuífero es menor a 50% de lo que se extrae anualmente.
Esta dinámica motivará a ese ritmo, el punto de colapso y con ello posiblemente de no retorno en los próximos años a causa de esta sobreexplotación del acuífero, que pone en riesgo la sustentabilidad de la economía del estado, de la ciudad y los recursos naturales, por lo que urge la puesta en marcha de programas, estrategias y acciones para evitar este desalentador escenario.
Aguascalientes es un estado que reporta un grado importante en cuanto a desertificación por las sequías y la extracción desmedida de agua del acuífero, lo cual pone en riesgo los ecosistemas y la seguridad alimentaria.
El suelo es un recurso no renovable por lo menos en un ciclo de vida humana, ya que la recuperación de estos requiere por lo menos en el mejor de los casos de 100 años, que, mediante la acción del clima y las condiciones topográficas, restituya sus características físicas, químicas y orgánicas, para restaurar tan solo un centímetro de cubierta fértil, refiere el entonces Instituto del Medio Ambiente del Estado de Aguascalientes, IMAE, 2009.
Para paliar la situación se requieren cambios significativos a nivel local, nacional y en todo el orbe, y no de menor importancia, al modelo económico de producción, así como al político y el social. Naciones Unidas juega su papel y propone que para evitar el punto de no retorno ante la crisis climática, sean considerados entre otras dimensiones el: “Limitar el aumento de la temperatura mundial a 1.5 grados, acelerar la expansión de energías renovables limpias e invertir en adaptación y resiliencia”.
Es de aquí, que surge la necesidad de que las instancias encargadas de la toma de decisiones redoblen el compromiso para garantizar mediante acciones fehacientes el avance hacia un futuro más sostenible, mediante responsabilidades compartidas, pero diferenciadas, desde el ciudadano de a pie, gobierno, iniciativa privada y sociedad civil.
Lo expuesto arriba es parte de nuestro universo, de nuestra realidad personal, familiar, cultural y natural, es por eso que el arte nos trae al presente atmósferas de recuerdos de aquellos lugares en que vivimos y crecimos, ahora alterados.
De esas vivencias e informaciones se nutre la creación artística del género que nos ocupa en estas líneas, ya que produce piezas que conectan con la realidad, que incitan a la preservación de los bienes culturales, naturales y ambientales comunes a la humanidad, por ello es que contribuyen a la formación de conciencia entre la población mediante una amplia gama de expresiones artísticas materiales e inmateriales.
También llamado arte ecológico, el arte medioambiental es un arma poderosa que ofrece recursos pedagógicos para comprender nuestra realidad, por ejemplo, en temas sobre el cambio climático u otros problemas socioambientales que mantienen en alerta a la población local, del país o mundial.
Mediante el manejo de recursos variados como los corporales, materiales, o tecnológicos e interdisciplinarios, se otorga significado a la propuesta en el marco que nacen, en ese contexto, pues son portadores de esos entornos toda vez que exponen y explican fenómenos como el que nos ocupa, la sequía y el cambio climático, siendo el tema un mensaje a la vez que una declaración y un ejercicio de comunicación, que pretende conectar con la población a través de las emociones y las experiencias para que se actúe en consecuencia.
Piezas que poseen la cualidad de conversar con un alto valor comunicativo que sirven para conectar y dar sentido a un diálogo que tiene origen en el entorno en el que vivimos mediante propuestas que pueden ser directas y expresar sin ambages aquello que ocurre, o bien, ser sutiles apreciaciones de realidades que palpitan en esos ecosistemas a un ritmo acelerado.
De ahí que las piezas pueden tener múltiples significados sobre algún tema que se aborde en particular, ya que el significado está mediado por una construcción social que define el valor o la importancia de lo que se interpreta y se entiende de ello.
El escenario está ahí y el arte puede jugar un papel trascendente de retorno a la naturaleza, quizás no en una acepción romantizada de aquello que se percibe como prístino e impoluto, sino para afianzar nuestros lazos de pertenencia a ella, a la solidaridad, a la comunalidad, el buen vivir y al amor por la Madre Tierra.




