Soren de Velasco Galván
Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales, A.C.
Sanya, Hainan, República Popular de China. 6 de abril de 2013. Empapado por el pegajoso calor tropical, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, escucha estoicamente los himnos nacionales. Posteriormente, el mexiquense acompañado, por su homólogo chino, Xi Jinping, pasa revista a una guardia de honor compuesta por elementos del Ejército Popular de Liberación.
La escena arriba descrita se liga con el presente artículo, el cual tiene por objetivo explicar al amable lector los principales puntos de la agenda entre la República Mexicana y la segunda potencia geoeconómica del mundo, China.
Desde que fue declarado presidente electo, Peña Nieto se propuso relanzar la relación México-China en busca de ubicar a nuestra nación como potencia económica y con mayor presencia en la dinámica región Asia-Pacífico. Para tal efecto, el mexiquense se entrevistó con Jiang Jianqing, presidente del Consejo de Administración del Banco Industrial y de Comercio de China (ICBC, por sus siglas en inglés), la institución de su ramo más rentable y más grande en el mundo por su capitalización de mercado.
Durante la reunión, Peña Nieto manifestó su “firme intención de impulsar los intercambios económicos bilaterales”, especialmente en materia de inversión extranjera. El entonces presidente electo declaró que el ICBC contaría con su apoyo para que “en el corto plazo pueda establecer una subsidiaria en el país”.
De una manera sutil pero firme, el mexiquense dejaba los malos momentos que México y China habían experimentado durante los llamados “gobiernos del cambio”, cuando el inefable Vicente Fox y su canciller, Jorge Castañeda, se pusieron a jugar en medio de los guerreros de terracota, o cuando el dipsómano Felipe Calderón recibió al Dalai Lama, enfureciendo a Beijing.
Una vez instalado en Palacio Nacional, Enrique Peña Nieto decidió visitar, acompañado por un grupo de importantes hombres de negocios de los sectores agroindustrial, manufacturero y metalúrgico, Hong Kong, China, y participar en el Foro de Boao –un espacio dedicado a promocionar los contactos entre la iniciativa privada y los gobiernos de Asia-Pacífico-.
Tras conversar con su contraparte china, Xi Jinping, México anunció que Pemex vendería 30 mil barriles diarios de petróleo al país asiático. Asimismo, Pemex firmó un acuerdo con la empresa china CNPC –productora estatal de combustible y la mayor petrolera del mundo- para colaborar en exploración, técnica y entrenamiento de funcionarios de Petróleos Mexicanos.
A pesar de estos logros iniciales, asuntos espinosos quedaron pendientes en la agenda bilateral. Por ejemplo: México no pudo obtener el apoyo chino para su candidato a la Organización Mundial de Comercio, Herminio Blanco. Por el contrario, China, apoyada por Sudamérica, África y Asia, votó a favor del brasileño, Roberto Carvalho.
Más todavía, la participación mexicana en la Alianza Trans-Pacífico (TPP, por sus siglas en inglés), una iniciativa estadounidense que tiene por objetivo contener a China, no ha abonado a las buenas relaciones entre ambos países.
Al mismo tiempo, la cancelación del megaproyecto Dragon Mart en Cancún, Quintana Roo, el cual es considerado como un serio peligro para la fauna, flora y la economía local fue percibida por Beijing como un balde de agua fría.
Sin embargo, es el déficit comercial el tópico más peliagudo en la relación bilateral. En 2012 México importó más de 57 mil millones de dólares, en los sectores en autopartes, electrónica y componentes para computación. Es decir, “la relación entre lo que importamos y exportamos fue de 9 a uno” (Enrique Dussel dixit).
Para tratar de balancear la relación, el presidente de China, Xi Jinping, visitará nuestro país del 4 al 6 de junio. Los temas a tratar, entre otros, serán: la inversión china en la industria petrolera mexicana; las exportaciones mexicanas de carne de cerdo, res y pollo al país asiático; y, finalmente, la oferta del gobierno de China de ofrecer a México 300 becas gubernamentales a las 100 ya existentes.
Finalmente, el escribano cree que México deberá aprender a “torear” a estos dos mastodontes -los Estados Unidos de América y la República Popular de China, ambos rivales acérrimos- pues son estos países quienes más habrán de influir en el devenir de la República Mexicana en el siglo XXI.
Aide-Mémoire.- Turquía está recibiendo una sopa de su propio chocolate.




