El hacer política tiene una diversidad de interpretaciones; cada ciudadano, o en su caso cada “político”, pueden basar su acción política en la interpretación en que más se consideren justificados, y, a su vez, en que más congruencia y consecuencia puedan explicar sus acciones. Sin embargo, la raíz del término debe estar presente en el manejo de los motivos de esa acción política, de tal manera que tenga la referencia precisa que valide la interpretación.
El concepto de política está directamente relacionado a la ciudad; de ahí se desprende que la política es la acción que gobierna a la ciudad, y político, el ciudadano que interviene en el gobierno de la ciudad. En este punto, de manera sencilla, podemos identificar dos aspectos: el primero consiste en la forma de hacer el gobierno, es decir, cuando se toma en cuenta a los ciudadanos y cuando no se les considera. El gobierno que “gobierna” tomando en cuenta al ciudadano es el que conocemos como democracia, y el que no, como dictadura o autoritarismo. El segundo aspecto se refiere a la consideración, por un lado, de que la política y el gobierno sólo son asuntos de “los políticos”, o, por el otro, de que la política y el gobierno incumben también a los ciudadanos, por ser los sujetos objeto del gobierno.
En el escenario de la forma de gobierno con la participación de la ciudadanía, la política como acción se desarrolla tanto por los gobernantes en las instituciones públicas, como por los ciudadanos, encabezados por los partidos políticos. En realidad, los partidos políticos están y actúan en el campo de la sociedad civil, aunque en ocasiones los ubicamos en el campo de la sociedad política; son, o debieran ser, las instituciones de los ciudadanos que “articulan” las instituciones de gobierno con la sociedad civil “organizada”, teniendo como motivo de trabajo todo aquello de la sociedad civil que consideramos como común a la vida de la ciudad y de su población, recogiéndolo y procesándolo como propuesta para hacer el gobierno, desde el gobierno, para la sociedad, que será votado en las elecciones.
¿Qué sucede, entonces, con la negociación política? De manera directa, es la acción que llevan a cabo los diferentes actores políticos –incluido el gobernante- que está orientada a la toma de decisiones, que dirá al gobernante-funcionario público lo que deberá hacer para la sociedad civil. Llegamos, por lo tanto, al gran punto de importancia para el gobierno de una ciudad-nación-país, que es el espacio del debate y discusión para decidir qué se debe hacer y en qué se van a aplicar los recursos financieros recabados de los ciudadanos.
Hoy nuestro país se encuentra en una nueva etapa –como primer año de un nuevo gobierno- en que tenemos la oportunidad de, por fin, lograr las reformas legislativas que redefinan los sectores fundamentales de la vida del país, para tener una mejor acción de desarrollo que dé a la población una mejor calidad de vida.
La negociación es el mecanismo que los diferentes actores políticos desarrollan, para ponerse de acuerdo y tomar las decisiones requeridas; ¿cuáles podemos decir que son las características que están presentes, regularmente, en las negociaciones? Fuera de los centros de poder político y económico, los ciudadanos no conocemos con precisión esas características; pensamos, tal vez con ingenuidad, que las negociaciones que llevan a cabo los actores políticos son como nosotros hacemos las negociaciones en nuestra vida cotidiana, en que, como partes interesadas, dialogamos y llegamos a acuerdos que benefician a ambos, y decidimos, y se hace de esa forma –no tenemos más beneficios que los que hablamos y acordamos-.
En los espacios públicos, las negociaciones no suelen ser, por lo general, así como las imaginamos los ciudadanos, desde nuestra periferia informativa. Recordemos un caso interesante plasmado en la película Lincoln, cuando el presidente de Estados Unidos de América envió, por segunda ocasión, la iniciativa de reforma constitucional para abolir la esclavitud; las negociaciones que tuvieron que realizar incluyeron a las partes de la clase política, así como a otras partes de la sociedad, que en ese momento se encontraban en guerra civil. Un paso fundamental de la negociación de Lincoln fue el “convencer” a los demócratas –en ese tiempo opuestos a la abolición de la esclavitud- para que votaran a favor de la enmienda, con lo que algunos de ellos lograrían importantes “beneficios”.
En la negociación encontramos, prácticamente, dos planos: el público y el secreto. En el plano público conocemos las decisiones tomadas, con determinados motivos y argumentos, y para específicos resultados sociales que se obtendrán con las reformas efectuadas. En el plano secreto, no conocemos los elementos de la negociación; el recurso que nos queda para estimar lo que negociaron los actores políticos en el plano secreto, es observar –como en los juegos de ajedrez y dominó- los resultados que se presenten. En otras palabras, si los resultados que se dan en los hechos, coinciden con el discurso político y la argumentación del porqué tomaron determinada decisión, entonces el plano público será transparente y no habrá gran cosa en el plano secreto.
De lo contrario, cuando los hechos no coinciden con el discurso político, el plano público se convierte en una farsa que tendrá el efecto de la pérdida de credibilidad. La distancia entre los dos planos nos indica, en parte, la calidad de democracia que tenemos; entre mayor sea el espacio del plano público –impulsado por los medios de comunicación-, menor será el plano secreto (y menor será la posibilidad de engaño a la nación).
Los partidos políticos y el gobierno de la república tendrán que decidir sobre las reformas financiera, energética, hacendaria, electoral y política; la pregunta es ¿tomarán en cuenta a la sociedad y sus sectores interesados?, o continuarán con la reproducción de un vicio político, al decidir solos y en lo secreto.
