Moscú, Federación Rusa. 31 de julio de 2013. Utilizando, con brío y encanto, todos los artilugios aprendidos en su larga carrera como diplomático y espía, el príncipe Bandar bin Sultan trata, infructuosamente, de derretir la calculadora y fría postura del presidente de Rusia,Vladimir Putin, respecto a la guerra en Siria.
El presente artículo tiene por objetivo explicar al amable lector las ramificaciones derivadas de la reunión acaecida en la capital rusa, la cual ha alcanzado un súbito estatus mítico, entre los más preclaros practicantes de la geopolítica contemporánea: Vladimir Putin de Rusia y Bandar bin Sultan del Reino de Arabia Saudita.
Bandar bin Sultan se graduó como piloto de combate en el Colegio de la Real Fuerza Aérea británica en Cranwell, posteriormente recibió entrenamiento en los Estados Unidos, en donde también obtuvo una maestría en Política Pública Internacional en la prestigiada Escuela de Estudios Avanzados Internacionales de la Universidad Johns Hopkins.
Muy pronto bin Sultan tejió una red de contactos entre las altas esferas del gobierno estadounidense, lo cual le permitió jugar un rol clave en acontecimientos tan diversos como: los Tratados Torrijos-Carter, el Escándalo Irán-Contras, la compra masiva de armamento a la Gran Bretaña y la primera guerra contra Irak.
Fue precisamente este último acontecimiento el cual cimentó la valía de bin Sultan como diplomático. Antes, durante y después del conflicto con Irak, el aristócrata se convirtió prácticamente en un miembro más del círculo interno del entonces presidente George W. Bush, quien afectuosamente apodó al embajador saudita como “Bandar Bush”.
Durante las administraciones Clinton y Bush, El Texano Tóxico, Bandar prosiguió en su rol de embajador en Washington, pero su influencia decreció tras los atentados del 9/11 y la segunda guerra contra Irak. En 2005 renunció a su puesto como enviado ante el gobierno estadounidense y, posteriormente, fue nombrado jefe de los Servicios de Inteligencia en julio de 2012.
Debido a las victorias alcanzadas por el régimen de Bashar al-Assad en Siria y el golpe de Estado en Egipto, el rey Abdulá de Arabia Saudita decidió enviar a bin Sultan a conferenciar con el mandatario ruso, Vladimir Putin. Durante las cuatro horas que duró la reunión, y de acuerdo a diversas filtraciones, “Bandar Bush” pidió a Putin dejara de apoyar a su aliado sirio a cambio de que Riad comprara 15 billones de dólares en armas a Moscú.
Putin, nada ingenuo y quien resucitó a Rusia gracias a la renacionalización de su industria petrolera, sabe que abandonar a Siria sería una grave derrota geo-energética, pues la compañía gasera Gazprom –en la cual su gobierno posee el 50 por ciento de las acciones- perdería su “influencia sobre la Unión Europea y sería sustituida por Qatar” (Zero Hedge 08/08/2013).
Sin embargo, Putin y bin Sultan –quienes parecieran haber salido del mismo útero- pues “suscriben la Realpolitik y detestan la hipocresía moralizante” (Henry Kissinger dixit) emergieron socios, ya que ambos decidieron: apoyar al Pinochet egipcio, Abdul-Fattah al-Sisi en su lucha contra la Hermandad Musulmana, adversario común de Moscú y Riad; y frenar a los extremistas en Siria, quienes amenazan los intereses rusos en el Cáucaso, a cambio de apoyar las pretensiones sauditas en El Líbano.
Al mismo tiempo, y con un guiño por parte de los sauditas, Moscú aprovechó la ocasión para aproximarse a El Cairo y tratar de reverdecer la alianza ruso-egipcia, pues Putin sabe que Egipto es el epicentro de la política en el Medio Oriente. Unos días antes, el inoperante Barack Obama había cancelado las maniobras militares entre egipcios y estadounidenses.
Lo anterior, permite afirmar que los vencedores de la nueva situación geopolítica en Oriente Próximo son: Arabia Saudita, Israel y Rusia, quienes, por el momento, comparten un interés común en la derrota de la Hermandad Musulmana en Egipto y la estabilización de la situación en Siria.
¿Y los perdedores? En primer lugar, la Unión Americana se ha visto reducida a un mero espectador en el reordenamiento geopolítico en el Cercano Oriente; Qatar, cuyos sueños de constituirse en una potencia regional, gracias a sus extensas reservas de gas, han quedado hechos añicos; y Turquía, quien sabe que Moscú ha ganado la partida en Siria y que Arabia Saudita ha decidido apoyar a la Junta Militar egipcia.
Por último, el día 7 de agosto Obama decidió cancelar su reunión bilateral con Vladimir Putin debido al Escándalo Snowden; al otro día, el presidente ruso envió un telegrama a su viejo adversario, George W. Bush, deseándole una pronta recuperación de su cirugía en el corazón. “Bandar Bush” debe haber llorado al recordar a Mao Tse-Tung: “las diferencias entre amigos no hacen más que reforzar su amistad”.
Aide-Mémoire.- Bien decía Daniel Cosío Villegas: “el único rayo de esperanza es la reafirmación de los principios”




