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viernes, diciembre 5, 2025

Ya ni ni llorar es bueno (una recomendación en tiempos de ninis) / País de Maravillas

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No todo lo que hoy en día es catalogado como literatura infantil o juvenil fue escrito con esa intención. Desde libros que no podríamos imaginar de otro modo, como Alicia en el país de las maravillas (pensemos que por algo Carroll hizo la versión Alicia para niños), Las aventuras de Tom Sawyer o las novelas de Julio Verne; o los hoy clásicos mexicanos para chavos De perfil, de José Agustín, o Batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. ¿Qué los vuelve “propios para niños y/o adolescentes”? Algún maestro desorientado dirá que es simplemente por la edad de los protagonistas y porque no hay escenas explícitas de sexo, pero yo no estaría de acuerdo en eso, por supuesto. Creo que más bien se trata, básicamente, de que son libros que logran generar un lazo de empatía intenso con los lectores de esas edades, casi siempre porque le dan voz y forma a sus miedos o anhelos. No es tanto que los personajes vivan lo mismo que uno: esa teoría la podríamos desechar con sólo preguntar cuántos de los lectores de la serie de Harry Potter van a una escuela de magia o cuántos de Momo han tenido que enfrentar a hombres grises que raptan a sus amigos. Claro, metafóricamente es posible que hayamos vivido lo que pasa en alguno de los dos ejemplos que acabo de mencionar (o en ambos) y creo que por ahí va eso de los miedos y los anhelos: que estén en nuestra mente no los vuelve irreales. Pero ya en otra ocasión platicaremos de lo que es real y lo que no (como adelanto, les comento que, desde mi punto de vista, decir que “la realidad supera a la ficción” es como decir “la comida es más rica que las hamburguesas”: uno es subconjunto del otro, la ficción es parte de la realidad como las hamburguesas son comida y, definitivamente, no están en competencia, a pesar de lo que algunos anoréxicos literarios quieran pensar).

Volviendo al tema, comento lo de los libros juveniles que no fueron escritos con esta intención para hacer una nueva recomendación: se trata de la novela No tengo tiempo, de Arturo Vallejo, publicada por la editorial Alfaguara en 2010 y que tiene el mérito de haber ganado el Premio Caza de Letras 2008, convocado por la UNAM. Ésta no fue publicada en la división juvenil de la editorial ni trae ninguna etiqueta que lo identifique como lectura para determinada edad; sin embargo, creo bien podría convertirse en un indispensable para la etapa entre los 15 y los 20 años. Explico por qué: la novela nos cuenta la historia de La Chaparra, una chica que trabaja en un restaurante de comida rápida y que pasa los días como anestesiada: se sabe mediocre pero no le causa angustia; se sabe sin futuro pero se resigna a ello. Sin embargo, no ha perdido su capacidad crítica y la agudeza para burlarse de todo lo que ocurre a su alrededor, para señalar la hipocresía de su jefe, sus compañeros de trabajo, sus amigos y hasta la suya propia. Lo mejor de todo es que está escrita de tal modo que, en lugar de deprimir al lector, lo hace disfrutar de cada desventura y cada aprieto de la protagonista.

En esta historia no hay moraleja, lo que también es de agradecerse. Cada lector, después de reírse a carcajadas (o de esbozar una sonrisa tímida, dependerá de su temperamento) podrá decidir si la de la Chaparra es una historia inspiradora o terrorífica; si se pone a estudiar o si consigue de una vez un trabajo en el expendio de comida rápida más cercano. Lo importante no es eso: es que el autor le da visibilidad a uno de los grupos que, por tener menor poder adquisitivo, son más ignorados en nuestra sociedad, tan interesada en los hábitos de consumo. Aparecida antes de que se pusiera de moda hablar de los ninis, No tengo tiempo podría ser portavoz de estos jóvenes que tienen como casi única alternativa lo que Douglas Coupland bautizó como mcjob: trabajos mal pagados, con largas jornadas de tareas poco gratificantes, sin posibilidades de ascenso real. No extraña que, ante la perspectiva, muchos prefieran no tener empleo que regalar así su fuerza de trabajo. ¿De qué podría servir una novela así?, podría preguntarse uno. De mucho: de documento histórico para el futuro, de apapacho empático para el presente pero, sobre todo, de ejemplo de un libro sobre adolescentes bien escrito y que puede tener un lazo real con los lectores de la edad de su protagonista.

No tengo tiempo ya se consigue en formato electrónico en las tiendas de e-books más conocidas. Ojalá que de veras Alfaguara despierte del sopor en el que está con respecto a esta novela y le dé el empuje que necesita para llegar a todos esos lectores que, estoy segura, lo están esperando aún sin saberlo.

Encuentras a Raquel en twitter: @raxxie_ y en su sitio web: www.raxxie.com

 

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