La sociedad no sólo existe por la comunicación
sino que existe en ella. De esta manera la
comunicación es dialéctica y reconstruye la experiencia.
John Dewey
Era un 12 de diciembre de 1993. Nos encontrábamos en una comunidad rural, lejana de la urbe y del ruido, precisamente en un festejo. Fue la primera vez que vimos a un individuo comunicándose con una cosa rara, cuadrada como una cuña de ésas que se usan para la construcción. El hombre estaba hablando por teléfono celular, pero para nosotros parecía un soliloquio: era un celular y nosotros lo estábamos conociendo.
A lo largo de esa década de los 90, los celulares fueron sin duda, el mejor invento hasta entonces. Un individuo en movimiento, coche, caminando, o lo que sea en movimiento, podía estar hablando con otro sin un cable, tal y como los que crecimos en la generación x, habíamos visto la comunicación.
Me acuerdo que en la secundaria, las clases de computación consistían en mover una tortuga en la pantalla, con una serie de coordenadas dadas por el usuario. Pero el celular, ése sí que era un invento. Podías hablar a donde quisieras con sólo tomar de tu funda en el cinto el alargado y pesado artilugio celular. Luego fueron haciéndose más pequeños, hubo un “boom” por los aparatos celulares pequeños, tanto, que recuerdo uno de marca Ericsson, tan pequeñito que era demasiado costoso por lo mismo. La analogía de los autos compactos nos llegó hasta los celulares.
Hoy después de 20 años, es nada raro ver cada vez más aparatos celulares (llamados smartphones) de diversos tamaños, colores, funciones, cámaras de video y fotográficas, internet, etcétera, y casi son más importantes que una computadora o un automóvil: hemos puesto nuestra vida, nuestra agenda, nuestra familia y nuestra forma de vivir, en él.
Según la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel), la cifra de celulares en nuestro país, rebasó los 100 millones. Es decir, prácticamente más del 90 por ciento de la población tendría uno. Aunque usted no lo crea: en mi niñez, la única forma de comunicación para los niños era un vaso de plástico con un cordón atado a otro vaso de plástico, y pensar en que hoy niños de seis años traigan un celular, es fácil, cuando en otros tiempos estaban destinados a la comunicación y a los negocios, hoy se han convertido en un commodity tan indispensable como la luz eléctrica o la gasolina. Así pues, esta cifra hace pensar que todo México al menos está comunicado.
Pero a la sugerencia que le hice en el título de mi comentario, hemos evolucionado en 20 años en materia de telefonía móvil, a tal grado que el celular se ha convertido en una parte más del cuerpo humano, de tal modo, que ante el agravio de las ya precarias relaciones humanas, éste le está robando el último resquicio que el ser humano tiene para comunicarse con otro en su presencia. De tal modo, que incluso en las formas de ver la televisión, hay quienes hacen tres cosas a la vez: tele, laptop (iPad o lo que sea) y smartphone. Y estamos dejando de escuchar al otro, estamos dejando de respetar al que se encuentra en presencia, y entonces preferimos darle “actualizar” al celular, antes que conversar con el de enfrente.
La evolución del celular se concretó con la aparición y aterrizaje de las diversas formas de atraer el internet móvil. De tal modo que las personas hoy, tenemos dos vidas simultáneas, la que tenemos en este mundo tridimensional, y la que tenemos en las redes a través de nuestro teléfono. Esta crisis, que incluso hoy ha obligado a modificar leyes de tránsito, reglamentos en los bancos, en las oficinas, en las instituciones educativas, etcétera, está poniendo en riesgo las formas eficientes de comunicación, porque no podemos negar que a través de estos aparatos nos comunicamos, aunque sea de manera deficiente, equivocada o trastocada. Ejemplos de cómo los celulares incluso sirven para ubicar físicamente a una persona a través de GPS, son tan notorios como riesgosos en muchas ocasiones.
Al fenómeno en que las personas preferimos hablar con los dedos, y dejar de ver a los ojos a las demás personas, se le conoce como “Phubbing”, término sajón, para describir la acción de ignorar el contexto en vivo de una persona, que ha decidido meterse a su teléfono y navegar por las redes, o comunicarse por mensajes de texto o simplemente ponerse a jugar en él. Este fenómeno está causando verdaderos problemas en la forma en que se comunican los jóvenes, las familias, los hijos, y los políticos por ejemplo, quienes ven afectado su medio, por ignorar a los que se encuentran a su alrededor.
Yo le diría que en medio de las crisis sociales que vivimos, sumarle otra como el Phubbing, podría no parecer importante, pero si hoy algo se hace válido en medio de tanta gente, tanto ruido, tanta tecnología, es aquello de que “el ser humano por fin, se está quedando solo”.
Lo invito a usar el teléfono en su momento con estos pequeños consejos: si va usted con su novia, esposa, esposo o lo que sea, dele su lugar, guarde su teléfono. Si está usted manejando está de más decirle que es casi como manejar en estado de ebriedad cuando usa su teléfono y conduce el auto. Así mismo, si tiene hijos, deje el teléfono cargando y juegue con ellos, porque no sabemos qué nos depare el futuro en tecnología, pero al rato sin duda, nosotros seremos los ignorados.
rserrano@up.edu.mx




