Es increíble el impacto que genera entre la población mexicana el día de las madres. Mucho de este significado tiene que ver con el rol asociado a la reproducción, pero no es el único ni el más importante.
Junto al valor biológico por la capacidad que tenemos las mujeres para gestar vida, existe otro que tiene que ver con aspectos asociados a la construcción social. Como diría Fernanda de la Torre, columnista de Milenio “nuestra idea de madres es la de una mujer con cualidades de diosa, superhéroe y aires de santidad”.
La construcción de este rol, tiene un uso social, delegar responsabilidades domésticas que debieran de asumirse de manera colectiva.
Es mucho más fácil alabarla e idealizarla, que asumir responsabilidades manera cotidiana. Lo que subsiste en el fondo es un proceso de coacción sutil para que acepte este rol en el ámbito familiar.
Lo quiera o no, tiene que encargarse casi de manera exclusiva de las tareas domésticas que se desprenden de todos los miembros que componen la familia. El tema de su realización personal, de su sexualidad, de sus aspiraciones y sueños son temas a los que tiene que renunciar para que los otros miembros de la familia puedan lograrlos.
Se establece una relación de “saco ventaja” de ella y luego la idealizo. Esta visión de la madre del México posrevolucionario tiene una alta carga de vileza porque se saca ventaja y comodidad a costa de ella.
Pero a pesar de esto, hay una nueva generación de mujeres que concebimos la maternidad como una responsabilidad compartida con la pareja, en donde los hijos tienen que ser corresponsables de mantener limpio y ordenado el espacio donde viven todos.
Aceptamos las responsabilidades domésticas junto con las profesionales. Que los sueños y aspiraciones no se restringen al ámbito privado. Que los hijos son una responsabilidad que consiste en lograr transformarlos en buenas personas, adultos felices y capaces de enfrentar de manera asertiva, las dificultades que se van a presentar a lo largo de su vida.
Si bien son las personas más cercanas, nuestra responsabilidad es temporal, los hijos son individuos que van a tomar sus propias decisiones y a seguir sus propios sueños.
Que no son de nuestra propiedad, que el éxito de nuestra responsabilidad depende que sean personas de bien, con sentido humanitario, respetuosos, con buena actitud al trabajo y responsables con la sociedad y el entorno.
Todos los días se van a consensar acuerdos para tratar de convencerlos en función de la razón, pero si eso no funciona, con toda firmeza se van a poner límites al comportamiento que les puedan generar problemas.
Se les va a recordar permanentemente que de ellos también depende que sea bueno el lugar donde vivimos todos. La tarea no puede recaer en una sola persona, ni siquiera en aquella que apoya a la familia con su trabajo doméstico. Que la colaboración familiar es simplemente el primer paso para convertirse en ciudadanos que aporten al lugar al que pertenecen.
No hay drama, no hay sacrificios, es un recuerdo constante de que esa hija o hijo, tienen responsabilidades y obligaciones. Que el cariño no los exime de ganarse a partir del esfuerzo, las compensaciones y cosas que anhelan.
Que una madre es ante todo una mujer con toda la complejidad que eso significa, con sus contradicciones, sus errores, sus aciertos y los conflictos con su pareja.
El papel abnegado de casi una santa, solamente reproduce las relaciones de desigualdad hacia ella y otras mujeres y en contraparte la ventaja de los otros miembros de la familia, principalmente los varones, de las tareas que se dan en el ámbito familiar incluyendo la crianza de los hijos.
Por todo ello, la mejor manera de celebrar a una madre, es cambiando los patrones de abuso hacia ella. En la medida que se logre, vamos a tener una mejor sociedad y seremos mejores seres humanos. Mi Twitter: @normaglezz.
