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viernes, diciembre 5, 2025

El derecho a permanecer jodido / Economía de Palabras

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Por virtud de la estadística puedo asegurarle que mientras lee usted esta columna, en esta ciudad, hay algunos miles de parejas jóvenes pobres que se encuentran haciendo todo lo posible para sacar de la vulnerabilidad a sus hijos. Supongamos un escenario en el cual entre ambos, estos jóvenes padres, han decidido no gastar en nada que no sea relevante para sacar a su familia de esta condición de pobreza que por momentos deja en una precariedad tristísima a sus hijos. Ambos piensan que la forma más segura para escapar de la pobreza es comportarse de acuerdo a las reglas de la meritocracia. Gran cosa, sobretodo considerando que no están escritas en ningún manual ni les fueron inculcadas por maestro alguno. Estas reglas son en realidad un conjunto de ideas populares. Un conocimiento Folklórico. Una visión donde trabajas duro, votas, eres frugal, vuelves a votar, te callas, y por favor te mueres pronto. Por aquello de la carga fiscal, las pensiones y el seguro social.

Si te comportas se te recompensa, las reglas son claras y el sacrificio es indispensable. Esta es la gran promesa de una democracia, liberal y de mercado que en México, permítame decirlo, no se ve claro para cuando en millones de hogares. Adicionalmente existe un código de ética. Uno muy particular en nuestro caso. No quejarse del ínfimo salario, las condiciones precarias, los horarios terribles, la falta de prestaciones, entre otras múltiples violaciones a los derechos elementales de los trabajadores y a la dignidad de las personas. Después de todo, te están haciendo el magnánimo favor de darte trabajo además de cuidar tus intereses últimos. Se piensa que cuando a unos, muy pocos, les va mejor es cuestión de tiempo para que el resto les de alcance. La riqueza se permea necesariamente. Vaya cosa. Vaya timo.

Lamentablemente 30 años de evidencia empírica, y la molestia notoria de las clases medias en el mundo, han mostrado que esto es falso. La obscena desigualdad en el mundo y particularmente en México parece haber empeorado mientras los salarios reales de las personas haberse estancado. Las clases medias en el mundo no han ganado prácticamente nada en comparación de lo que ha ganado el 10% más rico. No obstante, debo decir con pesar que esa batalla ya se perdió. Ganó en el imaginario colectivo el discurso que señala lo contrario. Ganó esa visión de la economía –trickle down economics– donde el Estado está al servicio de las empresas bajo la premisa de crear trabajos (mal pagados) y con ello bienestar. Probablemente es la idea más estúpida mejor vendida de los tiempos modernos.

La tragedia es de verdad escandalosa cuando se piensa en quienes afecta. Sin importar que esta clase particular de padres, de la que comencé escribiendo, dedique casi todos sus escasos ingresos en sus hijos para alimentarlos, educarlos y dotarlos con un capital social mejor del que ellos fueron beneficiarios, sin importar todavía menos que los envíen con esfuerzo mayúsculo a la escuela pública más cercana, que los inscriban en alguna clase o curso de carácter público muy esporádicamente o les brindan algunas comodidades que ellos no tuvieron, todo ello, todo ese esfuerzo, la vida dedicada a los hijos pues, importa muy poco o de nada cuando se es pobre.

Estamos en el peor de los infiernos, una economía insertada plenamente en esta dinámica que claramente no ha funcionado para los más pobres y una sociedad donde los más afortunados viven en un eterno recelo por proteger sus intereses, algunos tan inverosímiles como el de poder opinar a placer y querer disponer a voluntad de los anos de otros, reflejándose en la falta de movilidad social espeluznante con la que vivimos. Con tanta claridad como me resulta posible lo explico: La vida en la pobreza, en un mundo tan desigual y en un país con reglas tan rígidas y tal carencia de facto de derechos civiles, es una sentencia casi irrevocable a vivir eternamente vulnerable. A pasar hambre por tener un contratiempo, por perder el empleo. A morirse enfermo afuera de un hospital o de hambre fuera de un supermercado.

 

Pese a todos los esfuerzos personales los casi 50 millones de mexicanos que viven en la pobreza estos seguirán sufriendo las consecuencias del problema emblemático de este país; carecer de manera absoluta de los mecanismos de movilidad que sus contrapartes más afortunadas si poseen. Es vergonzoso que su esfuerzo de poco sirva para asegurar un estilo de vida digno, que estén a la deriva y a merced de los cambios del mercado laboral. Es inaceptable que no exista una red de protección social. En estas condiciones el cambio real en la situación socioeconómica de la gente más vulnerable será tan pequeño que se requerirían de varias generaciones para sortear la pobreza de manera definitiva. Asumiendo, claro está, que todo sale bien de manera ininterrumpida durante muchísimos años.

Los pobres están están solos y para rematar tienen que remar contra la ignorancia y la indiferencia de una clase política que parece no acertar jamás en los mecanismos correctos para solucionar los problemas más apremiantes. Es culpa de todos, de la izquierda que pretende solucionar la pobreza con ideas grandilocuentes y sin sentido cuando no proponiendo políticas ineficientes o simplemente estúpidas y de una derecha que parece vivir en otro planeta, en la idiocia y el oscurantismo. Nuestros gobernantes, cuando atinan al problema, parece que lo hacen por casualidad, sin entenderlo y más grave aún, sin el profesionalismo necesario para sustentar sus propuestas. Como el burro que tocó la flauta pues.

Son un retrato fiel de lo que Umberto Eco denominó como los estúpidos. Aquellos que aciertan a decir lo correcto por los motivos equivocados sin entender que se pueden (y deben) decir cosas equivocadas, con tal de que las razones sean las correctas. No atienden las reglas más básicas del debate ni del manejo de los asuntos públicos. Pretenden hacer lo correcto, o simularlo al menos, para poder perpetuarse en el poder sin importar de verdad los resultados en el asunto. Mendigan la benevolencia del electorado de la forma más mezquina y pedestre posible. Saben muy poco de casi nada. Parece que cuando no están equivocados están ocupados lidiando con el cinismo.

Como si no bastara con el estado de las cosas, estamos a punto de presenciar una campaña sin precedentes de señalamiento público de la pobreza. Se asoma un nuevo paradigma en la lógica Estatal en términos del combate contra la pobreza, el cual me permito vaticinar, parece más un combate mediático contra los mismos pobres. A estos últimos les será “otorgada” una cartilla, como la de vacunación, donde les será recordado periódicamente dónde están parados. Qué es lo que el gobierno les “regala”. Esta cartilla social, como ha sido llamada, supuestamente ayudará a que la gente conozca los beneficios que tienen, tanto de programas estatales como federales. En ella se registran los programas de los que son beneficiarios y se le ofrecerá un menú de aquellos que están disponibles con sus respectivos montos en pesos.

Con un poco de suspicacia podríamos pensar que es una medida clientelar de comunicación social que permitirá cumplir con otros fines, ajenos, irónicamente, a los establecidos en los programas. Me pregunto algunas cosas. ¿No bastaría una campaña amplia y de largo plazo de educación e información al respecto? ¿Qué necesidad hay de que los pobres cuenten con un recordatorio adicional y constante de la pobreza en la que viven?

 

Como agravante, me parece, esta cartilla ha sido vendida como un mecanismo de transparencia, de mejora continua de los programas y consecuentemente del gasto social. Una cuestión que sale a flote inmediatamente, si se piensa este programa como una forma de mejorar la transparencia, sería ¿cuál es el mecanismo que dispondrán las personas menos favorecidas, a quienes por cierto resulta más difícil hacerse valer por por medios legales, para denunciar la corrupción de dichos programas? ¿por qué decir que la información le será útil al segmento de la población a la cual le es más difícil hacerla valer?

Pareciera que el único derecho civil verdaderamente universal y que el estado está interesado en salvaguardar en este país es el derecho a permanecer jodido; si es en silencio mucho mejor. Parece también que la pobreza es aceptable siempre y cuando a uno no se le olvide quién se la está subsidiando. En México no basta con ser pobre. Hay que tenerlo bien presente y con los pesos contados por si le preguntan.
@JOSE_S1ERRA

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